Una Argentina quebrada y camino al default

El Estado Argentino está quebrado y lo sabemos todos. Lo dice el FMI, el propio Gobierno, e incluso lo reconocen los acreedores cuando piden renegociar de buena fe.
Pero no quebró ahora. Lo que hace ahora es reconocerlo. EL pecado original fue duplicar el tamaño del Estado, apoyado en el boom de los commodities, con ingresos que finalmente fueron coyunturales. Tras la crisis subprime del año  2009, bajó el precio de la soja y el “Estado presente” quedó desnudo, imposible de financiar. Desde esa fecha, la Argentina dejó de crecer.

A partir de entonces, y para evitar el ajuste fiscal, el Estado salió a buscar los fondos que reemplazaran al “yuyo”. Se probó elevar la presión impositiva a un nuevo récord, pero no alcanzó. Se confiscaron los ahorros privados en las AFJP, pero no alcanzó. También se estatizó a YPF para quedarse con la renta energética, pero no alcanzó. También se agotaron las reservas del BCRA, administradas con cuentagotas con el primer cepo, pero no alcanzó. Se le pidió plata a China y se puso a funcionar nuevamente la maquinita, pero no alcanzó. Después cambió el Gobierno en 2015, y el nuevo gobierno hizo un blanqueo impositivo, pero no alcanzó. Inmediatamente empezó a tomar deuda con residentes y luego con acreedores externos, pero no alcanzó. Después nos prestó plata el FMI, pero ya saben, lo de siempre, no alcanzó.

Es ahí cuando llega el actual Gobierno cuando ya no hay activos por manotear, ni pasivos por tomar. Sólo se tiene la maquinita para enfrentar el déficit que se gestó en la década ganada. Pero alimentar al Estado con este placebo de papeles, rápidamente, los escupirá en forma de inflación. Y ahí llega el COVID-19. Si no ahorraste en las buenas, no pretendas pasarlo bien en las malas. De hecho, el Gobierno sabe que esto termina con “diez puntos más de pobreza”.

El Estado Argentino está quebrado y lo sabemos todos.

Negociación de la deuda

Ecuador tampoco puede pagar la deuda en este contexto y les pidió tiempo a sus acreedores para negociar después de la Pandemia. Pero el Gobierno Argentino tomó un camino más altanero. Hizo una oferta unilateral y dio un ultimátum de 20 días para aceptarla, amenazando que es eso o el default.

La oferta es una quita simbólica sobre el capital, pero dinamitando los intereses a pagar, además de extender los plazos de pago. En números, la deuda externa a negociar suma u$s 66.000 millones y la oferta propone una quita de u$s 3.600 millones sobre el capital (5.4 %), pero recortar en u$s37.900 millones el pago de intereses, casi dos tercios del total. Sobre ello exige un período de gracia de 3 años y patear casi una década los vencimientos.

A grandes rasgos, a precios de mercado y con una tasa de descuento del 12 %, la oferta ronda los u$s33 cada u$s 100 que debe el Gobierno, lo que implica una quita del 67 por ciento.

Por supuesto que el gobierno podría mejorar la oferta sin recortar tanto los intereses. Sobre todo recordando que el FMI nos financia al 3,5 % y esta oferta tiene una tasa de interés promedio que pasa del 6,0 % al 2,3 por ciento.

La pandemia se suma a los problemas estructurales de la Argentina.

Pero igual de importante sería reducir la percepción de riesgo (la tasa de descuento) y eso solo se logra mediante la presentación de un plan macroeconómico que permita explicar cómo la Argentina aumentará su capacidad de repago de esta deuda. Después de todo, los mismos que entraron al canje del año 2005 ahora le proponen un nuevo canje. ¿Qué garantía hay de que no los vuelvan a estafar en unos años?

Previo al COVID-19, el nuevo Gobierno no sólo no presentó un plan económico, sino que los pocos pasos que dio fueron en dirección a relanzar el clásico plan que llevó a la Argentina al fracaso y a la sucesión de defaults. Esto es: pisar el dólar, pisar tarifas, cerrar la economía, alimentar la demanda con gasto público y financiar todo con emisión monetaria. Si ese programa funcionara, la Argentina sería potencia desde que lo inició Perón. Pero sucedió todo lo contrario.

En definitiva, la pandemia se suma a los problemas estructurales de la Argentina. Es decir, un modelo económico que ya tiene décadas para demostrar que no funciona, y se busca tapar esa falta de crecimiento económico con gasto público y el relato de “Estado presente”. Esa estrategia le suma un segundo problema: una eterna inflación para financiar el gasto público cuando no se come todo el ahorro privado que encuentra. Sin ahorro no hay inversión, y sin inversión no hay crecimiento. Esta es la Argentina de los últimos 80 años.

Países que ahorraron tienen crédito y tienen moneda; podrán pasar la crisis del COVID-19 apoyados en ellos. Pero la  Argentina no ahorra por su amor a Keynes, dilapida el crédito cuando dispone de él y hace 13 ceros que destruyó su propia moneda, por lo que esta crisis no será fácil de sobrellevar. Pero, si también se pelea con sus acreedores, muchos de los cuales confiaron en 2005 de la misma manera que lo hicieron en 2015, es una clara muestra de que la Argentina solo busca un chivo expiatorio, además de no entender dónde se origina su crisis eterna.