La competividad de la Economía Argentina

Cuestionario

1. ¿Considera usted que es adecuado el actual nivel del tipo de cambio? Si no lo fuera, ¿qué acciones recomienda para mejorar la competitividad de la economía argentina?

2. ¿Cree necesaria la existencia de un sistema de tipos de cambio diferenciales, fijados a través de los aranceles de importación y los reintegros a la exportación?

3. ¿Qué opinión le merece el nivel y la orientación actual de las inversiones en la búsqueda de mejores niveles de competitividad?


Ing. Alvaro Alsogaray

1. La Ley de Convertibilidad , con paridad cambiaria fija (1 peso = 1 dólar) y moneda presuntamente sobrevaluada, fue un instrumento adecuado para controlar la inflación y desarrollar la “cultura de la estabilidad monetaria”.
Además, constituyó una especie de “chaleco de fuerza” que forzó una mayor disciplina financiera y presupuestaria por parte de la burocracia.

Hoy, sin entrar en la discusión acerca de si el tipo de cambio es alto o bajo, puede decirse que su nivel actual no es el adecuado porque afecta las posibilidades de exportación y subsidia las importaciones.
Pero nadie puede decir cuál es verdaderamente en la actualidad el tipo de cambio que combina todos los factores que intervienen en la marcha de la economía; sólo el mercado puede hacerlo.

El dilema reside en mantener a ultranza la ley de convertibilidad en su estado actual, o reiterar sus principios y disposiciones esenciales pero estableciendo que el tipo de cambio lo fijará el mercado.
Quedan por analizar dos cuestiones fundamentales: cuáles son las consecuencias de cada uno de los cursos de acción indicados, y cómo se hace para sustituir la paridad fija por la que determina el mercado.
Pero este tema no puede ser lanzado a la opinión pública.
Debe ser discutido a los más altos niveles de la conducción política y económica.
Sólo si se plantea un debate en esos términos daré a conocer mi opinión.

2. No.
Es esa es una técnica “dirigista”, altamente inconveniente.
Sólo en algún caso verdaderamente excepcional, limitándolo en el tiempo y asegurando su cancelación, puede ser aplicada.

3. Creo que se está produciendo espontáneamente una fuerte y bien orientada inversión, y que está aumentando fuertemente la competitividad de la economía argentina.
Ello por la notable implantación de la libertad económica, la economía de mercado y la estabilidad monetaria.
Los dirigistas y socialistas de todos los colores no pueden comprender esa transformación que se está operando.


Dr. Eduardo Conesa

1. Considero que el peso en nuestro país está sobrevaluado.
Esta sobrevaluación aplasta artificialmente los precios de los bienes transables inter- nacionalmente y, por el contrario, eleva exageradamente los precios de los servicios que no compiten internacionalmente.
El tipo de cambio fijo y bajo establecido a un nivel arbitrario por ley del Congreso por inspiración del ex ministro Cavallo, actúa como un control de precios referido exclusivamente a los precios de los bienes que tienen que competir internacionalmente.
En cambio, para los servicios que no compiten, no hay control.

En otras palabras, el actual control de precios es distorsionante y desigual, pues favorece artificialmente a los sectores no competitivos internacionalmente y por consiguiente actúa en detrimento de la competitividad de toda la economía nacional.
En mi libro Desempleo, precios re-lativos y crecimiento económico, Editorial Depalma, 1996, estudio a fondo la cuestión y llego a la conclusión de que el nivel del tipo de cambio real que permite alcanzar el equilibrio de la balanza de comercio es de 1,5 pesos por dólar (ver al respecto pág.
73).

En tanto que el tipo de cambio que permite equilibrar la cuenta corriente de la balanza de pagos argentina, es decir el que frena el endeudamiento y la venta permanente de activos nacionales al extranjero, es de 2,60 pesos por dólar (pág.
83).

Para mejorar la competitividad de la economía argentina, considero inevitable salir del tipo de cambio fijo de uno a uno.

En una primera etapa, debe liberarse el mercado cambiario acompañado con una política monetaria fácil para atacar el desempleo, pero combinándola con una política fiscal muy dura para contrarrestar los limitados efectos inflacionarios de la depreciación del peso.

Contrariamente a una acción psicológica sin base científica difundida por algunos grupos de presión, la devaluación NO es la causa de la hiperinflación.
La causa de todas las hiperinflaciones de la historia, e incluso en la Argentina, ha sido el uso de la emisión monetaria para financiar al gobierno.
De ahí la necesidad de acentuar la sanidad de las finanzas públicas.
Es el verdadero antídoto contra la hiperinflación.

Además debemos des-dolarizar nuestra economía y anticipar una solución legal justa y social al conflicto entre deudores y acreedores en dólares por deudas de la economía interna del país.
Todo esto puede y debe hacerse manteniendo la estabilidad de precios alcanzada.
Si por el contrario, seguimos con el chaleco de fuerza del uno a uno, se acentuarán en nuestro país el estancamiento y la desocupación.

2. El contexto internacional dado por el Mercosur, la Organización Internacional de Comercio y el FMI impide legalmente la utilización masiva de los métodos de intervención tradicionales en el comercio exterior.
Además no tenemos Estado competente para intervenir en la economía.

La experiencia reciente con la “aduana paralela” lo demuestra.
Pasaron 25 mil contenedores y nadie los vio.
La escandalosa subfacturación de importaciones para evitar el pago de derechos de importación y sobrefacturación de exportaciones para cobrar mayores reintegros, indican que todas las cifras de importaciones y exportaciones que prepara el INDEC sobre la base de los datos falsos de la Aduana oficial son también falsas.

