Cuatro lecciones aprendidas sobre educación y pandemia
¿Qué aprendizaje nos deja el proceso de educación remota en pandemia? ¿Qué lecciones nos aporta este transcurso de desescolarización forzada para el que nadie en ningún lugar del mundo estaba preparado?
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1. Los desconectados
La pandemia evidenció de una forma radical el brutal proceso de desconexión de los chicos de los sectores sociales más empobrecidos que en la Argentina son más o menos la mitad. Esta desconexión no es solo a Internet: son hogares pobres con padres con bajísimos ingresos y poco nivel escolar; si antes no atisbábamos el grosor del problema (o no queríamos hacerlo), la visibilización pandemiana lo hizo palmario. Y lo profundizó.
La pandemia desnudó todos los factores no materiales que dificultan el buen funcionamiento de las instituciones escolares.
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2. El sistema educativo está desnudo
La pandemia desnudó todos los factores no materiales que dificultan el buen funcionamiento de las instituciones escolares, independientemente de las causas financieras siempre aludidas como fundamento de todo.
Tampoco podemos, en estos tiempos, denunciar la falta de espacio o vacantes, o el techo que se cae. Todos esos problemas se han suspendido para habilitar la emergencia de las dificultades de organización, las estrategias pedagógicas, los directores que no dirigen escuelas, los sistemas educativos que tienen pocos datos reales sobre lo que realmente ocurre, y una lista profusa de cuestiones que no se resuelven con dinero.
Pero esto es la Argentina, y el descalabro proporciona la aparición de los “fuera de serie”. Por la positiva, podemos identificar una capacidad flexible, plástica, de muchas escuelas para adaptarse a realidades cambiantes, la que podría respaldar mejoras futuras que antes se veían como imposibles. La pandemia nos mostró que escuelas más autónomas y empoderadas generan los mejores resultados aun en contextos sociales adversos.
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3. No todo lo que reluce puede relucir
Durante la desescolarización como consecuencia de la pandemia y frente al fenómeno global de la educación remota, se hizo evidente que las plataformas de uso común, especialmente las agrupadas bajo la sigla LMS (Learning Managment Systems), se encuentran en fase de desarrollo que dista mucho de resolver los desafíos que la vieja tecnología escolar solucionaba -nos guste o no- de manera eficaz.
Las LMS son estructuras cognitivas jerárquicas, verticales, con poca interacción docente alumno y alumno-alumno, y -en el caso de las plataformas más populares- con datos y microdatos no accesibles para los educadores.
Las plataformas de transmisión sincrónica de video (Zoom, Meet, etc.) permiten mayor fluidez, pero aún no han resuelto problemas pedagógicos centrales vinculados a la gestualidad, el énfasis en la atención, la construcción de identidades digitales y, sobre todo, la interacción pedagógica de calidad.
La pandemia mostró que el problema de la educación virtual no era tanto -o que no era solo- la ausencia de competencia digital de los docentes, sino la carencia de competencias pedagógicas de la mayor parte de las plataformas digitales, al menos hasta ahora.
Este problema requiere un encuentro interdisciplinario de tecnólogos y pedagogos para avanzar a plataformas educativas de nuevo tipo (2.0) y una alianza público-privada para el desarrollo de herramientas más inteligentes de educación digital, superando las fallas que el mercado ha evidenciado en el desarrollo de mejores instrumentos digitales para la educación. Si alguien más se suma, aquí estamos.
Las escuelas de bajo nivel socioeconómico volverán a la enseñanza tradicional, exclusivamente presencial y mayormente desconectada.
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4. Destrucción creativa para pocos
Las escuelas bilingües, globalizadas, con fluida disposición de recursos, a las que en los países en desarrollo asisten los sectores medios-altos y altos de la población, parecen haber desplegado en estos meses de aislamiento una enorme capacidad tecnológica no solo digital, sino de todo orden pedagógico.
En el futuro podemos esperar que estas escuelas innovadoras sustituyan a las tradicionales -presenciales y mayormente desconectadas- por ser capaces de dar una educación más eficiente y de mayor calidad al responder a las características de la sociedad en la era digital.
Sin embargo, parece que uno de los mayores peligros a los que podríamos enfrentarnos en la pospandemia es que este proceso de destrucción creativa suceda solo para algunos, mientras que la obsolescencia tecnológica se perpetúe para muchos.
Posiblemente, estas escuelas de élite se constituirán como ejemplos de innovación, profundizando en enfoques pedagógicos híbridos (blended), centrados en el alumno e independientes del tiempo/espacio escolar.
Del otro lado de la brecha, las escuelas de bajo nivel socioeconómico, probablemente, volverán a la enseñanza tradicional, exclusivamente presencial y mayormente desconectada. Con pocas posibilidades de cambiar, debido a la falta de recursos tanto en la institución como en el hogar, y al papel fundamental que desempeñan en la asistencia social a sus alumnos, estas escuelas volverán a funcionar igual que antes. Para sus alumnos, la escuela tradicional desconectada y presencial sigue siendo insustituible.