Mitos del trabajo en tiempos de pandemia
Suena a que el impacto de la pandemia del Coronavirus generó en el mundo laboral un radical antes y después. Un cambio definitivo de paradigmas. Una nueva normalidad, como a muchos le gusta llamarla. La transformación total del ADN del mercado laboral.
Hacia atrás, el fin de todo lo conocido. Hacia adelante, un futuro totalmente distinto, donde nada volverá a ser como era. Pero, ¿no estaremos excesivamente contagiados de una revolucionaria ola que todo lo debe transformar? Cabe entonces cuestionarnos algunas ideas que bien podrían convertirse en mitos del trabajo en tiempos de pandemia.
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1. Tecnología 100 %. Es innegable su valor. La continuidad de nuestras vidas hoy se apoya casi exclusivamente en ella: trabajo a distancia, aprendizaje virtual, compras online y comercio electrónico, salud a distancia.
Las escasas empresas que aún hoy crecen tienen su core business en IT o en servicios/productos muy vinculados. Cualquier profesional (ingeniero en sistemas, computación o en informática) goza de pleno empleo.
Empero, en paralelo, la pandemia expuso la imperiosa necesidad de los vínculos humanos, la empatía, la emocionalidad, la cercanía física, los afectos, el contacto humano.
Características intrínsecas de profesionales, por ejemplo, del sistema de salud o la educación. Médicos, enfermeros (sólo en nuestro país al sistema le faltan por lo menos 50.000…), cuidadores de ancianos, son algunos ejemplos de profesiones con demanda en aumento y cuya naturaleza se apoya, primariamente, en la interacción humana entre personas.
Sin tecnología, seguramente ya no podríamos vivir, pero la tecnología tiene sus límites.
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2. Teletrabajo para todos y para siempre: muerte para las oficinas. Toda tarea se puede hacer en el hogar, y mejor. El home office es cool y todos lo aman. Aunque hoy realmente estemos experimentando mucho más de un working from home que de una genuina réplica de la oficina en casa.
Carecer de un apropiado espacio físico de trabajo, lidiar con hijos en edad escolar, no poseer la tecnología adecuada, sufrir a jefes inexpertos en el liderazgo virtual, o haber aumentado exponencialmente las horas asignadas al trabajo, son la cara oculta de una realidad instalada, que no todos ya prefieren.
Está claro que el cambio de hábitos (distanciamiento social a la cabeza) modificará para siempre el layout de los espacios de trabajo y también los vínculos laborales. Y es notorio que la cuarentena confirmó que mucho de lo que no se imaginaba es posible realizarlo a distancia.
Pero el mañana tiene mucho más aroma a un balanceado mix entre home office y oficina que al extremo de la virtualidad total. Sin duda no regresaremos a exactamente el mismo espacio físico de antes, pero tampoco nos quedaremos en el actual para siempre.
3. Vivir sin el jefe encima. El sueño de no tenerlo presente todos los días. Siempre existirá el grupo que celebre esta situación porque seguramente sufría de líderes tóxicos o inexpertos. Pero los límites del liderazgo virtual son evidentes.
Por más empatía virtual o coaching vía Zoom, la ausencia de una conversación presencial -café o mate de por medio-, o un cruce de palabras de pasillo, que ayude a sentir el ánimo y las emociones, resta en la relación jefe-reporte de estos días.
Seguramente, la mayoría querrá perder (y pronto) a un mal jefe. Charlar o reunirse con un buen líder no tiene precio. Antes, ahora y en el futuro.
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4. Emprender en la crisis. En toda crisis existe una oportunidad. Pocos lugares tan comunes como este. Contextos como los actuales proponen tantos peligros como oportunidades. Nadie puede negar que esas chances existen. Aun minimizadas, ellas están.
Pero nuestro país no es una apuesta para improvisados entrepreneurs. A los contratiempos lógicos de cualquier start up, la Argentina les aporta gentilmente una triple línea de obstáculos autóctonos (incierto marco legal, enquistada burocracia, volatilidad cambiaria, nulo acceso al crédito).
Debutar como emprendedor hoy en nuestro país tiene demasiado de ruleta rusa. Emprender hoy puede ciertamente ser una oportunidad, pero para pocos y corajudos.
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5. La crisis laboral es para todos. Casi todo empleo en la Argentina hoy está en riesgo. Sin embargo, un grupo especial parece no sufrir el impacto. Aproximadamente un 25 % del trabajo registrado en nuestro país (3.100 millones de personas) corresponde al empleo público.
Y mientras el sector privado se derrumba (290.000 puestos menos de trabajo entre abril 2020 y marzo 2020 contra febrero 2020), el trabajo en el Estado va a contramano. Y aumenta su dotación: 6.500 puestos nuevos entre abril 2020 y marzo 2020 vs. febrero 2020, y 30.000 en abril 2020 en comparación con abril 2019.
Pero ahora, en la Argentina, abiertamente, poco se escucha de suspensiones, rebajas salariales o retiros voluntarios. Cuando en todo el mundo el empleo tambalea y sufre, en la Argentina, el empleo público se mantiene y hasta se anima a crecer.