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Señores consejeros,
autoridades de la Federación de Consejos Profesionales, autoridades de la Facultad de
Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, autoridades de Consejos
Profesionales, amigos, colegas, señoras, señores, invitados.
Quiero, antes que nada, hablarles de un modo muy personal y luego iré al discurso que
tengo escrito.
Con 9 años de edad, mi madre me trajo junto con mi hermano en un trasatlántico,
emigrando de mi tierra, de mi patria. Mi padre hacía ya tres años que había emigrado y
estaba tratando de abrirnos un camino aquí en la Argentina. Soy un emigrante, un
emigrante que tuvo esta patria, Argentina, que considero mía propia como si hubiera
nacido en este bendito suelo. Me considero agradecido a la vida, agradecido a Dios y
agradecido a esta patria: Argentina.
Aprendí, desde la pobreza, desde la humildad, un camino de rectitud, un camino de
trabajo, un camino de valores. Valores que en la Universidad de Buenos Aires pude cultivar
y acrecentar luego de una fértil y extraordinaria escuela secundaria. Aprendí a crecer,
aprendí a madurar, aprendí a ser una persona; fui profesional, un gran logro para esa
Argentina de esos tiempos, para ese encuadre social difícil, dificultoso que teníamos,
pero no dudábamos de que íbamos a llegar porque teníamos pasta, teníamos fibra
inculcada por nuestros mayores y teníamos una Argentina que nos recibía generosamente, y
nos abría esos caminos posibles. Y una universidad que era ejemplo, un templo del saber,
un templo de formación profesional, humana y ética. En esa Argentina crecimos, y desde
ese momento pasé a la vida profesional, en la cual también esta bendita Argentina me ha
regalado hoy esta posibilidad cuando un grupo de colegas de mi apreciada Lista Azul quiso
ofrecerme un cargo de semejante responsabilidad.
Aprendí la cultura de la integridad, de la unión, la cultura de la comprensión del todo
para que en la diversidad encontremos las maneras de ser uno, de ser único, de poder
construir.
Me parece muy bien que la Lista Naranja haya salido primera minoría y también que
estemos a sólo dos puntos, porque eso nos renueva nuestras propias fuerzas. Es bueno que
tengamos constantemente una oposición y un debate de ideas, de circunstancias y de
planes, y esto nos va a hacer muy bien a la matrícula. Simplemente me limito a disentir
del querido Humberto Diez en cuanto a que tal vez seamos nosotros oposición. Me parece
que no va a ser así, pero, de todas maneras,
(hubo una interrupción) bueno, lo
entendí. Perdón, creí que era así.
En el camino de la construcción de este gran Consejo, que va a ser tarea común, la
matrícula dirá después sus preferencias y es bueno que así sea. Esta es democracia,
esto es república, esto es libertad y es confrontación de ideas.
Por eso estamos participando hoy de un momento trascendente y solemne en la vida del
Consejo, en tanto este acto nace precisamente del ejercicio de nuestra vocación
republicana, basada en valores institucionales que compartimos todos. Hoy, quienes estamos
aquí, delante de ustedes, estamos asumiendo la responsabilidad de conducir la
Institución por los próximos tres años y también asumiendo la consiguiente deuda con
nuestra propia historia, con los que nos han precedido.
Por eso, mis primeras palabras oficiales como Presidente están dirigidas a la totalidad
de los matriculados, sin exclusiones de ningún tipo. Para ellos y por ellos, vamos a
dirigir y gestionar esta Institución, que es representativa del conjunto de las
profesiones de Ciencias Económicas en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Me comprometo en mi propio nombre y en el de todos y cada uno de los integrantes del
Consejo Directivo. Y deseo expresarlo con la mayor convicción y firmeza. Quien se dirige
a ustedes como responsable de la presidencia de esta Institución y los colegas -mujeres y
hombres- que me acompañan cumpliremos cabal y honestamente con nuestras
responsabilidades.
Mi segunda reflexión está dirigida a saludar fraternalmente al Sr. Presidente de la
FACPCE y a los señores presidentes de los Consejos hermanos que están hoy entre
nosotros. Celebro alborozado el reingreso reciente a esta entidad, que nos permite iniciar
esta gestión sin la penosa carga de la falta de unidad en las profesiones en nuestro
país. Comprometemos junto a ellos nuestros inclaudicables esfuerzos por consolidar,
fortalecer y enriquecer nuestras profesiones en el marco de la República toda.
Yendo a la gestión a encarar, me pregunto: ¿Cuál es nuestro principal desafío? Y mi
respuesta es simple: preservar los logros que hemos alcanzado como institución, que son
muchos, y al mismo tiempo impulsar los cambios que reclama nuestro momento histórico. Se
trata, entonces, de un doble desafío que entraña simultáneamente, y bajo un mismo
criterio integrador, la mejora continua, sistemática y metodológica junto con una
renovada visión transformadora.
En el primer sentido (el de preservar y mejorar lo alcanzado), está la necesidad de
acompañar, respaldar y representar a los profesionales, y a todas sus especialidades,
para fortalecer su desempeño. Este objetivo irrenunciable abarca desde la más firme
defensa de las incumbencias utilizando sin vacilaciones las fortalezas de nuestro
Consejo- hasta la actualización técnica y científica de nuestros matriculados, algo que
el Consejo no puede ni debe delegar, ni está suficientemente garantizado en otra parte
que no sea aquí, porque es en esta casa donde se receptan todas las experiencias y todas
las dificultades de los colegas, y quedan expuestas cabalmente las necesidades y la
problemática del ejercicio profesional.
