Impacto de la tecnología en el área de la salud

El proceso de adaptación tecnológico en la atención médica durante la pandemia –para el prestador de salud promedio-  no resultó dificultoso, dado que muchas de las herramientas ya habían sido adoptadas previamente a ella. La crisis sanitaria fue solamente un impulsor, un contexto que otorgó oportunidades para el desarrollo de la tecnología, por ejemplo, mediante el continuo uso de recetas digitales y la teleconsulta.


La primera receta digital disponible para la Argentina se presentó en Oxford en 2018. A pesar de que la implementación en nuestro país haya tenido que enfrentar resistencias sectoriales y trabas burocráticas, hacia finales de ese año, miles de pacientes comenzaron a adquirir sus medicamentos sin receta en papel. En plena pandemia, el Senado aprobó por unanimidad la Ley 27.533, que regula las recetas electrónicas y los estudios digitales. El día 11 de agosto fue promulgada mediante el Decreto 664/2020, publicado en el Boletín Oficial.


Los datos de una reconocida plataforma de videoconsulta1 (Cober) afirman que, previo a la crisis de COVID-19, de cada 100 autorizaciones de órdenes, 80 se hacían de forma presencial. Hoy, se hacen todas de manera remota. Asimismo, si bien la teleconsulta no fue una innovación producto de la pandemia, sino que ya estaba contemplada en la mencionada ley, su crecimiento se desarrolló de manera exponencial.


Durante la crisis sanitaria, las consultas digitales tuvieron un incremento promedio del 3000 por ciento2. Según datos de esta plataforma, actualmente, 7 de cada 10 pacientes que piden una visita a domicilio la hacen online.


 

Durante la crisis sanitaria, las consultas digitales tuvieron un incremento promedio del 3000 por ciento.

 

En este mismo período, el sector financiador cuadriplicó las horas disponibles para el acceso a su plataforma digital donde se realizan videoconsultas. Sumó otras especialidades médicas, lanzó el servicio de solicitud de recetas de medicamentos, puso a disposición la credencial digital en la Web e impulsó la gestión online de las consultas y transacciones, ya sea para realizar autorizaciones, envío de documentación o consultas administrativas3.


También, se priorizó la implementación de soluciones digitales para la atención por videollamada, emitir recetas digitales, gestionar las camas de sus establecimientos, solicitar turnos, entre otras acciones4. A raíz de todas estas experiencias, puede decirse que la pandemia ha funcionado como propulsor de la telemedicina, ayudando a que esta se acelere y crezca operativamente.


Sin duda que cada uno de estos avances tiene sus múltiples ventajas. Puede mejorar el acceso a los servicios de salud sin importar las limitaciones geográficas, teniendo en cuenta que muchos especialistas se concentran en zonas densamente pobladas. Reduce los costos dado que evita gastos innecesarios y optimiza los recursos; mejora la eficiencia de los sistemas de salud agilizando los procesos y aminorando los tiempos de espera; facilita el acceso y la gestión de grandes bases de datos; favorece la continuidad asistencial; facilita el diálogo entre médicos y pacientes; permite la actualización de conocimientos de profesionales que ejercen en lugares remotos; y provee nuevas herramientas diagnósticas y de gestión clínica.


Sin embargo, a pesar del enorme potencial de la telemedicina, existen barreras regulatorias, tecnológicas y humanas. Aún resta avanzar en la definición de un marco regulatorio claro que establezca modalidades, alcances, derechos y obligaciones de la salud digital, así como también asuntos referidos a la protección y el uso de datos personales.


En segundo lugar, debe mejorarse el acceso a la conectividad de toda la población y perfeccionar el diseño de los programas y dispositivos. Por último, la teleconsulta jamás podrá suplantar el contacto cercano con el paciente, que tiene la virtud de permitir aplicar maniobras concretas para la enfermedad.

 

Puede considerarse a la telemedicina como un buen complemento y no un reemplazo del sistema de atención de la salud actual.

 

Puede considerarse entonces la telemedicina como un buen complemento y no un reemplazo del sistema de atención de la salud actual. Indudablemente, este proceso desembocará en un modelo híbrido que combine la atención presencial con la virtual. Es de esperar que muchos de los pacientes que hoy optaron por la telemedicina se replanteen el vínculo y el canal de contacto con su médico, más aún cuando se trata de pacientes con enfermedades crónicas que necesitan hacer controles de rutina varias veces al año.


La evidencia empírica en otras partes del mundo demuestra que el uso de aplicaciones puede ser favorable tanto para los pacientes como para los prestadores de los servicios de salud. Según una encuesta realizada por Healthworks Collective en 2019 para los Estados Unidos, el 15 % de los jóvenes y el 8 % de las personas entre 30 y 49 años tienen aplicaciones de salud instaladas en su celular; el 40 % de los médicos confía en que estas herramientas puedan disminuir la cantidad de visitas presenciales; más del 25 % de los médicos utilizan al menos una aplicación de salud; y el 93% de los médicos piensa que las aplicaciones móviles pueden mejorar la calidad de la salud del paciente.


La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la telemedicina como “la entrega de servicios de salud, en los que la distancia es un factor crítico, por todos los profesionales de la salud, utilizando tecnologías de la información y comunicación con el objetivo de intercambiar información válida para el diagnóstico, tratamiento y prevención de enfermedades; para la investigación y evaluación; la educación continua, con el interés de avanzar en la salud de los individuos y de las comunidades”.


En resumidas cuentas, los roles fundamentales de la tecnología en el sistema sanitario son los de acercar la información, comunicar, atender, agilizar, gestionar, investigar. Sin embargo, nunca reemplazará la confianza que se crea con el contacto y la sonrisa del médico al ingresar el paciente al consultorio.