Autor:
Dr.
Luis María Gabancho |
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Consejero
Titular del CPCECABA |
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En
esta nueva época es menester profundizar con seriedad
en el papel y las
características de la mente humana como fuente
generadora de inteligencia |
Una
delicada metamorfosis se está llevando a cabo en el
mundo de los negocios actual: mientras la era
industrial va quedando atrás, la nueva era del
conocimiento afronta retos inéditos. Dice una
conocida metáfora que un león y una gacela
despiertan cada amanecer en la sabana africana
sabiendo que la comida de uno y la supervivencia del
otro dependen exclusivamente de la rapidez de sus
desplazamientos. Esta metáfora, muy conocida en el
mundo de los negocios –al punto que la empresa 3M la
ha adoptado como lema–, informa sobre una realidad
incontrastable de este tiempo: la competitividad se ha
agudizado y, a la vez, se ha tornado indispensable
para la supervivencia y el desarrollo empresarial.
El mundo globalizado por el que hemos
comenzado a transitar se halla en plena ebullición.
Las alusiones son conocidas: mercados en constante
cambio, clientes altamente exigentes y permanentemente
insatisfechos, abastecedores reconvertidos en socios,
tecnología arrolladora, dinero superabundante y, además,
no podemos ignorarlo, fenómenos de exclusión y de
concentración de la riqueza crecientemente
intolerables.
La realidad es hoy más compleja y desafiante que
nunca. Los indicios acerca del final de una era y el
comienzo de otra muy diferente se han confirmado sin
lugar a duda.
Especialistas tan destacados como Peter Drucker y Tom
Peters no tienen reparos en decir que estamos
recorriendo un nuevo tiempo y una nueva economía, en
la cual los bits y los genes son los nuevos
abanderados.
Comenzamos a recorrer, entonces, una nueva era, a la
que en un principio se llamó “la era de la
información” y más recientemente, “la era del
conocimiento” –con un propósito más abarcativo,
que preferimos–. El momento es oportuno,
consecuentemente, para compartir algunas breves
reflexiones sobre el tema.
En busca
de una nueva metáfora
Dado que comenzamos hablando de metáforas, vale la
pena recordar que la máquina ha sido la más emblemática
de todas las metáforas de la era industrial, que está
llegando a su fin. Máquinas son el avión, un tren de
laminado, una fotocopiadora, el auto, el televisor y,
por supuesto, la computadora. Las máquinas han sido,
son y serán muy importantes en la vida de las
personas, pero no pueden ser, obvio es destacarlo, los
íconos de la era del conocimiento, habida cuenta de
que la generación de valor crítico en la misma es
obra del cerebro y no de las manos.
La nueva era requiere, por lo tanto, de una nueva metáfora
y todo parece indicar, como enfatiza Sthepen Covey,
que la nueva metáfora no puede ser otra que el propio
ser humano. Naturalmente, ningún empresario, ni
profesional, y mucho menos un hombre público, opone
reparos a este enfoque. Más aún, todos sin exclusión
apuntan a que ha llegado el momento de reconocer el
valor de la naturaleza humana en la gestión
organizacional.
Sin embargo, del dicho al hecho hay, en
verdad, un largo trecho, y no cabe esperar en la práctica
–así lo indica la experiencia– giros de ciento
ochenta grados. En otras palabras, deberemos avanzar
bastante en esta era del conocimiento hasta que el ser
humano, además de aportar su saber, sea reconocido y
sienta efectivamente tal reconocimiento por su
habilidad distintiva.
La paradoja del
conocimiento
Apenas hace un año, en vísperas del mítico 2000
–un año contradictorio por la preocupación que
desató el efecto Y2K y el concurrente empecinamiento
por celebrar anticipadamente el nuevo milenio–, el
mundo virtual tocaba el cielo con las manos. Para
entonces, las empresas punto-com alcanzaban valores
patrimoniales siderales, que pocos meses más tarde se
derrumbarían hasta tocar pisos por debajo del 20% del
nivel de cotización alcanzado anteriormente.
Demás está decir que el fenómeno no se circunscribió
al negocio de Internet en Estados Unidos, ya que su
onda expansiva también conmovió a Latinoamérica e
incluso al pequeño mercado argentino.
Pero el año 2000, justo es decirlo,
también implicó una explosión en el mercado electrónico
de la región, aun cuando, en opinión de los
especialistas, el pequeño tamaño del mercado y el
exceso de compañías harán que el afianzamiento recién
tome forma más allá del 2001.
De algo podemos estar seguros, la mayor certidumbre
que aporta la nueva economía es, precisamente, la
incertidumbre y, dentro de este marco, nada parece
mejor que el conocimiento para obtener una ventaja
competitiva perdurable.
Sin embargo, habiendo ingresado ya en el nuevo
milenio, la paradoja que nos toca afrontar reside en
que son muy pocos los directores y dueños empresarios
que conocen la verdadera naturaleza de una organización
generadora de conocimiento –y, mucho menos, saben cómo
gestionarla–.
John Chambers –el reconocido CEO de Cisco- es quizás
el más expresivo ejemplo actual en la nueva gestión
del conocimiento. Chambers ha establecido una
estrategia comercial inédita: todo lo que vende y
hace Cisco se concreta a través de la red. Cisco
compró en pocos años más de 60 compañías y así
acumuló y generó conocimiento sin cesar.
Hacia una
nueva gestión
La gestión del conocimiento no está reservada, en
modo alguno, a las empresas de Internet. Es un error
grave pensarlo así. Su puesta en marcha es
indispensable para todo tipo de organización, incluso
para las organizaciones del tercer sector, y debe
llegar, asimismo, a la misma Administración Pública.
El problema de su difusión e implantación, en la
actualidad, no reside en una cuestión de creencia o
de enfoque, sino, precisa e irónicamente, en la falta
de conocimiento existente acerca de su significado y
práctica. Tal desconocimiento no se circunscribe sólo
a las organizaciones de los países no desarrollados
pues, créase o no, también sucede en las empresas e
incluso corporaciones de primera línea de los países
más avanzados.
Conforme a nuestra experiencia reciente, las que
siguen son algunas claves para vencer resistencias y
comenzar a encarar una efectiva gestión del
conocimiento:
El punto de inflexión debe ser siempre un adecuado
entendimiento del proceso de transformación que se
está llevando a cabo actualmente en la sociedad y en
el mundo de los negocios. Ello significa darle la
bienvenida a la era del conocimiento y admitir la
existencia de un capital intelectual que está llamado
a superar en importancia al capital físico.
En segundo lugar, es menester profundizar con seriedad
en el papel y las características de la mente humana
como fuente generadora de inteligencia (emocional,
cognitiva, múltiple) y como centro de información y
conocimiento.
Así, será factible abordar los procesos de
aprendizaje, abriendo las puertas a la creatividad y a
la innovación.
En tercer término, debe reflexionarse sobre la
calidad del liderazgo, el tipo de poder y la
naturaleza de la cultura organizacional. Para avanzar
en la gestión del conocimiento se requiere un
alineamiento de los tres factores y una visión
compartida y fuertemente encaminada a la nueva dirección.
Por último, deben replantearse los enfoques de
recursos humanos y las estrategias de tecnología de
la información, asociándolos y organizándolos en un
efectivo mapa del conocimiento organizacional.
Decía Napoleón que, dado que todo lo posible ya
estaba hecho, había llegado el turno de lo imposible.
La gestión del conocimiento es la tarea imposible que
los empresarios y directores deben hacer posible
cuanto antes. Un reto que no puede esperar y que pone
a prueba la valía de las compañías y de quienes las
dirigen |
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