Balance y Perspectivas de la Economía Argentina

Cuestionario

1. ¿Cuáles son los rasgos básicos que han definido la evolución de la economía argentina durante 1996?

2. ¿Cómo considera que se proyectarán las principales variables económicas -producción, inversión, sector externo, cuentas fiscales, desempleo- a lo largo de 1997?

3. ¿Cree posible en el mediano y largo plazo el mantenimiento de las características básicas del plan de convertibilidad? ¿Cuáles serían sus principales consecuencias?


Dr. Roberto Alemann

1. A partir del segundo trimestre de 1996, la economía superó la recesión inducida por la transferencia de ahorros argentinos al exterior, ocurrida en los cinco primeros meses de 1995, como consecuencia de las expectativas de devaluación del peso tras la situación acontecida con la moneda mexicana el 20 de diciembre de 1994.
La devaluación no se produjo, pero los depósitos fugados sólo retornaron lentamente hasta superar actualmente, con $ 52 mil millones, el importe de $ 46 mil millones anterior a la crisis y de $ 37 mil millones en su peor momento.

Aquellas expectativas equivocadas de quienes disponían de ahorros líquidos y otros que vendieron activos financieros provocando el derrumbe de las cotizaciones, indujeron la contracción del crédito comercial de proveedores a clientes.
En consecuencia, apareció la recesión con menores ventas, bajas de inventarios y temores de los posibles deudores de automotores, bienes del hogar e hipotecas.
La recesión duró alrededor de cuatro trimestres.
Quienes la indujeron sufrieron pérdidas de cotización de sus activos financieros, pagaron comisiones de salida e ingreso de fondos y dejaron de ganar altos intereses locales para cobrar intereses más bajos en el exterior.

Superada la recesión, la economía inició en 1996 la fase expansiva del ciclo, que suele durar varios años; aumentaron las reservas del Banco Central a u$s 16 mil millones, subieron los depósitos a $ 52 mil millones, y las producciones y ventas también se expandieron, junto con las exportaciones, que llegarán a cerca de u$s 24 mil millones frente a u$s 21 mil millones de 1995.
Las inversiones directas nunca cesaron de aumentar, ni siquiera durante la crisis de desconfianza de 1995.

2. La economía seguirá expendiéndose en 1997, quizá a un ritmo algo superior al 5 % de aumento del PBI, estimado por el gobierno en las previsiones presupuestarias.
La inversión seguirá robusta, apuntalada por la construcción gracias a la titularización de las hipotecas y a la vuelta de la confianza de los compradores de inmuebles.
Las exportaciones podrán crecer hasta cerca de u$s 27 mil millones.

Las cuentas fiscales están en deuda con un déficit posible de $ 5 mil millones, dependiendo de la recaudación, donde prevalece la evasión.
Resulta prematuro vaticinar la evolución de la recaudación, faltando leyes penales tributarias y sin que haya cambiado la postura judicial, en general favorable a los evasores.
Hay, sin embargo, atisbos de cambio.
Hasta tanto la recaudación mensual de la DGI, la Aduana y la ANSeS no supere holgadamente la cifra de $ 4 mil millones, el panorama fiscal seguirá precario.

No se prevén cambios en el escenario financiero internacional, con tasas de interés en baja de la mano de menores inflaciones en todos los países del mundo.
En estas condiciones, la Argentina podrá refinanciar sus vencimientos de deuda, el pago de los intereses externos y el déficit.
Ello permitirá financiar las necesidades de la Tesorería, sin perjuicio de colocaciones de deuda en el mercado interno.

En 1997 la Argentina exportará concentrados de cobre y oro, así como litio al mundo y gas natural a Chile.
La cosecha superior a 50 millones de toneladas agregará exportaciones y demanda interna.
La industria podrá aumentar sus exportaciones gracias a la productividad creciente de la economía.

La desocupación debería bajar con la reanimación de la demanda, las inversiones en marcha, la flexibilización de las leyes laborales y el reentrenamiento de los desocupados.

3. El sistema de caja de conversión, impropiamente llamado de convertibilidad, no sólo puede sino debe mantenerse, porque impide la emisión sin respaldo del Banco Central.
Ello asegura la estabilidad monetaria inferior a 2 % de inflación anual, única en América del Sud, fomenta las exportaciones que han aumentado a los ritmos más altos del mundo, promueve la mejora de la productividad y atrae inversiones directas de riesgo en prácticamente todos los sectores productivos de bienes o que presten servicios.


Dr. Roque Fernández

1. En 1996 la economía salió de la recesión, que se inició a principios de 1995 y que finalizó en el primer trimestre de este año, como consecuencia del efecto tequila.
Al respecto es importante observar que fue más breve que las experimentadas en la década de 1980 y de menor intensidad.
Nadie puede alegrarse que hayamos tenido ese fenómeno, pero es importante notar que la Argentina no devaluó para aumentar las exportaciones y frenar las importaciones, que no modificó en absoluto su política en el Mercosur y que no se suspendió inversión alguna.
Aumentaron las exportaciones y las importaciones, que alcanzaran en 1996 valores récord históricos, se incrementó el comercio bilateral con el Mercosur y además aumentó la inversión en la industria, minería, energía, servicios y en la agroalimentación.
La economía se reactivó y se mantiene la estabilidad de los precios.
Un tema de mucha importancia es que en 1996 se tuvieron resultados muy altos -récord históricos- de la producción de petróleo, gas natural y energía eléctrica.
También fue un año de muy altas inversiones en la industria automotriz, petroquímica, telecomunicaciones y agua potable.

