Entrevista a Beatriz Resnik, de la Fundación Garrahan: “En la vocación social, la clave es la capacidad de escucha”
Beatriz Resnik es contadora y dirige el área de Relaciones Institucionales de la Fundación Garrahan, donde comenzó a trabajar hace casi tres décadas como auditora externa. A poco de comenzar sintió que estaba en el lugar en el que tenía que estar y, a partir de allí, lo que había comenzado como un trabajo eventual se convirtió en una pasión.
En diálogo con la revista Consejo, la Dra. Resnik se refirió a cómo fue el camino que recorrió desde fines de los 80, cuando decidió orientarse hacia su vocación social. También describió su día a día en busca de que la Fundación cubra las necesidades de los pequeños enfermos y sus acompañantes que llegan de todo el país para tratar patologías complejas en el hospital Garrahan.
Una de las iniciativas que impulsó a través de su rol en la Fundación fue la creación de la Casa Garrahan, un complejo de viviendas que aloja a familiares y niños que viven a más de 100 kilómetros de la Ciudad y se atienden en los hospitales pediátricos Elizalde, Garrahan y Gutiérrez. La Casa cuenta con el patrocinio de nuestro Consejo, que asumió los costos anuales del mantenimiento de una habitación y de parte de los ambientes comunes donde los chicos realizan actividades de esparcimiento.
El acuerdo de patrocinio entre ambas entidades se selló en marzo último, cuando, además, nuestra Institución donó una impresora, cartuchos de tinta y papel de calidad fotográfica. Para los chicos en tratamiento, las fotos de las actividades sociales que se desarrollan en la Casa son una fuente de estímulo, por lo cual ayudan a su recuperación.
En rigor, el vínculo de nuestro Consejo con la Fundación Garrahan comenzó en 1999, cuando nuestra Institución se sumó a los programas de reciclado de papeles, tapitas plásticas y llaves.
RC: ¿Cómo fueron tus comienzos en la Fundación?
BR: Yo era contadora y empecé hace 28 años, a los pocos meses de creada la Fundación, en auditoría externa. Pero a mí lo que más me gustaba era llegar, estar con los chicos; lo hacía dos veces por semana. Y me di cuenta de que eso era lo que yo quería.
-¿Cuáles fueron los primeros desafíos con los que te encontraste?
-Al poco tiempo de llegar, arrancamos con el proyecto de la Casa Garrahan. Veíamos que los pacientes que venían del Interior faltaban a los turnos u ocupaban camas innecesariamente. En marzo, la Casa cumplió 19 años. Si bien se inauguró en 1997, empezamos a trabajar en el proyecto en 1992. Había que buscar fondos y un terreno, hacer muchos trámites...
-¿Cómo funciona la Casa Garrahan?
-Es un modelo único. Se sostiene con donaciones a través de un esquema de padrinazgos, como el del Consejo con la habitación 106, que se extiende por un año, durante el cual asume los gastos de luz, gas, etc.
-¿Cómo es la Casa?
-Eran 30 habitaciones y hace diez años se amplió a 46, de las cuales dos hoy se utilizan para dar charlas a las mamás sobre temas de psicología, higiene y alimentación. El objetivo es darles herramientas para cuando vuelvan a sus casas.
Los que se alojan en la Casa no tienen recursos y viven a más de 100 kilómetros. Son derivados por el servicio social de hospitales del interior para ser atendidos en el Elizalde, el Garrahan o el Gutiérrez.
Nuestro lema es: “un hogar lejos del hogar”. Alojamos a unas 85 personas, con un tiempo promedio de estadía de unos cinco días.
-¿Qué balance podés hacer de estas casi dos décadas de la Casa?
-Fue como ver crecer a un hijo. El balance es muy positivo.
-¿Qué desafíos tienen por delante?
-Estamos tratando de replicar el modelo de la Casa en las provincias. En algunos lugares, ya se está empezando a implementar. Nosotros les damos una capacitación, vamos al lugar y colaboramos. El año pasado se inauguró una Casa en la provincia de Salta. También se están haciendo Casas en Resistencia, Chaco, y en la ciudad de La Plata.
Además, el año pasado inauguramos el Centro Integral para el Paciente Oncológico, de 7.200 m². Fue otro hijo más.
-A nivel personal, ¿qué te aporta trabajar en la Fundación?
-Trabajo de mi verdadera vocación, que se relaciona con lo social, lo familiar. Para eso, hay que ser buena escuchando, porque de enterás de cosas muy duras... Te encontrás con una realidad que muchas veces no conocemos.
-¿Cómo hacés para no quebrarte y seguir trabajando?
-Trato de mantener una actitud positiva y de ayudar. Lo llevo adentro; tengo mucha empatía con los chicos y con las mamás. Pero hay momentos muy duros. Cuando uno de los chicos se va, es muy fuerte. Pero hay que saber que mañana es otro día… Aparte hay triunfos, como cuando conseguís que venga un famoso… Para las mamás y los chicos, encontrarse con un famoso, como Chayanne o Piñón Fijo, es increíble.
-Me imagino que después de eso los chicos no se quieren ir.
-¡Así es! Es importante saber que con la alegría, con la risa, se ayuda a la salud.
-¿Ser mujer te aporta algo para tu labor en la Fundación?
-El género no tiene nada que ver. Hace casi tres años que tengo un secretario varón. Los varones sienten y trabajan igual. Lo importante es involucrarse, no el género.
-¿Qué le recomendarías a un profesional en Ciencias Económicas que desee orientarse hacia el tercer sector?
-Le recomendaría que tenga pasión, que se vaya involucrando de a poquito y viendo los resultados, que le ponga amor. Le tiene que gustar mucho, tiene que ponerle mucho empuje.