La marea de fondo que mueven las criptomonedas
Los viejos lobos de mar bien saben que en la inmensidad de los océanos suelen convivir, a veces en forma pacífica y en otras no tanto, las olas de la superficie y las mareas de fondo.
En el mundo de las criptomonedas parece estar sucediendo algo parecido. Si bien de un tiempo a esta parte todo lo referido a la más emblemática de ellas -el Bitcoin- se asemeja a una enorme ola, la marea de fondo aparenta tener una fuerza aún difícil de predecir.
Retomando el caso del Bitcoin, cabe recordar que su cotización comenzó a crecer en forma insospechada a mediados del año pasado, cuando se ubicaba en torno a los u$s1.000 para alcanzar su máximo en diciembre al rozar los u$s20.000 por unidad.
Una vez alcanzado ese punto, esa inmensa ola “rompió” con la misma intensidad que se había formado y en cuestión de algunas semanas su precio retrocedió hasta los u$s6.500 para luego recuperar algo del terreno perdido.
Este comportamiento hizo que muchos analistas consideraran que su evolución respondía cabalmente a lo que se denomina una “burbuja financiera”, a partir de lo cual se generó toda una corriente de opinión que no solo se suma a esa teoría, sino que también apuesta a la desaparición de la moneda virtual, al menos en lo que hace a su atractivo desde el punto de vista monetario.
De confirmarse esta teoría, la ola podría ir perdiendo fuerza hasta llegar en algún momento mansamente a la orilla, pero la que sí permanecería vigente en el tiempo es la marea de fondo, representada en este caso por la tecnología que nació a partir del protocolo del Bitcoin ideado por Satoshi Nakamoto allá por 2009.
La ola podría ir perdiendo fuerza hasta llegar mansamente a la orilla, pero la que sí permanecería vigente en el tiempo es la marea de fondo.
El aún desconocido creador de la criptomoneda, pues todavía no se sabe realmente quién es, afirmó que “Bitcoin nace con ambiciones elevadas: proporcionar a los ciudadanos un medio de pago que posibilite la ejecución de transferencias de valor rápidas, a bajo costo y que, además, no pueda ser controlado ni manipulado por gobiernos, bancos centrales o entidades financieras”.
Lo más interesante de todo esto es que dicho protocolo se sustenta en una tecnología absolutamente innovadora, denominada blockchain, semejante a un gran libro contable mayor, público y distribuido, en el que queda reflejada la historia de todas las transacciones, en lo que se conoce como cadena de bloques, que a su vez es difícilmente falsificable.
Su aspecto más relevante es que por su conformación puede resolver los problemas de seguridad que suponen los intercambios descentralizados de monedas, a lo que se suma la posibilidad de poder ser de aplicación en muy diversos campos.
Pero, en definitiva, ¿qué es el blockchain? Básicamente se trata de una cadena de bloques que elimina a los intermediarios que deberían intervenir en el momento de realizar una transferencia de fondos, lo cual permite descentralizar toda la gestión.
Uno de sus principales atributos es que el control del proceso es de los usuarios, que se convierten en partícipes y gestores de los libros contables, remplazando a los intermediarios, que, en el caso de una transferencia de fondos, son los bancos.
La cadena de bloques, entonces, es un enorme libro contable en el que los registros se agrupan en los que en la práctica se denominan bloques. Estos se van enlazando de manera cifrada para proteger la seguridad y privacidad de las transacciones.
Y así se llega al último paso del proceso, que es el de la validación de la transacción. Una tarea que está a cargo de los “mineros”.
A manera de ejemplo, si una persona le transfiere dinero a un tercero, lo primero que se hace es corroborar si el primero tiene los fondos suficientes y, cumplido dicho requisito, se valida la transacción.
Cada una de estas transacciones se registra dentro de un bloque, que, una vez completo, se integra a la cadena.
Quienes saben del tema aseguran que el concepto blockchain plantea una enorme revolución que se extenderá a distintos ámbitos de la vida cotidiana.
En ese momento intervienen los mineros, que son los encargados de registrar este intercambio en el gigantesco libro de cuentas a cambio de una comisión, expresada en criptomonedas.
Su tarea consiste en resolver problemas informáticos de enorme complejidad, para lo cual requieren una potencia de cálculo de magnitudes crecientes.
Solo a partir de la resolución de ese problema, la transacción quedará cerrada una vez que se selle el bloque en el que se la ha registrado. Todo en un tiempo máximo de diez minutos.
Ya dado ese paso, se acreditará el dinero en la cuenta del destinatario, todo ello de forma segura gracias al cifrado.
Quienes saben del tema aseguran que el concepto blockchain plantea una enorme revolución que se extenderá a distintos ámbitos de la vida cotidiana.
Es por ello que numerosas corporaciones globales están invirtiendo en diferentes desarrollos con el objetivo no solo de reducir sus costos operativos, sino también de mejorar sus sistemas de seguridad y brindar nuevas oportunidades de negocios a sus clientes y proveedores.
Y es precisamente por ese motivo que muchos gobiernos que se oponen a legalizar el uso del Bitcoin en sus países reconocen el enorme potencial que ofrece esta tecnología.
Como decíamos al principio de la nota, una ola puede durar un suspiro, pero lo importante son las mareas de fondo y todo indica que esta gana cada vez más fuerza.