2. Estimamos que el producto bruto interno de 1996 crecerá arriba del 3 por ciento, mientras que el de 1997 lo hará al 5 por ciento.
La tasa de crecimiento de la inversión sería del 10 por ciento, las exportaciones aumentarían entre el 7 y 8 por ciento y las importaciones entre el 9 y 10 por ciento.
Por su parte, el consumo crecería entre 4 y 4,5 por ciento.
Esto muestra que las variables de inversión, exportaciones e importaciones tienen un mayor dinamismo que el consumo, lo que es altamente satisfactorio como muestra de un crecimiento sano.

3. La convertibilidad es uno de los instrumentos del Plan de Reforma Estructural y se mantendrá durante muchos años, al mismo tiempo que haremos todo lo posible por reducir y luego eliminar el déficit del Presupuesto.
Los resultados generales serán semejantes a los logrados hasta ahora: aumento de las exportaciones, aumento de las importaciones, aumento de las inversiones en industria, energía, servicios y en el sector agropecuario.
Esto implica que aumentará la productividad, se podrá mantener la paridad cambiaria y el país seguirá avanzando en un clima de estabilidad monetaria, crecimiento económico y seguridad jurídica.
Se mantendrá la apertura de la economía, se incentivará la competencia y se continuará con el proceso de desregulación de la economía.
Los beneficiarios de este programa serán los consumidores en general, pero en especial la estabilidad y el desarrollo de la economía favorecerá a los sectores más humildes.


Aldo Ferrer

1. En 1996 se ha recuperado parcialmente el nivel de actividad económica previo a la recesión de 1995.
Contribuyeron decisivamente las variables financieras, a saber: el incremento de las reservas del Banco Central, la base monetaria, los depósitos bancarios y el crédito.
Sobre estas bases aumentó la demanda efectiva, observándose un repunte del consumo y la inversión y, en menor medida, de las exportaciones.

La experiencia reciente confirma que se ha instalado en la economía argentina un ciclo de origen esencialmente financiero.
Son, en primer lugar, las decisiones de los colocadores de fondos del país y del exterior los que determinan los movimientos de capitales de corto plazo y el comportamiento de las reservas internacionales, la base monetaria y el crédito.
En tal contexto, durante 1996, la política económica insistió en procurar respuestas positivas de los mercados tratando de reducir el déficit fiscal y promoviendo decisiones estructurales (como la reforma laboral) alineadas con el paradigma de estrategia económica prevaleciente.
Dada la situación actual de finanzas internacionales y los altos rendimientos de las plazas periféricas, como la argentina, se logró la captación de recursos que han viabilizado la recuperación moderada del nivel de actividad.
Variables críticas, como el desempleo y la tasa de ahorro, no registran mejoras significativas en el curso de 1996.

2. Si continúan, como parece factible, las tendencias observables en los mercados financieros internacionales, no habrá mayores dificultades en captar los recursos necesarios para financiar el déficit de pagos externos que, en 1997, alcanzará a alrededor de u$s 17 mil millones.
En tal caso, el año próximo registraría un comportamiento semejante a 1996, tal vez con una tasa algo mayor de crecimiento del PBI.
El moderado aumento del consumo y la inversión internas serían acompañados por un deterioro del balance comercial y un incremento del déficit del balance de pagos en cuenta corriente y de la deuda externa.
Los datos fundamentales del sistema (ahorro interno, exportaciones, empleo) no registrarían mejoras sensibles, ratificando el hecho que las fluctuaciones del sistema no forman parte de un proceso sólido de crecimiento de largo plazo.
El déficit fiscal probablemente se ubique, como en 1996, en torno del 2 % del PBI, lo cual es un desequilibrio manejable.

3. El Plan de Convertibilidad fue el instrumento que permitió dominar la inflación y asentar la estrategia económica del Gobierno Menem sobre el consenso generado por la estabilidad.
Las consecuencias de esta estrategia, con una baja tasa de crecimiento de largo plazo, la vulnerabilidad inherente al ciclo financiero, la concentración del ingreso y la riqueza, una alta tasa de desempleo y la fractura entre, por una parte, los sectores incorporados al proceso de modernización e inserción en el mercado mundial y, por otra, el grueso de las empresas y trabajadores marginados.
El régimen de cambio fijo con convertibilidad es viable mientras el Gobierno logre captar los recursos externos necesarios para financiar el déficit de los pagos externos y el sistema político procese los costos sociales de la estrategia.
Mientras prevalezcan estas condiciones, la convertibilidad podría mantenerse.