Las verdaderas exportaciones de valor agregado nacional han disminuido en términos reales, en tanto que es probable que las verdaderas importaciones estén en el orden de los 27 mil millones de dólares anuales y no en los 22 mil que reporta el INDEC.
Ante el colapso del Estado queda una sola forma de protección a la industria y al trabajo nacional: la cambiaria, para lo cual debe derogarse la ley de convertibilidad.

3. Las inversiones se dirigen hacia donde hay rentabilidad.
En consecuencia, con los precios relativos en contra de la industria y del agro, las inversiones se orientarán hacia el sector servicios y otros que no compiten inter- nacionalmente, porque allí está la rentabilidad.

Sin embargo, es un hecho universal comprobado empíricamente en mi libro, citado con anterioridad, (ver capítulos 25 a 29) que el crecimiento de la productividad es mayor en la industria y en el agro que en los servicios.

No obstante, la inversión en la Argentina actual se dirigirá a estos últimos, debido a los precios relativos artificial- mente favorables.
En pocas palabras, estamos orientando mal nuestras inversiones.
Al respecto cabe aclarar que contrariamente a nuestra opinión, algunos economistas han afirmado recientemente que las inversiones en la industria se expanden a ritmo satisfactorio y respaldan estas aseveraciones con mediciones incorrectas de la productividad industrial, señalando un gran crecimiento de ésta.
El error proviene de poner producción bruta final en el numerador sin descontar insumos importados, y la cantidad de trabajadores empleados en el denominador.

En realidad, la “mayor productividad” es un espejismo meramente atribuible al trabajo extranjero incorporado al exagerado uso de insumos importados, debido al dólar artificialmente barato.
Si el aumento de la productividad fuera genuino se debiera manifestar en aumentos del salario real industrial, o de la ocupación en la industria, pues técnicamente el salario real “es” la productividad marginal del trabajo.
Sin embargo los salarios reales tienden a bajar, indicando que la verdadera productividad está descendien- do.
Y la desocupación ha aumentado.


Dr. Carlos Rodríguez

1. La competitividad de la economía argentina no depende del tipo nominal de cambio sino del tipo real de cambio, ésto es, el precio relativo entre los bienes que son susceptibles de ser comercializados internacionalmente y aquellos que por su naturaleza no lo son.

En la Argentina, por su larga historia de desequilibrios fiscales y creación monetaria, que culminara en los episodios hiperinflacionarios, no es posible modificar ni siquiera en el corto plazo los precios relativos mediante variaciones en el tipo nominal de cambio.

Una modificación del tipo de cambio generaría inflación, sin alterar necesariamente los precios relativos, dado que los precios de los bienes no transables crecerían instantáneamente luego de producida dicha modificación.
La única manera de mejorar la competitividad del sector privado es, por parte del sector público, continuar proveyendo estabilidad dado que éste es un bien público por excelencia, y seguir avanzando con sus políticas de desregulaciones (especialmente en el mercado laboral), privatizaciones y eficiencia en la provisión de bienes públicos.

Asimismo, resulta de suma importancia mantener bajo control el nivel de gasto público, dado que un incremento de este último significa un incremento de la presión en los mercados de bienes no transables y por lo tanto, una tendencia a apreciar el tipo real de cambio.

Por otro lado, al sector privado le cabe el esfuerzo principal en esta tarea de -despejado de las interferencias que solía producir el sector público, y en un marco de estabilidad de precios y seguridad jurídica- continuar realizando progresos en su tarea de reingeniería y de optimización de sus recursos para hacer sus empresas cada vez más competitivas.

Es este proceso el que ha permitido a la economía argentina pasar de 9.579 millones de dólares de exportaciones en 1990 a 20.963 millones en 1995, esperándose para este año un crecimiento de alrededor del 10 %, manteniendo desde abril de 1991 una completa estabilidad del tipo de cambio.

Cabe señalar que durante el mismo lapso las manufacturas de origen industrial pasaron de 3.364 millones a 6.504 millones de dólares, comportamiento que contrasta marcadamente con la década anterior, donde se usaron activamente las políticas comerciales y cambiarias con la intención de lograr el nivel adecuado del tipo de cambio y favorecer la competitividad sin ningún éxito.

2. No; dado que no es apropiada una modificación del tipo nominal de cambio, menos lo es la simulación de esta medida mediante un método indirecto, como es la elevación del precio de los bienes expuestos al comercio internacional mediante aranceles a la importación y subsidios a la exportación.

Además de ser difícilmente viable dado los compromisos asumidos por la Argentina en materia de su política comercial, significaría una marcha atrás en el proceso emprendido por la Argentina para integrar su economía a la del resto del mundo, generando una reaparición de conductas de los diferentes sectores por tratar de aumentar el grado de protección para su sector en particular.

3. La Argentina ha vivido en los últimos años un significativo proceso de cambio, modernización e integración al mundo que sorprende por su intensidad.
La inversión bruta interna fija aumentó su participación en el producto de bienes y servicios de la Argentina (PIB) desde un 13,4 % en 1990, hasta alcanzar un nivel récord del 23,6 % en 1994.

Durante estos años la inversión creció a una tasa equivalente anual del 20,0 %, la construcción creció aceleradamente y el equipo durable de producción lo hizo a una tasa anual del 37,2 %.
En un marco donde el gobierno retiró progresivamente su intervención en el mercado de bienes y factores, la inversión se asignó progresivamente hacia sectores donde realmente era necesaria, produciendo una importante mejora de su productividad.

Es esta incorporación de capital y la que continúe haciendo la economía argentina en los años venideros, la que permitirá a la Argentina crecer sostenidamente en una economía cada vez más eficiente y competitiva.