Balance preliminar de la economía de América Latina y el Caribe 1996 (I)

El principal rasgo del panorama económico en América Latina y el Caribe en 1996 fue la reaparición de la trayectoria de moderado crecimiento con estabilidad de precios, característica del desempeño de la economía regional en los años noventa antes que irrumpiera la crisis financiera mexicana de finales de 1994.
Destaca en ese panorama la gradual recuperación de las economías de México y Argentina.
Así, la tasa promedio de crecimiento del PIB en la región en su conjunto ascenderá a alrededor de un 3,4% (1,7 per cápita) y la inflación promedio se reducirá a menos de 20%, en tanto que más de la mitad de los países de la región registrará un aumento de precios de un solo dígito o de apenas un poco más.

El crecimiento obedeció a la sostenida expansión de las exportaciones y, en segundo término, al mayor acceso al financiamiento externo.
En efecto, el déficit en cuenta corriente (2% del PIB regional) fue contrarrestado con creces por ingresos de capital -unos 50.000 millones de dólares- lo que condujo a una considerable acumulación de reservas monetarias internacionales.
En cambio, el desempleo fue superior al de 1995, y en muchos países los salarios se mantuvieron estancados e incluso declinaron, lo que hace suponer que en 1996 los patrones de crecimiento siguieron caracterizándose por desigualdades, como ha sucedido desde comienzos de la década.

La recuperación del producto se dio en un contexto internacional un tanto menos favorable que el de los últimos años.
Mientras a nivel mundial el crecimiento seguía a un ritmo sostenido, el comercio se redujo a un 5%, luego de registrar un aumento excepcional de un 8% en términos de volumen en 1995.
Además, las tendencias de los precios de los productos básicos de particular importancia para los países de América Latina y el Caribe tuvieron una evolución dispar.
Por ejemplo, el precio de muchos metales se redujo, al igual que el del café, mientras el de los granos mostró un alza.
El precio del petróleo fue superior al de años anteriores, lo que favoreció a los exportadores pero causó inconvenientes a los importadores.
Por lo tanto, si bien la relación de intercambio de la región en su conjunto no varió con respecto a 1995, en la mayoría de los países disminuyó y sólo en tres registró un notable incremento.

Mientras la evolución económica de la región en 1995 mostró grandes divergencias, dado que las economías de México y Argentina se contrajeron en tanto que otras siguieron expandiéndose, durante 1996 se observa una mayor convergencia.
Por una parte, México y Argentina han vuelto a registrar una tasa positiva de crecimiento, aunque ésta aún no contrarresta la caída del año anterior.
Por otra, en varios países de la región la economía se expandió a un ritmo más lento en 1996, debido a las políticas destinadas a mitigar la inflación adoptadas, entre otros, en Brasil, Chile, Costa Rica y Colombia, y a evitar problemas relacionados con el balance de pagos, como las aplicadas en Perú.
Por consiguiente, en la mayoría de los países la tasa de crecimiento fluctuó entre el 3% y el 5%.

La recuperación de Argentina y México se generó con la desaparición del fuerte impacto negativo provocado por la crisis financiera, que se había desatado a fines de diciembre de 1994 con la fuerte devaluación de la moneda mexicana y que había significado un vuelco en los flujos de capitales externos hacia ese país, fenómeno que tuvo sus secuelas en Argentina.
En 1996 los capitales externos retornaron en ambos países, con lo que se atenuó la restricción externa.
En Uruguay, cuya caída del año anterior había provenido principalmente de la crisis argentina, la recuperación se fue concretando una vez que la economía del país vecino comenzó a reactivarse.

El nivel de actividad de la economía argentina experimentó una moderada recuperación en 1996, con un incremento del PIB de algo más de 3,5%.
Si bien ese crecimiento no alcanzó a compensar la pérdida experimentada en 1995, la evolución ascendente de la actividad marcó un definido contraste con la fuerte recesión de ese año.
Aunque permaneció claramente por debajo de los niveles previos a la recesión, la inversión fue el componente más dinámico de la demanda en 1996, mientras que el consumo registró un moderado aumento.
Las exportaciones se incrementaron, si bien una parte del incremento del valor de las ventas externas se originó en alzas de precios.
Por su parte, la recuperación del volumen de las importaciones fue bastante mayor, proporcionalmente, que la del producto.
La reanimación de la actividad se había empezado a insinuar en la última parte de 1995, al irse diluyendo paulatinamente el impacto de la crisis financiera.
Ese movimiento se fue afirmando a lo largo de 1996, de forma que en el segundo semestre el producto agregado superó holgadamente al de igual período de 1995, y se habría ido acercando a los máximos alcanzados antes.
Por otro lado, en 1996 prosiguieron los flujos de inversión directa (con significativa participación de inversionistas latinoamericanos), destinados particularmente a sectores vinculados con la explotación de recursos naturales y a la adquisición de participaciones en empresas con buena posición en el mercado regional.