Dr. Rogelio Frigerio

1. Las tendencias de la economía argentina siguieron siendo negativas, pese a la reactivación.
No fue obra de una política anticíclica sino mero desenvolvimiento natural del ciclo y todavía la economía no está en el nivel de 1994.

Pero a su vez tienen alcances más limitados de los que suele atribuírsele.
Se ha dicho que fue fruto del crecimiento de las exportaciones y de la inversión.
Esa afirmación es fruto de una mala lectura de las cifras.
Las exportaciones aumentaron en términos monetarios por una circunstancial suba de los precios internacionales de las commodities que exporta el país, pero por ejemplo en el segundo trimestre, cuando se proclamó que teníamos reactivación, bajaron en términos cuantitativos un 5,4 %.
La inversión también aumentó estadísticamente, en razón de que los niveles de 1995 fueron bajísimos.
Un aumento en el tercer trimestre del 17 % en la inversión suena bien, pero ocurre que en ese período del año anterior había caído el 25 %.

Es decir, no estamos ante un despegue de la producción de los exportadores y de la inversión.
Simplemente se están reponiendo stocks y se concretan consumos postergados.
Sólo eso explica las cifras de crecimiento.
Es, repito, un fenómeno natural después de un año y medio de recesión.
Esta viene después del receso como la sístole sucede al diástole en el movimiento cardíaco.
Es un proceso natural, pero, siguiendo con la metáfora cardiológica, no se ha revertido la severa insuficiencia coronaria de la economía argentina.
Al momento de responderse el cuestionario, los datos preliminares indican que el desempleo está igual o aumentó algo y, en medio de esta curiosa reactivación, aumentan las quiebras y los cheques rechazados.
Es decir, la reactivación opera en un universo económico limitado y por tanto sigue la desocupación y la concentración económica que, además de su significación social negativa, conspiran contra un mejor desempeño de la economía argentina en el mediano plazo.

2. Continuarán las tendencias descriptas en la respuesta anterior, que no se modificarán mientras no haya cambios importantes en la orientación económica.
La tasa de incremento del producto interno bruto será igual o muy ligeramente superior.
Nuestra estimación es del 3,2 %.
A esa cifra llegamos con aumentos del 10 % en las importaciones y del 6 % en las exportaciones y con aumentos en la inversión del 11,2 % (sólo sumando los dos años 1996/97 compensaremos la desinversión de 1995) y en el consumo del 3 %.

En ese escenario continuará elevado el desempleo, el déficit fiscal (la estimación presupuestaria volverá a ser desbordada) y ten- dremos un déficit comercial, de alrededor de u$s 500 millones, que comenzará a ser considerable.

3. En el largo plazo el mantenimiento de la convertibilidad no sólo es imposible sino absurdo.
Una paridad rígida y atrasada contraría la más elemental racionalidad económica.
Máxime en un mundo en el que aparece un nuevo proteccionismo que utiliza procedimientos no arancelarios y por ende el tipo de cambio adecuado se vuelve fundamental, con aranceles que no pueden elevarse a voluntad por las reglas de la Organización Mundial de Comercio.
Y también conspira contra esa rigidez nuestra pertenencia al Mercosur, ya que ninguno de los países del área tiene ese esquema y el Brasil, por distintos procedimientos, está mejorando su tipo de cambio efectivo.

La consecuencia es una severa pérdida de competitividad que no se va a compensar con las proyectadas rebajas de salarios disfrazadas de modernización laboral.
Ello al margen del hecho básico de que la política de un país tiene que tender a que se eleve el poder adquisitivo de sus salarios y el nivel de vida de su pueblo.
En estas condiciones, aunque no haya aduanas paralelas, las importaciones seguirán cerrando fuentes de trabajo y se hará cada vez más rígido el aumento de las exportaciones que hoy existe casi exclusivamente por la situación transitoria que vive el Brasil.

A su vez de eso deriva desempleo, pobreza, imposibilidad de un efectivo saneamiento del sector público (sólo una expansión muy dinámica aumentaría significativamente las fuentes de financiamiento genuino del gasto y permitiría transferir personal al sector privado sin generar más desempleo), peligroso endeudamiento público y, por ende, inflación encubierta y agazapada bajo la rigidez cambiaria.

Por esa razón, en tren de hablar de soluciones, nuestra propuesta no se basa en una devaluación o en una brusca liberación cambiaria, porque la inflación reprimida afloraría y la elevación de los pasivos públicos y privados dolarizados engendraría consecuencias caóticas.
Pero a su vez en esta situación no se puede continuar, porque cabalgaríamos entre la continuación de la actual degradación social y el riesgo de una devaluación traumática, imprevista e impuesta por los hechos.
Iríamos a un aterrizaje forzoso con daños irreparables.

Es imprescindible una transición manteniendo la convertibilidad para los contratos y deudas en dólares y con un tipo de cambio efectivo (corregido con aranceles y reintegros) adecuado.
Ello crearía un ambiente de expansión -además de sus efectos sobre el empleo- apropiado para atacar el problema fiscal y abordar una reconversión de los pasivos y contratos, con lo que estaríamos en condiciones de un aterrizaje suave al realismo cambiario.
Es un tema que, al menos, hay que comenzar a discutir.