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El desafío tecnológico: un arma de doble filo
Autor: Dr.
LE Juan V. Russi
Dr. Juan V. Russi plantea que el fin de la agricultura no es sólo producir el máximo de alimentos al más bajo costo directo, empleando el menor número de personas. La verdadera propuesta sería producir una determinada cantidad de alimentos de una calidad que satisfaga y respete la salud humana, de una manera que contemple el medio ambiente, y apunte a mantener el empleo en un nivel que asegure la estabilidad social en las comunidades rurales. Por consiguiente propone revisar nuestras prioridades.

La aplicación de nuevas tecnologías en el ámbito agropecuario no se transfiere a la población. Por tal motivo pone en duda la conveniencia de un proceso tecnológico que elimina empresas agropecuarias que constituían el medio de vida de muchas familias en aras de una concentración de la propiedad, con el agravante que en nuestro caso la mayor producción no significan más alimentos para los argentinos.

Aboga por una agricultura no intensiva. Las sociedades modernas creen en el cultivo intensivo porque su cultura se basa en la medida y el recuento más que en tratar de comprender el fenómeno y sus fundamentales consecuencias a largo plazo: erosión de los suelos, contaminación de aguas por efluentes químicos, aceleración de la disminución o agotamiento de las napas subterráneas, destrucción de la diversidad genética, contaminación de los productos alimenticios y daños a la salud pública.
Una de las preguntas, que me hago permanentemente es que si la labranza intensiva en que se basa la agricultura moderna es nociva para la salud pública y desestabiliza a la sociedad.

Los cultivos intensivos se basan en la creencia de que los alimentos son como cualquier otro producto y que la agricultura responderá a la tecnología en la misma forma que la industria.

Si se introduce nueva tecnología, se aduce que habrá una mayor productividad y eficiencia. Campos modernos, con tendencia a grandes y mecanizados, producirán más y más baratos alimentos si usan los últimos descubrimientos científicos, para beneficio de la economía y del pueblo de todo el mundo.

La necesaria eliminación de empleos rurales, continua este razonamiento, no difiere de la pérdida diaria de puestos industriales a causa de las innovaciones tecnológicas que no contemplan la creación simultánea de condiciones de sustentabilidad social, con metodologías de evaluación de proyectos que contemplen las internalidades y externalidades que generan a partir de su instrumentación y puesta en marcha.

En nuestro país la situación es la siguiente: el último censo agropecuario registra la cantidad de 421.221 establecimientos, de los cuales 228.357 constituyen verdaderas empresas agropecuarias, casi en su totalidad de tipo familiar. Las 60 u 70 millones de toneladas de cereales y 2,5 millones de toneladas de carne que se producen en el país, se concentra en un 20% de estos establecimientos.

Es más, hombres y mujeres se verán liberados de la tierra, lo que le permitirá participar en sectores dinámicos de la industria contemporánea, desde los cuales contribuirán al crecimiento del PBN y a la prosperidad pública.

A primera vista esto parece obvio. Sin embargo, es totalmente erróneo. Cuando la gente deja la tierra, va a gravitar sobre las ciudades en busca de trabajo. Pero en ninguna parte del mundo hay puestos de trabajo suficientes y la infraestructura vivienda, colegios, hospitales, etc,- ya es insuficiente.

El resultado es el aumento de la desocupación, con sus concomitantes costos de asistencia social y los inevitables mayores gastos en infraestructura. Estos son los costos indirectos de la agricultura intensiva que deben ser tomados en cuenta.

Existe también un precio más grave , si como resultado del cambio, se pierden puestos de trabajo en determinadas industrias vinculadas a la actividad agropecuaria.

Esta problemática ya había sido planteada por Raúl Prebisch a comienzos de los 60’ como la insuficiencia dinámica para el desarrollo de América Latina, donde la incorporación de progreso tecnológico en los sectores agroexportadores, principales proveedores de divisas, generaban desempleo en la población rural que no podía ser absorbida productivamente por las actividades económicas de los aglomerados urbanos. La consecuencia era la pérdida de los frutos de este progreso técnico, que no llegaba a la población a través de un mayor poder adquisitivo de los salarios, y en parte apropiado en el exterior a través del deterioro de los términos de intercambio.

