La Reforma Laboral Chilena (I)

El objetivo de este trabajo fue reseñar las reformas estructurales llevadas a cabo en Chile con especial énfasis en la reforma laboral.
Asimismo se pretendió describir los efectos que tuvo ésta sobre las variables relevantes del mercado laboral, como así también ensayar una explicación sobre los mismos.
También se pretendió extraer algunas conclusiones o hechos estilizados que permitan comprender el actual proceso que vive la economía argentina en su mercado laboral.

La experiencia chilena en cuanto a la reforma laboral puede dividirse en distintas etapas:

1) De 1974 a 1979, fue una etapa de desregulación del mercado laboral y de represión de las actividades sindicales.

2) De 1979 a 1988, en la que se lleva a cabo la llamada “reforma del mercado laboral” chileno por parte del gobierno militar.
En este período se regulan las relaciones entre trabajadores y empresarios y se autorizan -con ciertos límites- las actividades sindicales.

3) De 1988 a 1990, en la cual se comienzan a vislumbrar los primeros resultados positivos de la reforma laboral del régimen militar.

4) De 1990 hasta la actualidad, en donde se lleva a cabo una pequeña contrarreforma por parte del gobierno democrático, especialmente en lo referido al despido arbitrario y la negociación colectiva.

El objetivo de las dos primeras etapas fue hacer un mercado más flexible y disminuir los costos de las empresas, de modo de reducir las tasas de desempleo y promover el empleo.
Los resultados a la luz de estos objetivos fueron negativos.
La tasa de desempleo promedio del período 1970-1973 era del 5 %, en tanto que la tasa promedio del período 1974-1988 fue del 18,5 % (incluidos los programas de emergencia de empleo, PEE).

Las causas de estos resultados pueden buscarse en:

1) Una fuerte presión de oferta de mano de obra al momento de llevarse a cabo la reforma laboral, motivada en un “baby boom” de finales de los cincuenta e inicios de los sesenta.

2) Las políticas económicas adoptadas (transformaciones estructurales, especialmente la reducción del empleo público) como otras de naturaleza exógena (crisis del sector externo, las presiones ejercidas por el anormal crecimiento de la fuerza laboral).

3) Las políticas de ajuste.
Se destacan principalmente dos: a) el ajuste de 1975 que provocó que el PBI cayera un 12,9 %, el empleo un 8 % y la tasa de desempleo (incluidos los PEE) ascendiera a 17,6 % y b) el ajuste pro cíclico ante la crisis de la deuda en 1982 que provocó que el PBI cayera un 14,1 %, el empleo un 12,1 % y que la tasa de desempleo (considerando los PEE) llegara al 26,1 % (y al 31,3 % en 1983).
Estas políticas fueron posibles de llevar a cabo sin ninguna resistencia por el debilitamiento del poder sindical llevado a cabo por el gobierno militar.

4) La caída de la inversión, (en comparación con la experimentada en los 60).
La inversión bruta promedio de la década 1960-1970 fue del 20,2 % del PBI, en tanto que en el período 1974-1986 fue del 15,1 %.

Las otras dos etapas son las que exhiben bajas tasas de desempleo, con mercado laboral desregulado.
Las tasas de desempleo promedio del período alcanzaban al 6,0 %, siendo la tasa de octubre/diciembre de 1995 en la región metropolitana de Santiago del 4,3 %.
El empleo creció en el período a una tasa promedio del 2,9 % y el PBI, del 7,2 %.

Un estudio de la OIT (Lagos, 1995), en base a una encuesta a empresas, llega a las siguientes conclusiones sobre los efectos de la reforma laboral:

1) Los efectos de la desregulación son de naturaleza “permanente” o “estructural”.

2) Respecto de la flexibilización en los costos laborales, se concluye que tanto las políticas de salarios mínimos como las de indexación salarial han sido lo suficientemente libres como para permitir altos grados de flexibilidad.

3) Respecto de los costos salariales, la información a nivel micro (encuesta a empresas) revela que han tenido poca repercusión en los niveles de empleo en el período 1988-1990, especialmente en las grandes empresas.
Los aumentos de salarios no han producido una reducción en el nivel de empleo.

4) Respecto de la flexibilización del empleo (movilidad externa, nuevas formas de contratación, etc.) la principal conclusión está dirigida a que existe evidencia de un aumento en la precarización del empleo y una menor inversión en capital humano.
La desregulación de algunas formas de empleo han alentado el uso de trabajo subcontratado o temporal.
Los trabajadores que participan de estas nuevas formas de empleo están menos protegidos que los trabajadores regulares, sufren de inseguridad laboral y reciben menores remuneraciones.
El uso indiscriminado de las modalidades contractuales por tiempo determinado habría afectado significativamente el nivel de capacitación de la mano de obra dentro de las empresas.

