El proceso de adaptación en las Facultades de Ciencias Económicas

Sin duda, este nuevo contexto que estamos atravesando modificó muchos aspectos de nuestra vida cotidiana. La educación, por ejemplo, ya no es igual a como la conocimos y tuvimos que amoldarnos rápidamente al cambio en el método de aprendizaje. Pasamos de clases presenciales a clases ciento por ciento virtuales, y este proceso no podría haberse hecho sin la ayuda de la tecnología.

 

Las Facultades de Ciencias Económicas (FCE) y de Negocios de la Universidad de Buenos Aires (UBA), la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), la Universidad de Palermo (UP), la Universidad Católica Argentina (UCA) y la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) se amoldaron sin inconvenientes a esta nueva modalidad, según lo que nos indicaron en las entrevistas que les realizamos para este nuevo número de la revista Consejo Digital.

 

Ricardo Pahlen Acuña, decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, indicó que “tuvimos más de 1.400 cursos virtualizados, con una importante inversión en bibliotecas virtuales para consulta de los estudiantes”.

 

En el caso de las universidades privadas, como la UADE, el proceso de adaptación en la Facultad de Ciencias Económicas se desarrolló en tiempo récord, bajo capacitaciones y gestión académica. El objetivo ha sido  “profundizar la adopción de metodologías que garantizan la migración de las clases presenciales a las modalidades remota y virtual”; así lo sintetizó Federico Iñiguez, decano de la Facultad.

 

Al mismo tiempo, destacó la excelencia del equipo docente y de colaboradores de la Universidad, la rapidez con que se amoldaron en una semana a esta modalidad y la importancia de no perder un solo día de clases.

 

Esta necesidad de mantener el cronograma también la enfatizó Gabriel Foglia, decano de la Facultad de Negocios de la UP: “Los alumnos presenciales pasaron a la modalidad online sin perder un solo día de clase y, además, pusimos a disposición de ellos todos los materiales desarrollados previamente en nuestra Facultad por nuestros profesores”.

 

Una mejor administración del tiempo y del espacio, y una mayor autonomía del estudiante son algunos de los beneficios del uso de la tecnología.

 

En la Facultad de Ciencias Económicas de la UCA, el proceso de adaptación “fue más rápido de lo esperado”, subrayó su decana, Alicia Caballero, al tiempo que destacó la voluntad y capacidad para enfrentar este desafío de parte tanto de los docentes como de los alumnos.

 

Una situación muy similar ocurrió en la Facultad de Ciencias Económicas de la UCES, cuyo decano, Eduardo Ghersi, resaltó el trabajo proactivo y colaborativo de todos los sectores de la Universidad y, principalmente, “el liderazgo, la mirada estratégica y las inversiones resueltas permitieron, en este terreno, enfrentar eficientemente la pandemia”.

 

Además, indicó que en la FCE trabajaron en más de 450 comisiones con 1.800 alumnos en 23 sedes y se tomaron más de 1.500 exámenes entre finales regulares, libres y especiales. Señaló también que “se superó con éxito la prueba de legitimidad de quienes se presentaban a examen y se detectaron tempranamente los pocos casos de deshonestidad académica que se produjeron”, puntualizó.

 

Si bien la pandemia y la cuarentena aceleraron los procesos de adaptación, todas estas facultades ya contaban con actividades online que acompañaban el proceso de aprendizaje y, así,  el cambio de modalidad no fue dificultoso.

 

En el caso de la UCES, Ghersi enfatizó la vasta experiencia en educación a distancia con la que cuentan -cuya modalidad continuó normalmente-, que fue la base de conocimientos que se utilizó para lanzar las aulas virtuales y los entrenamientos necesarios.

 

En la educación pública, principalmente en la UBA, la situación es bastante similar, ya que, desde hace algunos años, cuentan con una asociación de aulas virtuales para los cursos presenciales (textos, videos, presentaciones u hojas de cálculo). Además, antes de esta situación tan particular, la FCE venía dictando, en forma paralela, más de una centena de cursos virtuales o semipresenciales.

 

Tanto Pahlen Acuña (UBA) como Iñiguez (UADE) indicaron que las facultades que tienen a su cargo utilizan un campus para facilitar el vínculo entre los profesores y los estudiantes, y este sirve de soporte a la enseñanza presencial. Vale destacar que es una herramienta con la que cuenta la mayoría de las universidades.

 

Es posible pensar que las clases presenciales y las virtuales convivan sin problemas.

 

Por su parte, la Facultad de Negocios de la UP ya venía con un modelo híbrido, por lo cual no fue difícil la adaptación a las clases ciento por ciento online. Además, ya contaba, antes de la pandemia, con carreras dictadas totalmente de forma online.

 

Como todo sistema, nada es ciento por ciento eficiente y la tecnología, si bien brinda muchos beneficios, también tiene sus contras a la hora de dictar clases o de estudiar. Los problemas de conectividad, de sonido, la pérdida de dinámica del aula, del contacto visual, de la interacción entre alumnos y profesores son algunas de las dificultades que observan los decanos.

 

Iñiguez agregó que, en el caso particular de la UADE, hay un tema muy importante relacionado con la socialización y el networking, ya que la distancia juega en contra en este aspecto.

 

Pahlen Acuña también sumó un inconveniente que encuentra en la FCE de la UBA,  relacionado con los problemas técnicos de conectividad, como la “insuficiencia de recursos tecnológicos cuando toda la familia hace teletrabajo o educación virtual”.


Sin embargo, a la hora de plantear los beneficios del uso de la tecnología, hicieron hincapié en diversas características positivas: una mejor administración del tiempo (que permite mejorar el proceso de aprendizaje) y el espacio, la posibilidad de presenciar clases en vivo o grabadas desde cualquier parte (de la casa o del mundo), mayor autonomía del estudiante y, ante este nuevo contexto, permitió repensar situaciones que durante largo tiempo se consideraban inmutables.

 

Teniendo en cuenta los pros y los contras del empleo de la tecnología para la educación, ¿se puede imaginar un modelo híbrido de la educación? Al menos así lo afirman los decanos: es posible pensar que las clases presenciales y las virtuales convivan sin problemas.