El crecimiento de la región en su conjunto se vio estimulado sobre todo por las exportaciones, dado que el aumento de su volumen prácticamente triplicó el del PIB.
Las exportaciones fueron el principal factor que contribuyó a la recuperación de la economía mexicana, y también compensaron la escasa demanda interna en varios países, incluidos Colombia, Perú y Venezuela y gran parte de los centroamericanos.
Entre los componentes de la demanda interna, el consumo parece haber crecido a un ritmo más acelerado que las inversiones a nivel regional, aunque estas últimas volvieron a mostrar una tendencia positiva después de la declinación del año anterior.
Si los datos definitivos confirman esta tendencia, en 1996 el coeficiente de inversión en América Latina y el Caribe, acaso más sensible a las altas tasas de interés que el consumo, será inferior al de por sí reducido 21% registrado en 1995.

La evolución más favorable del crecimiento económico no se ha traducido en un incremento del empleo.
Por el contrario, los datos correspondientes a los tres primeros trimestres del año indican que el desempleo siguió aumentando, luego de acentuarse considerablemente en 1995.
De hecho, el desempleo urbano muestra en 1996 el nivel más alto de la década.
La situación regional es atribuible en gran medida al hecho de que la generación de empleo en Argentina y México no se mantuvo a la par de la recuperación de la actividad económica, mientras otros países, en los que la evolución del empleo había sido relativamente favorable en años anteriores, atravesaron por un período difícil en 1996 (Brasil y Colombia).
Los salarios mostraron una evolución más heterogénea, dado que en algunos países se incrementaron, en otros se estancaron y en un tercer grupo incluso disminuyeron.

La inflación siguió reduciéndose en 1996.
La tasa promedio de inflación regional ha mostrado un descenso constante, de 888% en 1993, a 337% en 1994, 26% en 1995 y 20% en el período de doce meses comprendido entre noviembre de 1995 y noviembre de 1996.
Este último porcentaje es el más bajo desde comienzos de los años setenta.

La estabilización siguió siendo una prioridad de la mayoría de los gobiernos de la región, cuyos principales instrumentos fueron las políticas fiscales y monetarias.

Salvo contadas excepciones, la política fiscal continuó apuntando a reducir la brecha financiera del sector público (medida como proporción del producto) de manera de evitar presiones sobre el crédito interno.
Sin embargo, los resultados obtenidos fueron diversos.
La adopción de una austera política monetaria fue uno de los principales componentes de las medidas de estabilización.
En muchos casos se recurrió a la fijación de altas tasas de interés como mecanismo de restricción de la demanda agregada y para limitar el impacto expansivo de la acumulación de reservas sobre el gasto.
La apreciación del tipo de cambio también contribuyó a reducir la inflación; ello ocurrió en 11 países de la región; sólo en cinco países se produjo una devaluación real.
Aunque la apreciación del tipo de cambio ayudó a controlar la inflación, también contribuyó a dificultar el comercio exterior en varios casos.

Los problemas de solvencia del sistema bancario que afectaron a varios países durante el año anterior dejaron secuelas que todavía hacen sentir sus efectos.
En la mayor parte de los casos, el sector público contribuyó en gran medida al salvataje de varios bancos en problemas, lo que acotó la incertidumbre; el rescate de cartera morosa mediante la entrega de títulos públicos, sin embargo, ha generado un egreso, fiscal o cuasifiscal, que continúa presionando sobre el equilibrio fiscal y sobre la tasa de interés.

Las exportaciones regionales de mercancías ascendieron a 248.000 millones de dólares en 1996, lo que significa que aumentaron un 11% con respecto a 1995.

Las importaciones de mercancías superaron los 245.000 millones de dólares en 1996, lo que representa un aumento del 10,6%, porcentaje levemente inferior al 12,3% registrado en 1995.

Con escasas excepciones, durante 1996 los países de América Latina y el Caribe sólo efectuaron ajustes puntuales en sus políticas comerciales externas.
Se observó un incremento de las restricciones, atenuándose, aunque en forma puntual, los procesos de apertura de las economías iniciados algunos años antes.