La investigación realizada por nosotros, que abarca el período de la reforma militar hasta nuestros días, llega a las siguientes conclusiones:

1) Los resultados generales que se ven en el mercado laboral chileno son positivos.
El mercado laboral ha estado en permanente expansión, excepto durante la crisis de 1982-1983.
En 1980 había 3,3 millones de trabajadores empleados en los distintos sectores de la economía.
En 1995, el empleo alcanzó los 5 millones.
Los salarios reales ‹tanto promedios de la economía como los mínimos‹ han tenido una evolución creciente.
Así, en 1994 los salarios reales promedios eran un 23,3 % más altos que en 1980 y el salario mínimo, un 8,7 %.
Igualmente, la mano de obra era un 12,8 % más productiva en 1994 que en 1980.

2) El mercado laboral chileno muestra signos de flexibilidad.
Una manera de ver el grado de flexibilidad del mercado laboral es verificar cómo el empleo reacciona a las señales de los precios relativos en la economía.

3) Se intentó verificar la importancia de las políticas activas en el empleo.

Teniendo en cuenta las dimensiones del empleo en la economía chilena (entre 3 y 5 millones de empleados), las políticas activas ayudaron a que la economía encontrara tasas de desempleo más bajas y tasas de crecimiento del empleo más altas, pero nuestras estimaciones muestran que su contribución habría sido parcial.
Lo importante de esto es que, más allá de la pertinencia de los modelos para verificar la contribución de las políticas activas y su verdadero impacto, las políticas implementadas estuvieron dirigidas a fortalecer las reformas realizadas en un sentido productivo.

4) En cuanto a los salarios reales, se verificaron las siguientes hipótesis:

- Existe una relación inversa entre los salarios reales y el tipo de cambio real en la economía chilena, verificando las predicciones del modelo de economía pequeña abierta al mundo.
El estudio muestra que por cada punto que sube el índice del tipo de cambio real, el índice del salario real (1980=100) cae en 0,16 puntos.

- Además, por cada punto que sube el índice de productividad media del trabajo es posible aumentar el índice del salario real en 0,78 puntos.
Es decir, con aumentos en la productividad es posible lograr aumentos en los salarios reales sin perder competitividad.

- Los salarios mínimos impactan sobre los salarios promedios de la economía.
El aumento de un punto en el índice de salarios reales mínimos provoca un aumento de entre 0,32 y 0,40 en el índice de salarios reales.

- Las estimaciones tienden a validar la hipótesis de salarios “pro cíclicos” (aumentan cuando aumenta el empleo o el producto), aunque por el valor de sus coeficientes la influencia de los ciclos sobre los salarios reales parece ser pequeña.

Algunas conclusiones del caso chileno que pueden servir de referencia al caso argentino

La experiencia chilena parece sugerir que los procesos de ajuste estructural como el experimentado por Chile en el período 1974-1988 provocan un aumento de las tasas de desempleo.
La economía argentina, a partir de las reformas estructurales iniciadas en 1991 ha mostrado tasas de desempleo y subempleo crecientes.

Esto también ha sido verificado para las economías de Europa del Este y existirían algunos modelos estilizados que tratan de explicar este fenómeno desde el punto de vista teórico.
La segunda lección que se puede extraer es que los resultados positivos tardan en llegar.
En el caso chileno tardaron más de 15 años, si se toma todo el período de reformas hasta que la tasa de desempleo bajó a registros de sólo un dígito.
Justo es destacar que en el medio hubo una de las crisis más profundas que haya vivido Chile: la crisis de la deuda de 1982, que retardó los beneficios de las reformas.

Sin duda, una lección muy importante de la experiencia chilena es que las políticas activas que promueven los sectores más dinámicos de la economía (por ejemplo, el sector exportador) ayudan a que el mercado laboral se ajuste a las nuevas condiciones y mejore su desempeño.
Una señal de alerta se cierne sobre las modalidades de empleo que promueven una alta rotación de la mano de obra.
Algunos estudios del mercado laboral chileno sugieren que los trabajadores que participan de estas nuevas formas de empleo están menos protegidos que los trabajadores regulares, sufren de inseguridad laboral, están menos capacitados y reciben menores remuneraciones.
El uso indiscriminado de las modalidades contractuales por tiempo determinado afectaría significativamente el nivel de capacitación de la mano de obra dentro de las empresas.

Otra lección, sin duda alentadora para los trabajadores, es que se puede ser competitivo sin que se tengan que sacrificar niveles de salarios.
Esto es posible si se logran significativos progresos en la productividad de la mano de obra.

(1) Extracto del trabajo de Raúl Mercau, publicado por la Fundación Andina, mayo 1996