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Acerca de la constitución
del Fondo Bicentenario |
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Presento a continuación algunas
reflexiones referidas al actual tema del BCRA impulsadas en distintos intercambios de
opiniones que me ayudaron a ordenarlas; también porque de la lectura de lo presentado en
los medios de comunicación no ayudó al núcleo de mis amistades a aclararlas por
hallarse muy teñidas por el interés en no defraudar al establishment que publicita en
ellos, como asimismo por otras allí dichas, a mí entender, demasiado disparatadas aunque
fueran proferidas por ciertos próceres de la ciencia económica.
En mi opinión, los bancos centrales deben estar subordinados a las autoridades
económicas nacionales; la idea no es mía, está afincada en las economías de los
países desarrollados, aunque con diversas variantes e intensidades y a pesar de que en
los textos básicos de economía se quiera introducir la idea contraria: En su libro
El Dinero, John Kenneth Galbraith diferenciaba
que el sistema de
Reserva Federal de los Estados Unidos goza de la liturgia pero no de la
independencia. que se le asignaba.
La idea de que fuera independiente es recurrente; su última aparición fue una
derivación de la gran expansión de los bancos internacionales derivada del alza del
petróleo de 1973 que dio lugar a la irrupción en la escena política del monetarismo y
el neoconservadurismo, de triste memoria para nosotros.
El triunfo de esta corriente en los años ochenta y noventa del siglo pasado durante buena
parte de la década anterior, sólo fue un preparativo de la catástrofe iniciada a
mediados de 2008, que no creo que haya terminado porque aún hoy en día en los países
centrales se siguen tomando medidas que propenderán a revitalizar el sector monetario y
financiero.
Obviamente estuvo aparejado con la pérdida de dinamismo de las ideas keynesianas. Las
recomendaciones de política económica formuladas por Keynes, hacían hincapié en primer
lugar en la política fiscal y, en segundo término, y complementariamente, en la
monetaria como mecanismo de resolución de las crisis.
Reformulaciones posteriores a las ideas de JMK la desnaturalizan: la denominada
síntesis keynesiana no trata, en el fondo, de otra cosa que una reválida con
instrumentos keynesianos de varias de las ideas neoclásicas.
Uno puede ver que las medidas tomadas por las potencias para afrontar la reciente crisis
fueron básicamente de tipo fiscal, incrementos en el gasto público en medida descomunal
con el fin de paliarla, pero contrariamente a las recomendaciones de economistas no
monetaristas, postkeynesianos y neokeynesianos, se dirigieron a salvar el sistema bancario
de esos mismos países, antes que a reactivar efectivamente el sector real de esas
economías.
Como Argentina copia tarde y mal, la idea de la independencia del BCRA fue resucitada en
la década del noventa, reforzada con el poder que los banqueros habían adquirido durante
la dictadura; en estos términos, junto a los conceptos de desregulación y
autorregulación, aparecieron ideas tales como la implantación del voto calificado para
las elecciones de salida de los terroristas de estado, así como aquéllas que apuntaron a
crearles a los directores del BCRA un fuero especial que los tornara inmunes
judicialmente.
No intrínsecamente pero sí tendencialmente el sector es generador de múltiples formas
de defraudaciones y estafas, amén de las dañinas burbujas especulativas que a su amparo
suelen desarrollarse.
Los últimos cuatrocientos años están salpicados por numerosos eventos de ese tipo.
Los padres fundadores de la república norteamericana plantearon profundas reservas al
desarrollo de estas instituciones: John Q. Adams, segundo presidente de los EEUU pensaba
que la simple expansión crediticia por encima de las reservas de la institución eran una
estafa que se cometía con alguien por no representar nada y Thomas Jefferson,
tercer presidente de ese país se oponía a la instalación de bancos creadores de dinero.
Estos párrafos ayudan a comprender que no se puede pensar ingenuamente en entidades
financieras plenamente desrreguladas y autorregulables como instrumentos básicos para una
política económica y, en este sentido, la Argentina viene cometiendo un fuerte error
desde el golpe de estado de 1976.
Obviamente esto es más grave si se da en un marco de absoluta necesidad de desarrollo
económico, como la situación de nuestro país lo reclama.
En nuestro país es altísimo el grado de autonomía que tienen las instituciones
bancarias, generándose un espectáculo tristísimo al observar cómo las autoridades
nacionales pedían a las entidades una baja en las tasas activas de interés cuando
éstas, apoyadas en la libertad de contratación que les concedían las mismas
autoridades, y el propio BCRA, se negaban a conceder aduciendo problemas de costos
indemostrables.
