La
soja ya no es lo que fue. Ni lo será. Los que producen esta oleaginosa, o piensen
hacerlo, seguramente lo saben: el boom de los últimos tres años difícilmente vuelva a
repetirse en el próximo lustro.
Pero vayamos por partes y dejemos bien en claro cómo es el tema (o cómo será). Primero,
los especialistas no pronostican un derrumbe en los valores, pero sí una corrección en
los próximos meses. Segundo, lo que no se volverá a repetir es el incremento en los
precios que se registró en el último tiempo.
Dejando esto claro, hay quienes consideran que otras opciones, como el maíz o el trigo,
serían mejores a la hora de realizar una inversión. En un reciente seminario organizado
por la Fundación Producir Conservando, se presentaron una serie de distintos estudios en
los que se analizaba el escenario mundial de alimentos para los próximos diez años. Si
bien una de las conclusiones fue que la soja seguirá siendo requerida por el resto del
mundo, quedó claro que hay otros productos con los que se esperan oportunidades con
mejores rendimientos. De hecho, tal vez no sea en los granos donde estarán las ganancias
más altas, sino más bien en la producción de leche o carne.Las dudas
Los interrogantes en torno al precio de la soja comenzaron hace más o menos un mes. Fue
cuando el dólar empezó a apreciarse y el precio del crudo a caer. ¿Qué quiere decir
esto? ¿Qué tiene que ver con la soja?
Es muy simple y se explica en parte por lo que ocurre en las finanzas globales.
Especialistas muy respetados en todo el mundo dicen que lo que se vivió en los últimos
años con los alimentos fue una burbuja en las materias primas, básicamente apalancada
por la suba del precio del petróleo y por la devaluación del dólar, gracias a la
política de tasas de interés bajas que Washington sostuvo. Hace unos seis años, la
Reserva Federal (cuando la presidía Alan Greenspan) tomó la decisión de bajar
significativamente el costo del dinero; por ello, el dólar empezó un largo proceso de
pérdida de valor frente a otras monedas. Temerosos, muchos inversores (y de los grandes)
corrieron rápidamente a refugiarse en el oro, el petróleo o los alimentos al ver que el
dólar perdía fuerza. Incluso muchos compraron euros empujando hacia arriba su
cotización. Así, la libra y el euro tocaron sus máximos históricos.
Pero todo eso se está derrumbando. Ni la moneda estadounidense dejará de ser el
referente principal del comercio mundial (como se especuló en algún momento), ni los
precios de las materias primas seguirán "allá arriba". La sencilla
explicación es que, pese a las dificultades que enfrenta Estados Unidos, la economía
número uno del mundo seguirá siendo la locomotora en los próximos cinco años.
Veamos. El dólar ya está empezando a recuperarse y, con ello, las cotizaciones de las
commodities irán corrigiendo poco a poco sus valores respecto al promedio del último
período. Desde los primeros días de julio, el índice Reuters-Jefferies CRB (que se toma
como referencia del comportamiento de 28 materias primas) pierde más de un 20%. Las
caídas fueron dramáticas para algunos metales, como el zinc y el níquel, y también
para el maíz, los que perdieron más del 40% desde principios de año. Incluso en los
productos que más interesan a la Argentina (la soja y el trigo) se acumulan retrocesos
del 25%. Por supuesto también el petróleo registra la misma tendencia: el barril, que
llegó a rozar los 150 dólares hace dos meses, ahora lucha por mantenerse encima de los
100 dólares.
La
oportunidad está ahí
De todas formas, y como se aclaró al principio, la Argentina seguirá teniendo allí una
oportunidad. Según un reciente trabajo del economista Juan Llach, el 97,4% del aumento
del consumo de la soja en los próximos 10 años dependerá de la evolución de la
economía de los países en desarrollo. ¿Qué quiere decir esto? Que los ajustes que se
están viendo en economías como las de Estados Unidos y Europa no impactarían tan de
lleno en la producción de soja argentina. En ese sentido, hay razones para pensar que la
demanda seguirá siendo robusta.
