Autor:
Dr. Roberto Destéfano |
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Vicepresidente
de la Comisión de Acc. Social del CPCECABA |
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Más
allá de la estructura que caracterice al sistema
sanitario con la reforma que se impulsa, su buen
funcionamiento dependerá del profesionalismo en la
administración de sus partes integrantes |
Las
noticias periodísticas reavivan constantemente las
polémicas en torno al Sistema de Salud y las obras
sociales. No puede ser de otra manera tratándose de
una cuestión tan sensible. El público mira, escucha
y se alarma porque, en definitiva, la salud de varios
millones de personas entra en una danza de intereses
que poco tiene que ver con lo que a la gente le
preocupa: recibir servicios de calidad sin
soportar costos excesivos.
La salud, en la República Argentina, no
escapa de tener los problemas típicos de un país con
una vida institucional plagada de marchas y
contramarchas, contínuos cambios en su sistema político
e indefinición sobre un modelo de país determinado,
con la consiguiente falta de políticas de Estado a
mediano y largo plazo. Consume, según la fuente,
entre el 8 y el 9 % del PBI, aproximadamente
22.000/25.000 millones de pesos, y es el sector de
mayor importancia en nuestra economía. Sin embargo,
una inmensa mayoría de los habitantes de nuestro país
tiene una percepción bastante desfavorable del
Sistema de Salud y siente que hay profundas
deficiencias e inequidades.
Segmentos
En la Argentina conviven varios subsistemas de salud.
Dentro del sector público, se encuentra el
hospitalario, financiado en su mayoría por los
presupuestos estatales, y el PAMI, que obtiene sus
recursos del 5 % de la masa salarial de los
trabajadores activos y de las jubilaciones que cobran
los beneficiarios. En el sector no estatal, ha crecido
la medicina prepaga (en manos de empresas comerciales
y, en menor medida, mutuales vinculadas con
colectividades y consejos y/o colegios profesionales,
tal es el caso del Sistema Médico Consejo? SIMECO?),
que atiende a quienes pagan las cuotas por los
servicios y, por otro lado, las obras sociales, que
reciben aportes y contribuciones calculados sobre la nómina
de salarios, y que son, básicamente, de trabajadores
incluídos en convenios colectivos de trabajo o de
personal jerarquizado. Las primeras de este tipo están
en manos de dirigentes sindicales y las segundas
tienen fuertes vinculaciones con las empresas de
medicina prepaga y las cámaras empresariales. Más
recientemente, se agregó una parte de los
trabajadores autónomos: aquellos que contribuyen al
Monotributo, incluyendo al personal del servicio doméstico,
no contemplado en el respectivo estatuto.
Las obras sociales comparten un
"mercado" hasta ahora prácticamente cautivo
de 11,6 millones de beneficiarios; más de la mitad de
ellas tienen menos de 25.000 beneficiarios y sólo 27
superan los 100.000 beneficiarios; 12 del total,
aproximadamente 270, pueden ser consideradas
"modelos", mientras que 23 están
equilibradas y sin deudas. Además, 138 deben a
prestadores 338 millones con probabilidades de repago;
36 deben 146 millones, con alguna posibilidad de
cumplir con sus compromisos y 61 deben 424 millones,
que no pueden pagar. Se estima que en el corto plazo
tendrán que cerrar 50 obras sociales. Algunas deberán
reconvertirse o fusionarse, o realizar consorcios para
evitar la intervención y la liquidación.
Cambios
a la vista
Esta reseña muestra la compleja situación que rodea
a las obras sociales, lo que, sumado al impacto que
producirá el nuevo marco regulatorio o
"desregulatorio", ya sea por leyes o
decretos, como consecuencia de los
"superpoderes" aprobados por el Congreso
Nacional, implica que los argentinos debemos saber
cuanto antes qué hacer con nuestra salud.