Algunas empresas en declinación sufren, mientras otras entidades más competitivas prosperan o surgen. Pero la pérdida de empleos rurales y la emigración del campo a las ciudades ocasiona un cambio irreversible, que ha contribuido en todas parte del mundo a la desestabilización de la sociedad rural y a la expansión de vastas concentraciones urbanas tugurizadas. En ella se concentran individuos desarraigados, cuyas familias han sido divididas, cuyas tradiciones culturales se han extinguidos y que se han visto reducidas a vivir de la caridad del Estado (hoy en la Argentina es imposible debido a la crisis por la cual atraviesa el sector público).

Como escribió Jose Llutzenberger, el perspicaz ex ministro de medio ambiente de Brasil, los notorios tugurios de su país, conocidos como favelas, fueron el resultado directo de los desplazamientos rurales causados por la revolución verde de los años 50. Esta fue la primera y más importante iniciativa científica de aplicar cultivos intensivos en grandes áreas, que supuestamente habrían de acabar para siempre con la hambruna en todo el mundo.

Si la productividad se mide en términos de producción por unidad de superficie, o de energía, o de relativa aplicación de capital, son los pequeños establecimientos los que se llevan las palmas.

El rendimiento por persona podría haber sido una consideración importante en las naciones occidentales altamente desarrolladas, donde el costo de la mano de obra es grande y el tenor de vida elevado.

Pero en nuestro caso, donde los salarios nominales son de $ 290, el gran desafío es tratar de armonizar políticas que estabilicen estas vastas y cada vez mas crecientes poblaciones, gran parte de las cuales esta desocupada y empresas agropecuarias con costos directos crecientes.

Según Sir J. Goldsmith en su libro “La trampa” hace mención que en el mundo hay todavía tres mil cien millones de personas que viven del campo. Si se impusieran universalmente métodos de agricultura intensiva y la productividad por cabeza alcanzara los niveles de Australia, alrededor de dos mil millones de personas habrían perdido sus modos de vida.

De acuerdo a lo que ya hemos expresado las comunidades rurales en todo el mundo serían barridas como por una enorme riada. Poblaciones enteras quedarían desarraigadas y confinadas en tugurios urbanos. Como las naciones afectadas se volverían ingobernables y resultarían empobrecidas, sus pueblos deberían buscar refugios en otras partes. Se producirían migraciones masivas de pueblos desplazados.

Sin embargo, algunos economistas desprecian los costos sociales y económicos cuando calculan el alimento producido según los métodos intensivos. Las sociedades modernas creen en el cultivo intensivo porque su cultura se basa en la medida y el recuento más que en tratar de comprender el fenómeno y sus fundamentales consecuencias a largo plazo.

Otro de los efectos que tiene la agricultura intensiva es el efecto sobre el medio ambiente y en la población como es bien conocido: erosión de los suelos, contaminación de aguas por efluentes químicos, aceleración de la disminución o agotamiento de las napas subterráneas, destrucción de la diversidad genética, contaminación de los productos alimenticios y daños a la salud publica.

La nueva frontera de la agricultura intensiva es la biotecnología, que incluye la manipulación genética. No cabe duda de que esta última nos va a traer algunas notables e inesperadas complicaciones. Para concluir es que necesitamos revisar nuestra prioridades.

La propuesta que el fin de la agricultura es sólo producir el máximo de alimentos al más bajo costo directo, empleando el menor número de personas, trae aparejado ganadores que son fáciles de identificar: las empresas de agroquímicos y biotecnológicas junto a sus expertos y agentes de presión.

La verdadera propuesta sería producir una determinada cantidad de alimentos de una calidad que satisfaga y respete la salud humana, de una manera que contemple el medio ambiente, y apunte a mantener el empleo en un nivel que asegure la estabilidad social en las comunidades rurales.

Si se cumple esta propuesta la estabilidad de las comunidades rurales se vería restablecida. Las ciudades y sus habitantes se beneficiarían porque cesaría el éxodo de las zonas rurales hacia ellas. La contaminación del medio ambiente por los productos químicos y biotecnológicos se reducirían sustancialmente.

Es fácil determinar quienes son los perdedores a corto plazo como hoy esta planteada la situación en el mundo: la sociedad en su conjunto.

Fecha de publicación: 18/12/02

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