-

 

Publicado: 06/07/2007

4 de julio de 2007

Acto con motivo de la asunción de los cargos de las nuevas autoridades
del Consejo - Período 2007-2010

Palabras a cargo del presidente del Consejo, Dr. José Escandell

Señores consejeros, autoridades de la Federación de Consejos Profesionales, autoridades de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, autoridades de Consejos Profesionales, amigos, colegas, señoras, señores, invitados.

Quiero, antes que nada, hablarles de un modo muy personal y luego iré al discurso que tengo escrito.

Con 9 años de edad, mi madre me trajo junto con mi hermano en un trasatlántico, emigrando de mi tierra, de mi patria. Mi padre hacía ya tres años que había emigrado y estaba tratando de abrirnos un camino aquí en la Argentina. Soy un emigrante, un emigrante que tuvo esta patria, Argentina, que considero mía propia como si hubiera nacido en este bendito suelo. Me considero agradecido a la vida, agradecido a Dios y agradecido a esta patria: Argentina.

Aprendí, desde la pobreza, desde la humildad, un camino de rectitud, un camino de trabajo, un camino de valores. Valores que en la Universidad de Buenos Aires pude cultivar y acrecentar luego de una fértil y extraordinaria escuela secundaria. Aprendí a crecer, aprendí a madurar, aprendí a ser una persona; fui profesional, un gran logro para esa Argentina de esos tiempos, para ese encuadre social difícil, dificultoso que teníamos, pero no dudábamos de que íbamos a llegar porque teníamos pasta, teníamos fibra inculcada por nuestros mayores y teníamos una Argentina que nos recibía generosamente, y nos abría esos caminos posibles. Y una universidad que era ejemplo, un templo del saber, un templo de formación profesional, humana y ética. En esa Argentina crecimos, y desde ese momento pasé a la vida profesional, en la cual también esta bendita Argentina me ha regalado hoy esta posibilidad cuando un grupo de colegas de mi apreciada Lista Azul quiso ofrecerme un cargo de semejante responsabilidad.

Aprendí la cultura de la integridad, de la unión, la cultura de la comprensión del todo para que en la diversidad encontremos las maneras de ser uno, de ser único, de poder construir.

Me parece muy bien que la Lista Naranja haya salido primera minoría y también que estemos a sólo dos puntos, porque eso nos renueva nuestras propias fuerzas. Es bueno que tengamos constantemente una oposición y un debate de ideas, de circunstancias y de planes, y esto nos va a hacer muy bien a la matrícula. Simplemente me limito a disentir del querido Humberto Diez en cuanto a que tal vez seamos nosotros oposición. Me parece que no va a ser así, pero, de todas maneras, … (hubo una interrupción) bueno, lo entendí. Perdón, creí que era así.

En el camino de la construcción de este gran Consejo, que va a ser tarea común, la matrícula dirá después sus preferencias y es bueno que así sea. Esta es democracia, esto es república, esto es libertad y es confrontación de ideas.

Por eso estamos participando hoy de un momento trascendente y solemne en la vida del Consejo, en tanto este acto nace precisamente del ejercicio de nuestra vocación republicana, basada en valores institucionales que compartimos todos. Hoy, quienes estamos aquí, delante de ustedes, estamos asumiendo la responsabilidad de conducir la Institución por los próximos tres años y también asumiendo la consiguiente deuda con nuestra propia historia, con los que nos han precedido.

Por eso, mis primeras palabras oficiales como Presidente están dirigidas a la totalidad de los matriculados, sin exclusiones de ningún tipo. Para ellos y por ellos, vamos a dirigir y gestionar esta Institución, que es representativa del conjunto de las profesiones de Ciencias Económicas en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Me comprometo en mi propio nombre y en el de todos y cada uno de los integrantes del Consejo Directivo. Y deseo expresarlo con la mayor convicción y firmeza. Quien se dirige a ustedes como responsable de la presidencia de esta Institución y los colegas -mujeres y hombres- que me acompañan cumpliremos cabal y honestamente con nuestras responsabilidades.

Mi segunda reflexión está dirigida a saludar fraternalmente al Sr. Presidente de la FACPCE y a los señores presidentes de los Consejos hermanos que están hoy entre nosotros. Celebro alborozado el reingreso reciente a esta entidad, que nos permite iniciar esta gestión sin la penosa carga de la falta de unidad en las profesiones en nuestro país. Comprometemos junto a ellos nuestros inclaudicables esfuerzos por consolidar, fortalecer y enriquecer nuestras profesiones en el marco de la República toda.

Yendo a la gestión a encarar, me pregunto: ¿Cuál es nuestro principal desafío? Y mi respuesta es simple: preservar los logros que hemos alcanzado como institución, que son muchos, y al mismo tiempo impulsar los cambios que reclama nuestro momento histórico. Se trata, entonces, de un doble desafío que entraña simultáneamente, y bajo un mismo criterio integrador, la mejora continua, sistemática y metodológica junto con una renovada visión transformadora.

En el primer sentido (el de preservar y mejorar lo alcanzado), está la necesidad de acompañar, respaldar y representar a los profesionales, y a todas sus especialidades, para fortalecer su desempeño. Este objetivo irrenunciable abarca desde la más firme defensa de las incumbencias –utilizando sin vacilaciones las fortalezas de nuestro Consejo- hasta la actualización técnica y científica de nuestros matriculados, algo que el Consejo no puede ni debe delegar, ni está suficientemente garantizado en otra parte que no sea aquí, porque es en esta casa donde se receptan todas las experiencias y todas las dificultades de los colegas, y quedan expuestas cabalmente las necesidades y la problemática del ejercicio profesional.

