La Universidad en el globalizado siglo XXI

Este siglo XXI es el siglo de la ciencia y la tecnología. Los avances son cada vez más acelerados, por ejemplo, en el área de la robotización de los procesos industriales, de la comercialización y los servicios. Año tras año se destruirán cada vez más empleos no calificados y aumentará la demanda por más recursos laborales de alta preparación. Esto significa que el nivel educativo de un país será esencial para determinar el ritmo de crecimiento del futuro nivel de vida de su población. El avance económico de una nación, hoy, no depende principalmente de la existencia de abundantes recursos naturales (agro, minería, pesca, hidrocarburos), sino del nivel de calificación de su fuerza laboral.

Las naciones que avanzan y reducen la pobreza, mejorando al mismo tiempo la equidad en la distribución del ingreso, lo hacen siempre fortaleciendo el proceso de acumulación de capital. Pero, en una visión integral del proceso de desarrollo, el capital es algo más importante que la mera acumulación de bienes materiales, como máquinas, fábricas, puertos, rutas, oleoductos, trenes, centrales eléctricas, minas y pozos petroleros. En este siglo XXI, el capital humano es más importante que este capital físico. Ahora bien, este capital humano es aportado esencialmente por la educación.

Enfrentamos un crítico escenario caracterizado por un nivel muy bajo de graduación.


La mejor manera de recordar la Reforma Universitaria de 1918, nacida hace un siglo en Córdoba, es fortalecer nuestra Universidad de hoy, ya que enfrentamos un crítico escenario caracterizado por un nivel muy bajo de graduación. Basta mencionar que el porcentaje de personas que entre 25 y 34 años de edad han completado estudios del nivel terciario llega al 70% en Corea, 61% en Canadá, 60% en Japón, 58% en Rusia y más del 40% en muchas naciones industrializadas. En América latina, región caracterizada por una graduación menor que la de los países industrializados, se ubica Chile, en primer lugar, con un nivel de graduación terciario del 30%; Colombia y Costa Rica registran 28%, México, 23% y apenas 18% la Argentina. Estas magnitudes, presentadas por la OCDE (Education at a Glance, 2018), nos ubican claramente en el peldaño inferior de este informe.

Nuestra Universidad enfrenta en la actualidad tres desafíos: calidad, deserción e inclusión social. Nos estamos quedando rezagados no sólo en el mundo globalizado, sino también en América latina, ya que Brasil, Chile, Colombia y México vienen avanzando en su graduación universitaria a un ritmo superior al nuestro. Si tenemos en cuenta el tamaño de las poblaciones, nosotros matriculamos más estudiantes universitarios que estos países. Uno debería suponer que, si tenemos más estudiantes, deberíamos tener más graduados, pero no es así, sino todo lo contrario. Este rezago se ha acentuado en los últimos años; por ejemplo, Brasil incrementó su graduación más del doble que nosotros en el período 2003-2016.

Nos estamos quedando rezagados no sólo en el mundo globalizado, sino también en América latina.


Esta diferencia en el avance en la graduación nos está diciendo que nuestro ritmo de acumulación de capital humano calificado es insuficiente; incide negativamente el hecho de que nuestra deserción universitaria es muy alta. Esta deserción es muy inferior en Chile, México y Brasil, donde más de la mitad de los ingresantes concluyen su carrera universitaria, mientras que entre nosotros apenas la terminan 3 de cada 10 estudiantes. Nuestra elevada deserción está vinculada al hecho de que, después de un año de haber estado en la Universidad estatal, 51 de cada 100 alumnos no aprobaron más de una sola materia, mientras que en las privadas esta cifra corresponde a 31 de cada 100 alumnos. Además, hay universidades donde este crítico indicador es mayor del 50% y aún supera el 70 por ciento.

Nuestra Universidad enfrenta hoy importantes carencias: tiene pocos graduados por la alta deserción estudiantil; hay pocos graduados en las carreras científicas y tecnológicas, esenciales en el mundo globalizado, y son pocos los pobres que completan los estudios a pesar de la gratuidad. Hay cuatro objetivos a los que se apuntar en el futuro:

  • • Disminuir la deserción universitaria.
  • • Promover una mayor calidad en los conocimientos de nuestros graduados.
  • • Facilitar el acceso de jóvenes humildes.
  • • Estimular la graduación en las nuevas carreras científicas y tecnológicas.

El XIX fue el siglo de la escuela primaria, mientras que el XX fue el siglo de la escuela secundaria, pero ahora vivimos en el siglo de la Universidad. En este siglo del conocimiento, las personas capacitadas y sus ideas aportan no sólo a su desarrollo profesional, sino también a la riqueza de las naciones. La universidad nunca ha sido más importante que hoy y el valor de una educación universitaria nunca fue tan elevado como en este tiempo.