La brecha entre el conocimiento necesario y el adquirido formalmente en las universidades
-a veces ya lejano en el tiempo- impone el rol insustituible del Consejo en la
actualización profesional a través de la educación permanente, y un papel muy
importante en la investigación y en el progreso en la ciencia y técnicas de nuestras
disciplinas. Llegamos a esta conclusión, no porque estemos interesados en disputar
prestigios académicos, sino porque estamos atentos a lo que plantean y necesitan los
colegas, sus dificultades y sus demandas más genuinas. Nos guía una consigna: jamás
soltar la mano a los profesionales y darles siempre todo el respaldo que necesiten en
todos los planos. Este camino nos llevará necesariamente a acrecentar el prestigio de las
profesiones y su utilidad social en el marco de las premisas de excelencia y rigurosidad
que nos impondremos a nosotros mismos.
Esta dimensión de lo que denomino el compromiso institucional nos lleva a asumir del modo
más pleno la inserción del Consejo en el universo de las instituciones, sean nacionales
o internacionales, tanto profesionales como reguladoras, públicas o privadas, porque
tenemos mucho que decir y mucho más aún que aportar. Y reclamaremos nuestro derecho a
hacerlo, porque ello es congruente con nuestra responsabilidad social y con la proclamada
vocación por proyectar la experiencia y las inquietudes que permanentemente procesa
nuestro Consejo, y volcarlas como aporte hacia la comunidad de la que formamos parte. En
esta actitud se ponen en juego también el prestigio de nuestras profesiones, la dignidad
del profesional y nuestras incumbencias.
Y estos objetivos que buscamos hacia fuera también tienen su correlato interno: en la
rica vida del propio Consejo y en la interacción entre nuestros matriculados en el seno
de las muy diversas actividades que aquí se realizan, tanto en las comisiones técnicas
como en las específicamente profesionales y en las académicas. No nos quedaremos
conformes simplemente con mantener el intenso ritmo que se observa en estas dimensiones en
el Consejo. Vamos a volverlo cada vez más calificado y aplicado a objetivos más
afinados.
No hemos dejado de ampliar los servicios que brindamos, pero aún hay mucho por hacer en
numerosos terrenos: es un hecho, por ejemplo, que se acrecienta el rol comprometido de las
colegas, en las diversas actividades del Consejo y en la propia conducción. La Mesa
Directiva que presido, a la que hemos llevado de nuestra parte mayoría de profesionales
mujeres, es una prueba de ello. Sin embargo no constituye un logro específico en sí
mismo o concluyente en sí mismo, sino más bien un comienzo, un punto de partida, que se
corresponde con los cambios que se observan en la realidad social y en nuestras
profesiones en particular, y que respetamos y alentaremos siempre.
Recordando y tomando el ejemplo de Manuel Belgrano, a quien consideramos el fundador de la
ciencia económica argentina, que tenía tan sólo 24 años cuando hizo sus primeros
aportes teóricos para el despliegue de las fuerzas productivas locales, quiero también
referirme a la necesidad de que los jóvenes, varones y mujeres, que se matriculan en esta
casa, asuman crecientemente responsabilidades en la formación, en la dirigencia y en la
reflexión autocrítica del ejercicio profesional para orientar los cambios que tenemos
que producir.
Favoreceremos con entusiasmo este paso adelante de los jóvenes, que necesitamos, que
proponemos y que estamos dispuestos a impulsar con la mayor apertura. Se dice con
frecuencia que los dirigentes no se hacen, sino que nacen. Sin embargo, me permito
señalar que en una institución como la nuestra los dirigentes se preparan y se foguean
asumiendo compromisos crecientes. Por eso su formación en la dirigencia y el hacer lugar
a iniciativas novedosas protagonizadas por jóvenes constituyen un eje indelegable de
nuestro programa.
Colegas: somos un universo de 60 mil matriculados que crece sin pausa. Una cifra de esta
magnitud no se abarca sólo con una gran actividad en las sedes de nuestra Institución,
tal como hoy la tenemos, e incluso queremos ampliar esa actividad. Para llegar a cada uno
de nuestros colegas, en todas las especialidades, inclusive a aquellos que no están aún
inscriptos, es necesario que desenvolvamos nuevos y eficaces mecanismos de comunicación
que garanticen la interactuación y la participación amplia y efectiva.
Un Consejo abierto a todos y para todos requiere estos instrumentos, y los utilizaremos,
tanto de ida como de vuelta, hacia la matrícula, hacia los profesionales no matriculados
y hacia la propia sociedad y sus instituciones representativas, en ejercicio de nuestra
misión, aquella que nos ha sido confiada en las recientes elecciones.
No debo ni deseo dejar de trasmitirles mis reflexiones sobre el significado del proceso
electoral: todos, mayoría y minoría, hemos sido elegidos en el mejor y más pleno
ejercicio de la democracia institucional. Ello no hace sino acrecentar nuestro compromiso
y me autoriza a solicitar el compromiso de todos, aun de aquellos que han sido nuestros
circunstanciales adversarios, para fortalecer al Consejo y para apuntalar nuestras
profesiones y su rol insustituible en la vida social. Porque nosotros, los profesionales
en Ciencias Económicas, en definitiva, contribuimos a introducir criterios de
racionalidad y de eficiencia en la vida económica y social, tanto en la administración
de recursos escasos como en su generación y su distribución, ayudando a la consecución
del bien común.
Por todo ello, deseo compartir con todos ustedes esta visión y creo pertinente solicitar
a quienes me acompañan, y a todos los colegas matriculados en el Consejo, la más
generosa contribución de su tiempo y esfuerzo para concretarla, renovando nuestros
mejores sueños permanentemente. Cuento con ello. Muchas gracias. |
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