La negativa se transformaba en absoluta oposición en el caso de que la hipotética
solicitud de las autoridades apuntara a la orientación de la masa crediticia hacia un
particular sector de actividad productiva diferente de la construcción residencial
suntuosa o del crédito al consumo.
Los activos monetarios de los bancos están fundados en créditos otorgados por las mismas
entidades al sector privado de la economía, a partir de préstamos originados en
depósitos iniciales de los propios particulares basados, a su vez, en condiciones que
deben ser establecidas por las autoridades monetarias de cada país: es decir que el
fundamento de la expansión crediticia está dado por las precondiciones institucionales
del sistema financiero y no por la entidad en particular, lo que convierte en
absolutamente legítima la intervención de la autoridad monetaria en la orientación de
la masa de créditos.
Por su parte los activos monetizables de las autoridades monetarias, que conforman el
respaldo de la masa monetaria están constituidos por títulos de crédito
emitidos por alguna institución financiera: otros bancos centrales, el conjunto de
entidades financieras del país en cuestión, el propio sector público (aunque esto es
execrado sobremanera en estos tiempos) o diversos títulos públicos adquiridos mediante
las operaciones de mercado abierto OMAs-.
La doctrina monetaria copiada en la Argentina desde el golpe del 76 , considera
únicamente como legítima a la expansión monetaria basada en la tenencia de divisas
extranjeras que, en última instancia, son títulos de deuda emitidos por autoridades
monetarias de otros países: éstas son las famosas reservas internacionales.
Como las reservas poseen un atractivo de rentabilidad en el exterior, lo que no ocurre con
los redescuentos ni con los préstamos al gobierno, se considera conveniente colocarlas en
entidades financieras del exterior con el objeto de obtener una renta en moneda extranjera
adicional, a la renta implícita ya percibida en la obtención de la divisa a
través de una exportación: la colocación en exterior de las reservas suele hacerse en
depósitos de relativa liquidez a efectos de poder cubrir cualquier emergencia que surja
en el mercado cambiario local, debido a que siempre se dijo que la posesión de una alta
cuota de reservas era una garantía ante posibles riesgos de mercado, es decir
que se hace un préstamo a una entidad financiera internacional, gigantesca para poder
suponer que es segura.
Cualquiera recordará las fuertes corridas cambiarias producidas durante las distintas
presidencias del BCRA, que desde entonces estuvieron empeñadas en el armado de una masa
de reservas de dimensión lo suficientemente grande con el argumento de garantizar la
fortaleza de la moneda argentina pero que, en la práctica, toleraron que
fueran liquidadas en breve lapso: uno, que añoró ser presidente del BCRA despilfarró
más de 1000 millones de dólares en menos de una semana, y no fue el único.
Como se dijo, la doctrina monetaria copiada en la argentina desde el golpe del 76,
considera legítima la expansión monetaria basada principalmente en las reservas
internacionales, es decir, creamos dinero sólo al recibir un título de deuda emitido por
una entidad extranjera porque es considerado sólido, pero consideraría absolutamente
ilegítima esa expansión si fuera realizada a partir de un gigantesco plan de obras
públicas capaz de provocar una profunda transformación de la estructura productiva
argentina, como sería el caso, por ejemplo, de la construcción de 5000 Km. de vías
férreas (lo inmediato en la red troncal de nuestro país) o de seis plantas de
generación núcleo eléctrica que permitirían asentar una violenta expansión de su
oferta y de la industria en general, o resucitar la industria aeronáutica y la propia
industria ferroviaria, o la industria nuclear, de la microinformática, de la
biotecnología, etc. donde los activos de reserva serían los propios activos fijos de las
actividades donde se apoyaría el desarrollo.
A título de ejemplo, vale la pena imaginar los efectos productivos (empleo, producción,
salarios, consumo, recaudación tributaria, tecnología, inversiones indirectas, etc.) que
serían ocasionados en cada una de las 24 jurisdicciones políticas de la Argentina de
concretarse en ellas inversiones incrementales de 100 millones de dólares en cada una, lo
que sería una inmovilización de reservas por solamente 2400 millones de la misma moneda.
Al asumir el Dr. Néstor Kirchner la presidencia de la nación en 2003 se encontró con
una coyuntura económica internacional favorable, en la que el crecimiento de la demanda
de commodities de origen agropecuario, debido a la fuerte expansión de economías como
las de China e India, estaba asociado con un fuerte aumento en los precios de dichos
productos y cosechas récords en nuestro país, producto éstas de los avances
tecnológicos verificados en el pasado reciente y condiciones climáticas altamente
beneficiosas.
