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Mercado de Capitales: una Asignatura Pendiente
Nota publicada en el BAE, el jueves 8 de marzo de 2001

Autor: Dr. Julio Rubén Rotman
Tesorero del CPCECABA
Deben generarse incentivos impositivos para las empresas que cotizan en la Bolsa. Así, el inversor minoritario será enemigo de la informalidad y defensor de la transparencia de precios
Actualmente se encuentra en estudio un anteproyecto de Ley de Transparencia y de Mejores Prácticas para el Gobierno de las Sociedades. El Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires emitirá próximamente una opinión institucional, ya que oportunamente fue convocado por la Secretaría de Asuntos Financieros del Ministerio de Economía a la presentación del citado anteproyecto. Así, decidió crear un grupo de trabajo formado por reconocidos profesionales que brindarán su aporte en un tema que es absolutamente prioritario. El desarrollo del mercado de capitales en la Argentina es una asignatura pendiente. Es de desear que, a partir del apuntado anteproyecto, comience a revertirse un ciclo negativo que se caracterizó por la falta de transparencia y el maltrato al accionista minoritario.

Además, en los últimos años se descuidó al sector de papeles privados, y las urgencias financieras determinaron que el interés sólo se canalizara en facilitar la colocación de títulos y bonos, mirando exclusivamente la coyuntura estatal.

En cuanto al mercado de acciones, la falencia fue manifiesta. Infinidad de empresas, muchas con décadas de tradición en la Bolsa, se han retirado de la oferta pública. Los volúmenes negociados han disminuido geométricamente y sólo un puñado de papeles cotiza diariamente y con escaso entusiasmo.

Se podrá señalar desde algún sector que se incrementó la capitalización bursátil (es decir, el teórico valor de las empresas que surge de multiplicar el capital accionario por el valor de cotización), pero es un argumento poco sincero. En efecto, al cotizar algunas de las empresas privatizadas, aumenta naturalmente dicho indicador, pero sólo responde a una cuestión estadística y no como consecuencia de un incremento genuino del mercado.

Además, las empresas privatizadas no tienen “atractivo político”, ya que la inversión en las acciones de estas firmas sólo persigue el objetivo de un hipotético dividendo en efectivo o un aumento de cotización. Pero, por las características de las emisiones, es imposible “un cambio de manos” en el paquete accionario mayoritario a través de transacciones que puedan producirse en el mercado de valores. Las acciones políticas o “de oro” no cambian de dueño.

Como si esto fuera poco, en los últimos meses, los organismos de control aprobaron modificaciones propuestas por otras empresas cotizantes que propusieron “canjes de acciones”, que, en la práctica, también determinan la perpetuidad de los actuales grupos mayoritarios, aun sin contar con el tradicional “mitad más uno de los votos”. Esto ocurrió en empresas grandes con estructuras familiares que necesitaban obligatoriamente aumentar su capital para poder seguir manteniendo una hegemonía tecnológica. No se pusieron trabas a estas discutidas propuestas.


El minorista, a la deriva

La falta de incentivos, la recesión económica y la ausencia de una política de protección más severa al accionista minoritario también motivaron, al menos en los últimos tres años, otras distorsiones. Las acciones cotizaron a valores increíblemente bajos, y cualquier accionista, ante estas circunstancias extraordinarias, y teniendo el respaldo de un porcentaje interesante del paquete accionario de una empresa, pudo influir en los precios de manera sustancial. Por lo menos, fue sospechoso el retiro de varias firmas cotizantes, que ofrecieron pagar a los minoritarios un precio algo superior a las cotizaciones paupérrimas que ellas mismas “alentaron”.

Los minoritarios, en casi todos los casos, tuvieron que aceptar estas ofertas, ya que la alternativa de quedarse con acciones que en la práctica iban a dejar de cotizar, ya sea por retiros autorizados o por falta de liquidez bursátil, era todavía peor que malvender sus activos. Lo concreto es que se vivió una situación de indefensión que en la práctica acentuaba y aceleraba la desaparición del mercado de, por lo menos, las especies menos líquidas.

En el apuntado contexto, resulta casi anecdótico que se autorice en el mercado de capitales argentino una suerte de “nasdaquito”. La Comisión Nacional de Valores, mediante Resolución 362/2000 publicada en el Boletín Oficial el pasado 5 de enero, supuestamente a pedido de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, aprobó la constitución de un nuevo panel para la cotización de empresas tecnológicas en la Bolsa de Comercio. Los considerandos de la norma sostienen que “es conveniente dotar al mercado de capitales argentinos de una mayor gama de productos que permitan optimizar el perfil de rendimiento y riesgo de los inversores”. Estas empresas no están obligadas a presentar balances trimestrales, aunque deben realizar un informe del directorio, conformado por el organismo de fiscalización interna, sobre la evolución de la sociedad.

Los resultados de esta propuesta parecen ser como mínimo dudosos en el actual desarrollo del mercado. Primero, cabría fortalecer al panel general.

¿Conviene que suba la Bolsa?

Pese a que pasaron muchos años, aún está fresco el pensamiento de un ex presidente argentino, que había calificado de “timba” a la Bolsa. Habitualmente, algunos economistas colegas formulan definiciones parecidas. Pero lo más triste es que a muchos profesionales –que se supone que son los que poseen mayor educación- casi les resulta indiferente si sube o baja la Bolsa del país. “Total yo no tengo acciones”, suelen decir. Aunque parezca una asignatura de colegio primario, hay que volver a advertir sobre la importancia que tiene para la economía un mercado de capitales creciente y saludable. La amplia mayoría de los ciudadanos norteamericanos invierte con buen resultado en las empresas, que muestran total predisposición para abrir sus capitales.

En la Argentina, hay que incentivar impositivamente a las empresas que cotizan en Bolsa. Desde el punto de vista fiscal, el resultado será positivo, puesto que el inversor minoritario en las asambleas se convertirá en el más eficiente enemigo de la economía informal y en el defensor de la transparencia en los precios de transferencia de las grandes empresas.

Una suba bursátil no sólo responde a un momento económico. También es producto del entendimiento de la importancia del mercado por parte de las autoridades, de la defensa del accionista minoritario y de la transparencia en las operaciones

Fecha de publicación: 12/03/01

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