Bitcoin: pasado, presente y futuro de la moneda virtual más conocida

No hace mucho tiempo, en mayo de 2010, un analista de sistemas llamado Laszlo Hayeck, que vivía en Louisville, EE.UU., pidió dos pizzas por teléfono y las abonó con una moneda que recién comenzaba a circular.
Tuvo la fortuna, o no, que quien le tomó el pedido le aceptó el pago con Bitcoins (BTC). Se pusieron de acuerdo y por ese consumo de 30 dólares Hayeck abonó con 10.000 BTC. 


Lejos estaba de suponer que solo siete años después esas 10.000 monedas virtuales, que en ese momento cotizaban a 0,003 dólares cada una, llegarían a cotizar en su máximo histórico nada menos que a unos 5.000 dólares. Es decir que se valorizaron nada menos que 1,7 millones de veces.


Si en vez de cenar pizza Hayeck los hubiera mantenido en su poder, en la actualidad habría amasado una fortuna, que llegó a ser de 50 millones de dólares, equivalente a 3,3 millones de pizzas. Lo que sí es un misterio es qué hizo el dueño de la pizzería con esos Bitcoins, pero esa es otra historia…


Ahora bien, la pregunta habitual en estos casos es precisamente: ¿qué es un Bitcoin?


Sin entrar en tecnicismos, se puede decir que se trata de una moneda que surge de un “Protocolo Bitcoin” publicado en 2009 por Natoshi Nakamoto, un singular personaje del que hasta la actualidad nadie sabe cuál es su verdadera identidad. Tal es así que a lo largo de los años surgieron varios nombres de posibles candidatos e incluso se llegó a especular que la propia CIA estaba detrás de todo esto.

Bitcoin nace con ambiciones elevadas: proporcionar un medio de pago rápido, a bajo costo y que no pueda ser controlado ni manipulado.

Lo cierto es que Nakamoto planteó en el origen que el “Bitcoin nace con ambiciones elevadas: proporcionar a los ciudadanos un medio de pago que posibilite la ejecución de transferencias de valor rápidas, a bajo costo y que, además, no pueda ser controlado ni manipulado por gobiernos, bancos centrales o entidades financieras”.

 

En la práctica se trata de una moneda virtual que se adquiere a través de plataformas Web y se almacena en billeteras virtuales; para sus defensores su principal virtud es la posibilidad de hacer todo tipo de transacciones a nivel global en forma anónima y segura, y sobre todo a muy bajo costo.


Si bien también permite realizar una variada gama de operaciones comerciales, su principal aplicación es de índole financiera, ya que la enorme volatilidad de su cotización es un condicionante para quienes compran y venden bienes y servicios con ella.


Para tener una referencia de las variaciones casi instantáneas de su cotización, vale hacer referencia a que su precio pasó de los u$s500 en septiembre del año pasado a los u$s5.000 de agosto de este año, con profundas oscilaciones en el camino.


Tal vez el gran hallazgo de Nakamoto, sea quien fuere, es la idea de un “diario mayor” descentralizado, pues no existe un único órgano de control a nivel global que administre y contabilice  los millones de transacciones que se realizan a diario.


Esa tarea está en manos de los denominados “mineros”, que son los encargados de “extraer” los Bitcoins de las minas. Dicho de otro modo, Nakamoto ideó un sistema denominado “blockchain”, según el cual toda la información se condensa en bloques que a su vez forman cadenas, siendo cada uno único e irrepetible, lo cual le da certeza y confianza a cada operación.


La función de los mineros es precisamente descifrar en menos de diez minutos un complicado algoritmo que va junto con cada bloque y, como premio de su trabajo, en caso de tener éxito y minar la información, reciben como premio hasta 12,5 Bitcoins.  

“Quien ingrese en este mercado lo debe hacer a sabiendas de que corre un riesgo que debe ser evaluado antes de tomar una decisión”.

En cuanto al futuro de esta moneda y de las casi 500 que compiten hoy en día en el mercado, las opiniones son muy contradictorias, pues van desde la desaparición de la moneda hasta valores que resultan llamativos por su magnitud.


En tal sentido, no son pocos los analistas que consideran que se está en presencia de una enorme burbuja, que se puede estimar en el orden de los u$s150.000 millones. En tal sentido, argumentan que la violenta suba de los precios no hace otra cosa que respaldar la idea.


En todo caso, las estadísticas demuestran que, en solo tres años, el avance de las cotizaciones fue similar al acontecido a lo largo de diez años en Wall Street, que terminó con la implosión de las denominadas compañías “punto.com” a principios de 2000.


No por nada, en las últimas semanas, varios de los principales bancos centrales del mundo, como los de China, Rusia, y recientemente el de Inglaterra, comenzaron a emitir una serie de advertencias sobre los efectos que podría acarrear el uso masivo de criptomonedas; y de hecho buscan frenar el avance de nuevas emisiones, bajo la forma de los denominados ICO (Initial Coin Offer).


En definitiva, si bien un número creciente de personas lo ponen en la mira como una inversión más que interesante, quien ingrese en este mercado lo debe hacer a sabiendas de que corre un riesgo que debe ser evaluado antes de tomar una decisión que ponga en peligro su patrimonio personal o familiar. En definitiva, enfrentar una vez más la disyuntiva entre “miedo e incertidumbre”.