El comercio entre los países de América Latina y el Caribe siguió siendo importante, aunque no creció tan aceleradamente como en años anteriores.
De los grupos constituidos con fines de integración de los que se dispone de información, sólo en el caso del Mercosur se observa una intensificación del comercio entre los países miembros superior a la del intercambio global.
Sin embargo, el comercio entre algunos de los países, y especialmente entre los del Mercosur, se ha traducido en una estrecha interdependencia, que también se refleja en las tendencias similares de las variables macroeconómicas observadas en 1996.

La suma de los servicios al balance de mercancías arroja un déficit regional de 8.000 millones de dólares, cifra ligeramente inferior a la de 1995.

Debido a que el incremento de los pagos por concepto de factores neutralizó la reducción del déficit comercial, el déficit en cuenta corriente se mantuvo prácticamente invariable, en 32.500 millones de dólares.
La acentuación del déficit alcanzó significativas proporciones en Argentina y Brasil, y fue menos marcada en México y Panamá, mientras en Chile el excedente del año anterior fue sustituido por un déficit.

Los déficit en cuenta corriente fueron financiados con voluminosas entradas de capital.
De hecho, una de las más destacadas tendencias de 1996 fue la consolidación del acceso de la mayoría de los países de América Latina a los mercados financieros internacionales, que había quedado parcialmente interrumpido por la crisis financiera mexicana de 1994-1995.
Otra de ellas fue el cambio en la composición del flujo de capital que pasó a centrarse en la inversión directa y el endeudamiento en títulos de la deuda a mediano y largo plazo.
Estas dos categorías de capital son más estables que las corrientes de corto plazo que han sido prominentes en los últimos años.

Entre los factores que contribuyeron a ese positivo desempeño, cabe mencionar los programas de prestación de asistencia financiera internacional a México y Argentina en 1995, el excepcional desarrollo de los mercados financieros internacionales en los últimos 18 meses y las tasas de interés estables en Estados Unidos y bajas en Japón y Europa.
Estos cambios se tradujeron en la emisión de bonos de calidad superior, con plazos más largos y menores márgenes de tasa de interés.

La cuantiosa afluencia de inversiones directas, que hasta 1993 correspondieron esencialmente a privatizaciones, ya incluye un importante componente de nuevo capital.
La entrada de inversiones directas ha permitido a los gobiernos depender en menor medida de los flujos de corto plazo, y las mejores condiciones del endeudamiento en bonos ha reducido el servicio de la deuda de las economías de mayor tamaño de la región.

En 1996 continuaron avanzando las reformas estructurales en los países de América Latina, pero en magnitud menor a la de años anteriores.
Se concentraron más bien en la instrumentación de reformas ya definidas, como fueron la entrada en funcionamiento de los nuevos sistemas de la seguridad social, basados en la capitalización de los aportes, y la venta de algunas empresas estatales.

En general, la evolución observada en 1996 permite llegar a varias conclusiones.
En primer lugar, las economías de los países de América Latina y el Caribe han demostrado cierta fortaleza para asimilar fenómenos adversos.
Aunque la recuperación económica en México y Argentina es incompleta y ha entrañado un elevado costo social, no cabe duda que tiende a una reactivación progresiva.
A ello se añade el hecho, igualmente significativo, de que la recesión que afectó a esos dos países no se propagó de manera generalizada al resto de la región.

En segundo término, se observa una gradual evolución positiva del financiamiento externo que la región ha logrado captar, en cuanto a su volumen y modalidades, aunque ésta se da de preferencia en las economías de mayor magnitud.

En tercer lugar, la recuperación de 1996 ha permitido que los países latinoamericanos y del Caribe vuelvan a registrar tasas moderadas de crecimiento y una estabilidad de precios cada vez mayor, aunque la difícil relación entre crecimiento e inflación ha seguido frenando las posibilidades de una expansión más acelerada.

Por último, el desempleo se ha perfilado como un serio problema, hecho inquietante que acentúa el desigual patrón de crecimiento mencionado anteriormente y que ha sido objeto de tanta atención en los informes de la Secretaría.
Revertir esa situación precisará, entre otros aspectos, una continua expansión de la capacidad productiva, apoyada tanto en crecientes niveles de inversión como en una ascendente productividad.
La relativa consolidación del financiamiento externo configura un escenario favorable a la aplicación de políticas que faciliten ese cometido.