Que el Bicentenario nos inspire
Este año estamos celebrando el Bicentenario, nada menos, de nuestra Independencia como Nación. Tal como estamos, parece una ocasión propicia para preguntarnos intensamente sobre nuestro ser y esencia, para impulsar una nueva etapa que debiera caracterizarse por la superación –una vez por todas- de las limitaciones, egoísmos y frustraciones que nos impiden alcanzar marcos de amplia participación y desarrollo personal y colectivo, con ampliación permanente de las fronteras de la inclusión social.
En el espacio de nuestra profesión, creemos que la mera especialización en los temas económicos, de negocios y empresariales nos coloca frente a una responsabilidad mayor. Todos nosotros hemos estudiado Ciencias Económicas como un medio de vida, pero también porque nuestra vocación nos llevaba a hacerlo a través de una disciplina que nos permitiera ayudar a acompañar los procesos productivos y de servicios de nuestra comunidad.
De acuerdo con este concepto, en las últimas dos décadas, los profesionales en Ciencias Económicas nos vimos expuestos en un proceso de globalización tal que nos obliga a una permanente adaptación, cuando no a una especialización “dinámica”, es decir, en permanente movimiento. La sociedad demanda cada vez más el concurso de nuestros profesionales para distintas especialidades que la globalización va abriendo. Si la mayoría de nosotros se concentra en escasas áreas de incumbencia, habrá más oferta que demanda en esas áreas, con el consiguiente ajuste de precio de nuestra hora de trabajo tanto para la labor independiente como la de relación de dependencia.
La globalización y el avance tecnológico abrieron muchas otras áreas de incumbencia profesional, y nuestro desafío es capacitarnos y desarrollarnos en las áreas no tradicionales, que van teniendo creciente participación en las organizaciones. Hoy son muy pocos los colegas que hacen planificación y control de gestión, marketing y relaciones interpersonales, auditoría interna, gestión de recursos humanos, estandarización de normas internacionales, etc., aun cuando todos tenemos la formación necesaria para embarcarnos en esas disciplinas.
Por eso hemos creído oportuno, en particular para los colegas jóvenes y de mediana edad, pero sin que los adultos mayores tengan por qué verse excluidos, dedicar el tema central de esta revista Consejo a las oportunidades laborales de nuestros profesionales; para ello fueron consultados distintos especialistas en recursos humanos. La propuesta fue muy bien receptada por los distintos autores –incluidos nuestros expertos del Consejo-, ya que sus artículos son de una calidad tan elevada que resultan de lectura obligada para aquellos matriculados interesados en forjar su carrera en el mejor nivel posible.
Por mi parte, permítanme enfatizar que toda carrera profesional de espíritu amplio, entendida como servicios a la comunidad, debe nutrirse de un componente esencial como la ética. Para ello nada mejor que leer nuestro propio Código de Ética y, yendo a un nivel más universal, repasar el mensaje que el Papa Francisco dedicó a nuestra profesión en ocasión del Congreso Mundial de Contadores, que tuvo lugar en noviembre de 2014 en la ciudad de Roma. Allí, los colegas asistentes pudimos visitar al Sumo Pontífice, quien nos regaló su sabia visión acerca de la óptica que tenemos que tener quienes nos dedicamos a las Ciencias Económicas. Viniendo de una personalidad tan ecuménica y sabia, sus palabras tienen que ser una guía permanente del accionar de todos nosotros.
Nos pide Francisco que no perdamos nunca de vista el hecho de que nuestra profesión es también un servicio a la comunidad, y que en tal sentido no les saquemos el hombro a los desafíos del momento, que precisan de nuestra permanente atención para superarlos. Con su proverbial claridad, pone el acento en la cuestión del trabajo. Nos pide que trabajemos arduamente en brindar las garantías jurídicas y económicas más elementales a quienes padecen el desempleo o el trabajo precario, todos ellos muy lejos de que el sistema les ofrezca un trabajo digno.
También nos aconseja el Sumo Pontífice que, además de la ética, abrevemos en el principio de la solidaridad, sin la cual no se concibe una con otra. “Si a las futuras generaciones queremos entregar mejorado el patrimonio ambiental, económico, cultural y social que hemos heredado, estamos llamados a asumir la responsabilidad de trabajar por una globalización de la solidaridad”.
Es cierto que esta responsabilidad que nos adjudica Francisco a priori nos abruma. Pero ello es así solo si no concebimos nuestra profesión sin asociarnos con nuestros pares para dar en conjunto la respuesta que se espera de nosotros. Aprovechemos entonces el espacio que el Consejo nos ofrece para trabajar mancomunadamente –incluso saliendo al encuentro de otras profesiones- para que el desarrollo de nuestra carrera profesional nos sirva para hacer más fácil la vida de nuestro prójimo y alcanzar la felicidad personal.
Los invito a todos a hacer suyos estos objetivos y frecuentar esta Institución para lograrlos todos juntos. Es la mejor manera de honrar la gesta de nuestros próceres de 1816.