"Es bastante probable que el crecimiento de la gran mayoría de los países
emergentes haya llegado para quedarse", piensa Llach. "Aun en escenarios de
crecimiento moderado de éstos, y sin tener en cuenta la demanda adicional por
biocombustibles, el aumento del consumo mundial de alimentos es muy probable que exceda
las proyecciones hasta ahora existentes."
Si el panorama es como Llach lo pinta, entonces también es probable que los precios altos
de los alimentos se sostengan bastante tiempo. El promedio de 2000-2025 será mayor que el
promedio de 1975-2025.
Todo esto ocurrirá en un escenario internacional muy volátil, describe Llach, con
aumentos de la oferta y caídas de la demanda. "La agflation limitará un poco el
crecimiento mundial al conducir al alza los tipos de interés."
Otro punto que el economista rescata para tener en cuenta en los próximos años es que
actualmente se está en la primera etapa de una especie de revolución en los alimentos
que comenzó a principios de siglo. Por lo tanto, hasta ahora sólo se ha visto un shock
de demanda impulsado por el crecimiento muy rápido de los países emergentes, y a esto se
le suma la demanda de los biocombustibles. "Lo más probable es que a esta etapa le
siga otra en la que la oferta crecerá impulsada por los nuevos precios y también es
probable que se sumen aumentos de la productividad originados, por ejemplo, en los
desarrollos de la biotecnología."
Esto puede tener efectos ambivalentes para la Argentina. La buena noticia es que seguirán
existiendo las condiciones para que los precios se mantengan en niveles elevados. La mala
noticia es que los cambios tecnológicos sean incorporados por otros países (caso Brasil)
y entonces se pierdan ventajas competitivas. Gustavo Grobocopatel, por ejemplo, ya estuvo
recorriendo Colombia para estudiar la posibilidad de producir soja allí. Fue el mismo
presidente de ese país, Álvaro Uribe, quien lo convocó hace poco. Grobocopatel decidió
dejar el proyecto agropecuario que había iniciado en Venezuela en marzo de 2007 con el
respaldo del gobierno argentino. "No podíamos cobrar honorarios y arriesgarnos a que
las cosas vayan tan lentas", comentó el empresario. "Los Grobo" producen
en Brasil harinas de trigo con grano importado de la Argentina, mientras que en Bolivia,
Paraguay y Uruguay manejan miles de hectáreas de cultivos, entre otros negocios en la
región.
San
soja
Mientras tanto, la soja en la Argentina seguirá "salvando" las cuentas pero
hasta ahí nomás. La cosecha total en 2009 será inferior a la de 2008 debido a que
caerán las producciones de trigo y de maíz. Pasarán de 16 millones de toneladas a 13, y
de 20 a 17, respectivamente.
Pero la suba en la cosecha de soja no logrará compensar la merma. Se pasará de sembrar
16 millones de hectáreas a 18 millones y se cosecharán 50 millones de toneladas en lugar
de 46.
Si los precios se mantienen estables hasta fin de año, la soja habrá sido el cultivo que
más haya ganado entre 2007 y 2008. El poroto de soja aumentó su valor 55,7%, el aceite
de soja, 57,5% y los pellets de soja, 56,9%. El valor del maíz y del trigo se incrementó
en 38,4% y 39%, respectivamente.
El economista Miguel Bein advierte en su último informe que la corrección de los precios
de las commodities podría afectar la solvencia externa y fiscal que caracterizó al país
y que financió un crecimiento del 8% en los últimos años. El resultado primario de las
cuentas del Tesoro (en términos del producto) fluctúa levemente si los precios cambian:
pasa de 3,1% (un escenario de alto gasto y bajos precios) a un 4,3% (bajo gasto y altos
precios). En cambio, el superávit en la balanza comercial podría verse severamente
deteriorado.
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