Un camino de excelencia

El lugar de privilegio que la Universidad de Buenos Aires (UBA) ha alcanzado, tanto en el plano nacional como en el internacional, es producto de un proceso de consolidación de una política educativa desarrollada sobre la base de cuatro pilares fundamentales que explican en gran medida su evolución. Ellos son: la actualización de los planes de estudio, la inclusión de nuevas tecnologías al proceso de aprendizaje-enseñanza, el fortalecimiento de las capacidades de investigación (principalmente, en aquellas áreas estratégicas para el país) y el desarrollo de la inserción internacional de la Universidad.

En esta sociedad del conocimiento, donde los cambios científicos y tecnológicos se realizan en forma cada vez más veloz (en muchos casos, los descubrimientos o nuevas ideas modifican el sentido de los contenidos), la UBA logra una flexibilización para ajustar su funcionamiento y su organización a fin de llegar así a las nuevas generaciones sin apartarnos de los valores esenciales por los que fuimos objeto de creación y que configuran nuestra esencia. Esa razón de ser se funda en que no sólo formamos profesionales con los mejores conocimientos académicos, científicos o tecnológicos, sino, además, ciudadanos comprometidos con valores éticos y morales en un sistema abierto de pluralidad de ideas, de libertad de cátedra y que defiende los derechos humanos y las instituciones democráticas.

En esta revolución permanente del conocimiento, la UBA está atenta a los cambios casi frenéticos que la evolución de la tecnología impone a la sociedad y, en consecuencia, en el proceso de enseñanza y aprendizaje. La aplicación de la tecnología en la relación docente-alumno, que es la más importante en cuanto a la transmisión de valores y de los conceptos éticos y morales, es un eje fundamental del que no debemos apartarnos. El brillante desempeño de nuestros investigadores en todo el mundo y las distinciones que nuestros alumnos e investigadores reciben son una clara señal de que vamos por el buen camino.

Formamos profesionales con valores éticos y morales en un sistema abierto de pluralidad de ideas.


Está claro que, en nuestro país, la Universidad, en particular la pública, concibe a la educación como un bien público y social; un derecho de todo el pueblo y un deber indelegable del Estado. Tomamos como un mandato no escrito el hecho de que la UBA debe devolverle a la sociedad lo que ella le brinda. De esta manera, la encontramos estrechamente vinculada al tejido social y a su problemática para así aportar soluciones a sus problemas. La apertura de la Escuela Técnica en una zona de extrema vulnerabilidad social como es el barrio de Villa Lugano es un claro ejemplo de ello.

En el mismo sentido, se está llevando adelante una política de internacionalización en la que la UBA participa de alianzas estratégicas con universidades –la Unión Iberoamericana de Universidades es el ejemplo más significativo-, con las que comparte posiciones de liderazgo y de calidad educativa, y con las que viene aplicando diversas acciones en conjunto que potencian el intercambio de conocimientos.

Toda esta labor se ve reflejada en el desempeño de la UBA en los rankings internacionales. Si bien no consideramos estas evaluaciones como un valor absoluto, es un hecho que nuestra Universidad viene marcando un crecimiento sostenido en el escenario latinoamericano y mundial desde el año 2014. Es un mérito de su comunidad educativa que la Universidad insignia de la educación superior argentina avance a pasos sostenidos. Muchos estudiantes extranjeros eligen estudiar y hacer intercambios con la UBA. Todo esto nos permite sentir orgullo de ser parte de una comunidad académica que garantiza el derecho a la educación pública de excelencia y que orienta su trabajo en función de las necesidades de su pueblo. Estudiar, graduarse, dar clases e investigar en la UBA otorga prestigio no sólo a nivel local, sino internacional.

La Universidad requiere un constante aumento de la inversión para poder mantener su nivel de excelencia.


Asimismo, el importante papel que está desempeñando y el lugar que ocupa deben ser un mensaje para la clase dirigente. La Universidad y el sistema científico requieren un constante aumento de la inversión para poder mantener su nivel de excelencia y así crear un efecto en ese sentido sobre el resto del sistema de educación superior en la Argentina.

Todo esto nos permite componer una universidad pública de altísima calidad, que genera profesionales innovadores con capacidad de impulsar importantes desarrollos científicos, comprometidos con la realidad y con una capacidad crítica que abre las puertas a su creatividad y constante superación.

La excelencia para nosotros no es un halago, sino un deber, un camino y un compromiso con los estudiantes que se están formando y con el mundo que queremos construir. Del resultado de nuestra tarea dependerá que la sociedad del futuro sea cada vez mejor, y a ello dedicamos todos nuestros esfuerzos.