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Cultura - Resultados Concursos 2006

Literatura - Cuento matriculado - Mención Especial
El hombre, la energía y el tiempo
Por el Dr. Iancilevich, Eduardo Andrés
La decisión la tomé hace mucho tiempo, cuando el muchacho, ya crecido, acababa de finalizar la secundaria. La sensación era extraña, porque fue como que a través de él hubiera estado reviviendo aquellos momentos de mi juventud. Decía mi primo, acordate que después de los dieciocho las agujas se entran a acelerar, y pude comprobar al transcurrir de las décadas que su apreciación era correcta. El tiempo es oro, siempre escuche decir, sin embargo pienso que el oro somos nosotros, sujetos al caprichoso devenir del tiempo.

Este hecho me llevó muchas veces a reflexionar con respecto al paso del tiempo, siempre consideré al mismo como una impresión subjetiva, es más llegué a realizar desarrollos teóricos pseudo-científicos al respecto, pero desde ya nunca una comprobación empírica. Eso y nada era lo mismo, mis argumentos solo me servían a mí. Más de una vez saqué el tema de conversación entre mi grupo de amigos y allegados quienes, muy respetuosamente, evitaron hacer comentarios respecto a mi teoría, ni siquiera una objeción, lo que me daba la pauta de que lo consideraban algo descabellado.


Ahora bien, hasta aquí no he mencionado cual es esa teoría, muy simple, pero tan simple como difícil de comprobar.


Pues bien, partamos de un ejemplo: Supongamos que tenemos dos sujetos, A y B, que están un determinado día, a una determinada hora, en un mismo ámbito laboral, supongamos una pequeña fábrica, y que ambos son torneros. A ha decidido, ya que el patrón no se encuentra, dedicar la mayor parte del día al ocio, ocio improductivo claro, entonces permanece parado o sentado en un banco frente a su herramienta de trabajo sin siquiera tocarla, totalmente abstraído y periódicamente mirando su reloj, pero la hora parece que no pasara para él en ese día. Por otra parte B está atiborrado de trabajo, calcula que por más empeño que ponga no llegará a terminar con los pedidos o con lo que había proyectado hacer y así poder compensar su esfuerzo con un franco en la semana próxima, el día le resulta insuficiente y el tiempo se le ha pasado más rápido de lo que esperaba. Subjetivamente, el día de B ha sido más breve que el de A.


Será talvez que B consumió más energía que A.


Va otro ejemplo: C y D, jóvenes estudiantes, están un determinado día, a una determinada hora, en un mismo cuarto de pensión estudiantil. C decidió destinar el día a holgazanear, para lo cual está tirado boca arriba en su cama, simplemente, mente en blanco, mirando el techo. En cambio D tuvo que destinar ese día para preparar un examen, una carrera contra reloj para poder abarcar todos los temas del mismo. Subjetivamente, el día de D ha sido más breve que el de A.


Será talvez que D consumió más energía que C.


En ambos casos, podría deducirse que existe una relación, no podría asegurar que proporcional, entre la energía consumida, física en el primer caso y mental en el segundo, y la percepción del tiempo; concretamente, el tiempo se puede extender, cual goma de mascar, a medida que reducimos nuestro consumo energético. Y este fue el punto que me llevó a adoptar una resolución, que después de mucho evaluarla y reflexionar tornó indeclinable, necesitaba de alguna manera ser el instrumento de la demostración de mi teoría, el conejillo de indias, y había hallado la manera. Mi planteo, llevado al seno familiar, generó un gran conflicto, pero finalmente tuvieron que aceptar resignadamente mi decisión.


Fue allá por un mes de enero, más concretamente un primero de enero, que elegí como fecha testigo para iniciar mi experimento, no era una fecha elegida arbitrariamente, pues significa para la humanidad un corte en el espacio temporal. Me recluí en mi cabaña de las sierras cordobesa, en compañía de una gran cantidad de relojes, cuarzo, cuerda, automáticos, pila, solares, y cuanto mecanismo de medición descubierto estuviere a mi alcance, gran cantidad de cuadernos y apuntes, un grabador, una despensa como para sobrellevar una larga guerra, y un asistente. Este último un joven graduado de la carrera de Física que se interesó, creo que fue el único, en mi teoría, la que para muchos era el delirio propio de una mente excéntrica, y a quién le estoy infinitamente agradecido.


Olvidaba decirles el objetivo, tratar de demostrar que el tiempo se puede llegar a desacelerar hasta el punto extremo de detenerlo. ¿Cómo?: obviamente, reduciendo la actividad energética.


Y fue así que con el paso de los días y en forma paulatina comencé a realizar menos movimientos. Capilla del Monte era un lugar propicio, mucho había escuchado hablar y leído acerca de Erks y el polo energético que allí existía. Era un lugar con energía propia, y la transmitía naturalmente a sus habitantes. Según mis estimaciones me podría ir nutriendo de ella.


Reposo, esa es la palabra clave, me fui internando en un suave letargo, llegando a ejecutar los movimientos mínimos indispensables para la subsistencia, tratando de eliminar toda actividad física, para luego tratar de obtener un estado Alpha, es decir de baja actividad cerebral. Inicialmente tomé mis primeros apuntes, luego el grabador reemplazo al lápiz, finalmente fue mi asistente quien recogía los registros.


El mecanismo podría parecer un poco rudimentario, periódicamente mi asistente me iba pidiendo una estimación del tiempo transcurrido, lo cual él sin informarme corroboraba con la realidad. Supe, por sus comentarios, que me había convertido en un polo de atracción turístico, un elemento de curiosidad, pero la ciencia ignoraba (o trataba de hacerlo) mis avances.


El tema es que el experimento siguió avanzando en el tiempo, claro está vuestro tiempo (que ya me es ajeno), pese a la indiferencia de esos escépticos, científicos ortodoxos, a quienes siempre consideré meros repetidores de teorías ya desarrolladas.


No sé mis queridos lectores en que momento estarán leyendo estas líneas, desgrabación textual de mis registros sonoros, no importa para mí en realidad si es lunes, martes o jueves, si es de día o de noche, si estamos en primavera o verano, es más no sé el año que estaremos transitando, yo simplemente les puedo asegurar que cumplí mi objetivo, que el tiempo para mí es un único punto, sin comienzo ni final.


Eso sí, por favor, si alguien de ustedes, está interesado en colaborar con mi cruzada y se llega hasta estas serranías, por favor búsquenle un reemplazante a mi asistente , el ya está muy viejo, le cuesta bajar hasta el pueblo, y me da pena escuchar como arrastra los pies.

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