¿Logró Cambiemos salir del populismo energético?

Luego de tantas décadas de populismo que sufrió la Argentina, en materia económica se observa que siempre se recurrió a la misma receta: darle al gasto público y financiarlo con maquinita, además de pisar dólar y tarifas. Por supuesto, el resultado fue siempre el mismo: estancamiento económico, inflación y descapitalización de la economía.

La última expresión de populismo económico fue bajo el último gobierno peronista. Entre 2003 y 2015, el gasto público se duplicó al pasar de 22% a 44% del PBI. Para intentar financiarlo, los impuestos se elevaron a punto tal de ostentar un récord internacional en presión tributaria, pero no alcanzó. También se saquearon los activos de las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP), pero no alcanzó. También se comieron todas las reservas del Banco Central de la República Argentina (BCRA), pero tampoco alcanzó.

En paralelo al saqueo impositivo, a expropiar los ahorros privados acumulados en las AFJP y a descapitalizar al BCRA, también se recurrió a la maquinita para financiar el gasto público. Es decir, emitir dinero para cubrir el déficit fiscal. Por supuesto, el descontrol de la emisión monetaria generó el retorno de la inflación a la Argentina.

Cuando la inflación llega, el populista de turno suele aplicar la última parte de la receta: pisar dólar y tarifas, pero nunca aflojar con la maquinita. Así, no sólo se desdobla el mercado cambiario, sino también se generan tarifas ridículamente bajas ante un proceso inflacionario que no frena. Por supuesto, esta estrategia para frenar la inflación no funciona, dado que la inflación es consecuencia de la emisión monetaria, independientemente del precio que pueda regular el Estado, dado que el mercado paralelo reflejará la realidad.

Ante la inflación, el populista de turno pisó el dólar y las tarifas lo que desdobló el mercado cambiario y generaron tarifas ridículamente bajas.

Los resultados de la receta fueron los mismos de siempre: estancamiento económico, retorno de la inflación y un sistema energético descapitalizado que se puso en evidencia con el regreso del déficit energético.

Cambiemos

Para cuando Cambiemos llega el poder, la economía llevaba 4 años sin crecer, un lanzado proceso inflacionario que acumula una década con una inflación superior al 20% anual, y el mayor atraso cambiario y tarifario de la historia, superando los récords que dejó Perón en su segunda y tercera presidencias.

Pero, como Cambiemos no logró desarmar la hipoteca, tampoco logró recuperar el crecimiento. El gasto público continuó elevado y no bajó los impuestos como tampoco apagó la maquinita, al menos hasta que llegó el Fondo Monetario Internacional (FMI). El atraso cambiario estuvo presente hasta la crisis de 2018. Pero donde más se avanzó fue en regularizar las tarifas de la energía.

Por supuesto, el sideral atraso tarifario acumulado en 12 años exigió siderales aumentos en estos cuatro años. En este 2019, los aumentos se concentraron en los primeros meses del año para no tener que anunciar más aumentos durante la campaña presidencial. Los precios del transporte y la energía continúan subsidiados, pero en menor magnitud. En números concretos, los subsidios descendieron casi en 2,5% del PBI, equivalente a u$s12.000 millones anuales. Gasto que sumó más de u$s120.000 millones solo la última década (25% del PBI).

La estrategia de Cambiemos no estuvo sincronizada con una baja en la presión impositiva, lo que llevó al sector privado a reducir su capacidad consumo.

Ahora bien, el peronismo regalaba las tarifas y en simultáneo aumentó la presión tributaria. Durante la gestión de Cambiemos se quitó buena parte de los subsidios y consecuentemente subieron las tarifas, pero sin bajar la presión tributaria. Es decir, el sector privado se encontró pagando los servicios que hasta hace poco eran gratis, pero sin reducir la presión tributaria, lo que puso en evidencia que el esfuerzo para acomodar las cuentas nuevamente recayó en el sector privado. Sin duda estuvo bien el aumento de tarifas, pero, al no sincronizarlo con una baja impositiva, el sector privado vio reducir su capacidad de consumo, afectando el nivel de actividad privada.

En definitiva, ¿logró Cambiemos salir del populismo energético? Es indudable que durante la gestión se avanzó en quitar los subsidios y por tanto en recuperar las señales de precios en el mercado energético. Sin precios no hay capitalismo. Ahora bien, la estrategia no estuvo sincronizada con una baja en la presión impositiva, lo que llevó al sector privado a reducir nuevamente su capacidad consumo.

El próximo Gobierno todavía tendrá que reducir más los subsidios, pero esta vez no podrá eludir la necesidad de bajar también el gasto ante un sector privado ahogado en impuestos. La campaña presidencial se debería centrar en cómo disminuir el gasto público para dejar margen para bajar los impuestos. La Argentina ostenta el primer puesto mundial de presión tributaria para quien trabaja todo en blanco. Este primer puesto está matando al sector privado.