La brecha entre el conocimiento necesario y el adquirido formalmente en las universidades -a veces ya lejano en el tiempo- impone el rol insustituible del Consejo en la actualización profesional a través de la educación permanente, y un papel muy importante en la investigación y en el progreso en la ciencia y técnicas de nuestras disciplinas. Llegamos a esta conclusión, no porque estemos interesados en disputar prestigios académicos, sino porque estamos atentos a lo que plantean y necesitan los colegas, sus dificultades y sus demandas más genuinas. Nos guía una consigna: jamás soltar la mano a los profesionales y darles siempre todo el respaldo que necesiten en todos los planos. Este camino nos llevará necesariamente a acrecentar el prestigio de las profesiones y su utilidad social en el marco de las premisas de excelencia y rigurosidad que nos impondremos a nosotros mismos.

Esta dimensión de lo que denomino el compromiso institucional nos lleva a asumir del modo más pleno la inserción del Consejo en el universo de las instituciones, sean nacionales o internacionales, tanto profesionales como reguladoras, públicas o privadas, porque tenemos mucho que decir y mucho más aún que aportar. Y reclamaremos nuestro derecho a hacerlo, porque ello es congruente con nuestra responsabilidad social y con la proclamada vocación por proyectar la experiencia y las inquietudes que permanentemente procesa nuestro Consejo, y volcarlas como aporte hacia la comunidad de la que formamos parte. En esta actitud se ponen en juego también el prestigio de nuestras profesiones, la dignidad del profesional y nuestras incumbencias.

Y estos objetivos que buscamos hacia fuera también tienen su correlato interno: en la rica vida del propio Consejo y en la interacción entre nuestros matriculados en el seno de las muy diversas actividades que aquí se realizan, tanto en las comisiones técnicas como en las específicamente profesionales y en las académicas. No nos quedaremos conformes simplemente con mantener el intenso ritmo que se observa en estas dimensiones en el Consejo. Vamos a volverlo cada vez más calificado y aplicado a objetivos más afinados.

No hemos dejado de ampliar los servicios que brindamos, pero aún hay mucho por hacer en numerosos terrenos: es un hecho, por ejemplo, que se acrecienta el rol comprometido de las colegas, en las diversas actividades del Consejo y en la propia conducción. La Mesa Directiva que presido, a la que hemos llevado de nuestra parte mayoría de profesionales mujeres, es una prueba de ello. Sin embargo no constituye un logro específico en sí mismo o concluyente en sí mismo, sino más bien un comienzo, un punto de partida, que se corresponde con los cambios que se observan en la realidad social y en nuestras profesiones en particular, y que respetamos y alentaremos siempre.

Recordando y tomando el ejemplo de Manuel Belgrano, a quien consideramos el fundador de la ciencia económica argentina, que tenía tan sólo 24 años cuando hizo sus primeros aportes teóricos para el despliegue de las fuerzas productivas locales, quiero también referirme a la necesidad de que los jóvenes, varones y mujeres, que se matriculan en esta casa, asuman crecientemente responsabilidades en la formación, en la dirigencia y en la reflexión autocrítica del ejercicio profesional para orientar los cambios que tenemos que producir.

Favoreceremos con entusiasmo este paso adelante de los jóvenes, que necesitamos, que proponemos y que estamos dispuestos a impulsar con la mayor apertura. Se dice con frecuencia que los dirigentes no se hacen, sino que nacen. Sin embargo, me permito señalar que en una institución como la nuestra los dirigentes se preparan y se foguean asumiendo compromisos crecientes. Por eso su formación en la dirigencia y el hacer lugar a iniciativas novedosas protagonizadas por jóvenes constituyen un eje indelegable de nuestro programa.

Colegas: somos un universo de 60 mil matriculados que crece sin pausa. Una cifra de esta magnitud no se abarca sólo con una gran actividad en las sedes de nuestra Institución, tal como hoy la tenemos, e incluso queremos ampliar esa actividad. Para llegar a cada uno de nuestros colegas, en todas las especialidades, inclusive a aquellos que no están aún inscriptos, es necesario que desenvolvamos nuevos y eficaces mecanismos de comunicación que garanticen la interactuación y la participación amplia y efectiva.

Un Consejo abierto a todos y para todos requiere estos instrumentos, y los utilizaremos, tanto de ida como de vuelta, hacia la matrícula, hacia los profesionales no matriculados y hacia la propia sociedad y sus instituciones representativas, en ejercicio de nuestra misión, aquella que nos ha sido confiada en las recientes elecciones.

No debo ni deseo dejar de trasmitirles mis reflexiones sobre el significado del proceso electoral: todos, mayoría y minoría, hemos sido elegidos en el mejor y más pleno ejercicio de la democracia institucional. Ello no hace sino acrecentar nuestro compromiso y me autoriza a solicitar el compromiso de todos, aun de aquellos que han sido nuestros circunstanciales adversarios, para fortalecer al Consejo y para apuntalar nuestras profesiones y su rol insustituible en la vida social. Porque nosotros, los profesionales en Ciencias Económicas, en definitiva, contribuimos a introducir criterios de racionalidad y de eficiencia en la vida económica y social, tanto en la administración de recursos escasos como en su generación y su distribución, ayudando a la consecución del bien común.

Por todo ello, deseo compartir con todos ustedes esta visión y creo pertinente solicitar a quienes me acompañan, y a todos los colegas matriculados en el Consejo, la más generosa contribución de su tiempo y esfuerzo para concretarla, renovando nuestros mejores sueños permanentemente. Cuento con ello. Muchas gracias.

Volver  |  Página Inicio