Los cambios que se están produciendo impedirán
volver a las situaciones anteriores. Los siguientes
hechos agregan gravedad y urgencia al problema:
Indices altísimos de desocupación y de evasión,
reestructuración de la fuerza laboral, falta de
financiación y crecimiento económico, malos
servicios, demanda de mayor calidad, deficiente
administración. También se debe señalar como un
factor de importancia que en los últimos 100 años se
ha extendido la vida humana, o, mejor dicho, se ha
desplazado la circunstancia de la muerte a los
confines de la potencialidad biológica, y este es uno
de los impactos más asombrosos que en materia de
previsión social deberá encarar nuestra sociedad.
Son fenómenos con efectos contundentes
que no se corregirán concentrando los recursos en
pocas empresas de gran poder económico con el
argumento de obtener economías de escala, pero que,
en verdad, puede esconder el interés por captar a
quienes tienen mayores recursos y olvidar a los demás.
El gobierno busca que a estas obras
sociales se les sumen las empresas de medicina prepaga
y que todas ellas compitan entre sí. Incluso, hay
recientes versiones que aseguran que hasta los
jubilados y pensionados podrán elegir obra social, y
el PAMI pagará por ello una cápita fija.
Las empresas de medicina prepaga afirman
que no están dispuestas a ingresar al sistema de
obras sociales porque se pueden ver obligados a tener
que dar servicios que para ellas son costosos y
recibir ingresos muy inferiores, con lo cual perderían
rápidamente cualquier tipo de rentabilidad.
Las obras sociales, en cambio, temen perder a sus
afiliados de más altos ingresos, que se verían
tentados de pasarse a una empresa con un servicio de
mayor precio, porque con sus ingresos no tendrían
dificultades en soportarlo. Sin esos afiliados por
ahora "solidarios", porque su mayor aporte
se vuelca a cubrir los costos prestacionales de
quienes ingresan menos, el riesgo de caer en déficit
se acrecienta.
Calidad
de management
Desde hace largo tiempo se sabe que la propiedad de
las organizaciones no decide su éxito o fracaso. Es
la calidad de su dirección, la eficiencia con que se
desempeña y la aplicación de políticas serias lo
que permite que algunas, sean públicas o privadas,
crezcan y sean reconocidas. Es imaginable un futuro
con obras sociales de las llamadas sindicales dando
servicios buenos y a un bajo costo, y también
empresas de medicina prepaga que reduzcan costos
excesivos en áreas que poco tienen que ver con la
prestación de servicios médicos.
Dicho con crudeza: El sistema dará un
paso adelante si permite el crecimiento de quienes
tienen su objetivo central en el afiliado o asociado.
Quedarán en el pasado las obras sociales donde parte
de los recursos podrían estar distrayéndose en temas
políticos, y también las empresas de medicina
prepaga que tan solo con cuotas altas busquen
equilibrar gastos comerciales y administrativos
desproporcionados.
En definitiva, si los esfuerzos de los
"jugadores" se orientan a la eficiencia y a
la calidad, el sistema mejorará. Si eso no sucede, el
público –destinatario final de los servicios- habrá
de vivir una nueva frustración. En ese terreno, las
obras sociales se verán frente a nuevos desafíos sin
disponer ante ellos de una gran experiencia, porque, a
lo largo de los años, otros, fueron los retos que
enfrentaron. En consecuencia, las obras sociales tendrán
que potenciar sus fortalezas y tratar de reducir sus
debilidades.
No quiero terminar este artículo sin
referirme a una de las conclusiones alcanzadas, en la
"Semana de la Comisión Nacional para el Consenso
de las Políticas de Salud", luego de mi exposición
referida al rol preponderante que deberán cumplir los
profesionales en Ciencias Económicas en este sector,
quizás propicio para el nacimiento de una nueva
especialidad: debemos estar presentes en todo equipo
de salud. Por lo tanto, correspondería
profesionalizar el gerenciamiento, induciendo a una
gestión eficiente y creando equipos
multidisciplinarios, propender al equilibrio entre
eficiencia y competencia con solidaridad y equidad, y
también desplazar índices de mediciones
cuantitativos por índices cualitativos |
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