El resultado de toda esa conjunción de factores fueron saldos comerciales externos nunca
vistos en la historia económica de nuestro país y un impulso a la actividad económica
general que posibilitó una relativamente rápida recuperación de la crisis, verificada
en incrementos del PBI a tasas importantes.
El acumulado de saldos positivos de la balanza comercial argentina desde el inicio del
período kirchnerista hasta la fecha es superior a los U$S 100 mil millones y, similar
agregado pero con toda la cuenta corriente de Balance de Pagos es cercano a los U$S 50 mil
millones, lo que explicaría en parte el stock de reservas que hizo enorgullecer a
nuestras autoridades.
En opinión personal el BCRA retaceó continuamente su apoyo a esa evolución productiva y
exportadora: hacia el fin del mes de mayo de 2009, el total de reservas internacionales
consignado en sus cuadros de Activos y Pasivos (resumidos) mostraba una posición de $ 175
MM, lo que convertido a divisas según el Tipo de Cambio de ese entonces 3.81 $/U$S arroja
los casi U$S 46 MM, pero la Base Monetaria en la misma fecha era de $ 108 MM (en dólares
28.3 MM), es decir, que había una parte de reservas no convertidas a BM , que serían las
que el Gobierno de la Presidenta Cristina Fernández quiso tomar con destino a la
formación del Fondo del Bicentenario, dada la explícita negativa de la Presidencia del
BCRA a monetizarlas.
Sostengo la idea del retaceo, no desde ahora sino desde el inicio de la gestión, en el
sitio www.licrafaellevy.com.ar , puede comprobarse que ya en 2005 era visible una
divergencia entre la política económica de ese entonces y la monetaria: dentro del
postulado antiinflacionario del monetarismo toda expansión monetaria es, por definición,
inflacionaria y, por tanto, el BCRA fue restringiendo la emisión, como los acumulados
citados permiten observar.
Adicionalmente se hace necesario recordar que la cantidad de dinero debe de acompañar el
crecimiento de la producción so riesgo de convertirse en una traba para ella, la
experiencia argentina de los últimos años demuestra que no ha acompañado el sendero
expansivo vivido por el sector real, lo que vuelve sobre el tapete la historia de los
desaciertos de la política monetaria en situaciones de crisis y en las expansivas,
desaciertos cubiertos por la ignorancia del común de la gente y titubeos de sectores
profesionales, y por un culto mediático hacia el exitoso en ingeniería
financiera cuando no en especulaciones financieras.
¿Cuál será el destino que se le dará al Fondo del Bicentenario? Los trascendidos
emanados desde el Gobierno son de por sí confusos (pago de deuda externa, planes
sociales, planes de desarrollo) confusión potenciada por el interés de los medios de
descalificar la medida.
Es visible la ausencia de una política económica orientada al desarrollo: el Gobierno se
propone la reducción de la pobreza e indigencia, el aumento del salario real y otras
medidas demostrativas de su sensibilidad hacia las necesidades de los sectores
socioeconómicos más desprotegidos, pero no atina a elaborar un plan integral de
modificación profunda de la distribución del ingreso y aún en su lucha contra la
pobreza e indigencia sus resultados son magros debido a su desacertada política
antiinflacionaria y el deterioro de la calidad institucional de nuestro país.
Son tomadas medidas de las que no queda claro si se trata de partes de un plan orgánico o
de urgencias circunstanciales, como en los casos de nacionalización de empresas
prestadoras de servicios o en la de los fondos de jubilaciones y pensiones.
Lo primero tiene que ver con la improductividad física y documental del Ministerio de
Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, del cual no se conoce la
existencia de un plan integral de obras públicas: se ve por el contrario que se deteriora
el stock de las existentes y la baja calidad de las nuevas; no se notan respuestas
adecuadas ante la criticidad del sector energético, tanto eléctrico como en
hidrocarburos, y las respuestas vistas, en el caso de la renacionalización de prestadoras
de servicios, tuvieron lugar luego de ostensibles y prolongadísimos casos incumplimiento
(semi delictuales) de los compromisos asumidos al momento de su privatización: casos de
Aerolíneas Argentinas, Aguas Argentinas, etc.
También se nota una desintegración de las funciones correspondientes a un Ministerio de
Economía, absolutamente necesario para el seguimiento de la coyuntura: fue subdividido en
varias reparticiones, luego de una heterogénea rotación de funcionarios que lo ocuparon
como titular, las cuales no presentan una coherencia adecuada a su importancia habiéndose
visto algunas veces casos de público enfrentamiento entre miembros del equipo. |
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Fecha de publicación: 29/03/10 |
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