El Comportamiento del Sector Industrial

Cuestionario

1. ¿Considera usted que el incremento de la producción industrial -globalmente considerada- que se verifica desde el segundo trimestre de 1996, expresa una etapa de crecimiento sostenido de largo plazo o sólo indica una reactivación coyuntural?

2. ¿En el actual ordenamiento macroeconómico argentino entiende que, a su juicio, ¿es posible y necesario instrumentar políticas activas que apoyen la actividad industrial?

3. ¿Qué papel le asigna al desarrollo científico y tecnológico y a la formación de recursos humanos en la estrategia industrial y quiénes deberían asumir las principales responsabilidades en estos temas?


Lic. Héctor Gambarotta

1. Nos encontramos retomando una etapa de crecimiento sostenido que iniciamos a principios de esta década.
Sólo se interrumpió momentáneamente este sendero expansivo por el efecto tequila, que fuera superado airosamente a partir del enfoque correcto con el cual el gobierno asumió la crisis mexicana.
Dicha superación ha hecho a nuestra economía más fuerte y consistente.
Hoy las tasas de crecimiento del PBI (6 %), la inversión (15 %) y las exportaciones (12 %) que se proyectan para el año en curso nos subrayan la pujanza de nuestra economía.

Vista la década actual desde una perspectiva histórica no quedan dudas acerca de la solidez de la onda expansiva: en los ’90 el PBI crece a una tasa anual del 5,7 %, las exportaciones lo hacen al 11,7 % y la inversión al 14,2 %.
Ni los ’70 ni los ’80 se acercan a esta performance: en el primer caso, el PBI creció sólo al 2,4 % en promedio, las exportaciones lo hicieron al 16,3 % y la inversión al 3,2 %; en el segundo caso, el PBI retrocedió un 1,1 % por año, la inversión bajó a un ritmo del 7,6 % y las exportaciones sólo crecieron al 4,3 %.

Además, por primera vez en cincuenta años la economía crece en un marco de estabilidad de precios.

Démosle a la estabilidad su justo valor como fundamento para el crecimiento de la producción al permitir un cálculo económico de largo plazo: en 1989 los precios crecían a una tasa del 33,4 % mensual -el futuro sólo podía avizorarse a no más de 30 días-.
A la tasa de inflación corriente hoy en la Argentina para que los precios crecieran un 33,4 % debería pasar más de un siglo...

2. Sí.
De hecho el Gobierno lo hace.
Prueba de ello son los programas de incentivos a las exportaciones (reintegros y reembolsos), la compensación de tasas de interés a las PyMEs, los esquemas de promoción industrial que siguen manejando las provincias y numerosos programas de carácter regional y sectorial que se encuentran en marcha -tales como el Decreto 804/96 que facilita la inversión en provincias con menor desarrollo relativo y el régimen automotriz (que ha sido extendido recientemente para dar cabida a los autopartistas)-.

Pero si por “políticas activas” se entiende privilegiar la asistencia a los sectores productivos por encima de la preservación de la estabilidad de precios, la prudencia monetaria y la austeridad fiscal, la respuesta es contundentemente negativa.
Nuestro ordenamiento económico global es un activo que a los argentinos nos ha costado grandes sacrificios conseguir y no puede ser expuesto al riesgo de experimentar ideas que hoy -en un mundo abierto y global- carecen de contexto y están en franco retroceso en todas las economías del planeta.

Los criterios de Maastrich -referidos a niveles de inflación, deuda pública, déficit fiscal y tasa de interés- se han convertido en códigos de conducta universal y ningún país con aspiraciones de crecimiento podrá evadirlos en el futuro.
Argentina ya cumple con tres de estos criterios y la marcha descendente de la tasa de interés nos señala que en poco tiempo cumplirá con todos.
Sería un despropósito desandar el camino recorrido: iríamos a contramano del mundo.

3. Crucial.
Es una tarea central del Estado y una obligación que las empresas competitivas no pueden eludir.
La Argentina tiene que mantener y ampliar su ventaja regional en términos de la calidad de su mano de obra, ya que ello constituye uno de los factores decisivos en la atracción de inversiones.

El gobierno ha puesto en marcha la reforma educativa, apuntala los programas del INET, desarrolla una profunda reforma en su sistema nacional de ciencia y técnica y potencia el trabajo de instituciones como el INTA y el INTI.
Estas tareas marcan la trascendencia que se le otorga a estas cuestiones.
No se trata sólo de una cuestión cuantitativa, que debamos únicamente discutir en términos presupuestarios.
Importan -y mucho- sus aspectos cualitativos.

Necesitamos técnicos y científicos comprometidos con el futuro, que miren a su trabajo no como un hecho de lucimiento personal sino como un aporte a la mejora de la calidad de vida de la población.
El Estado ya no puede financiar “torres de marfil”.
Tienen que estar claros los objetivos y las metas de la investigación científica y tecnológica y explicitado cómo su logro se convertirá en resultados útiles para la sociedad.
La sociedad del conocimiento también es ya un valor universal porque sobre ella descansa, en última instancia, la capacidad de los países para ser competitivos en el largo plazo.


Lic. Dr. Jorge Katz

1. El aumento de producción industrial de fechas recientes obedece tanto a factores de reactivación coyuntural, principalmente ligados a la mayor disponibilidad de financiamiento externo y a cierta reactivación del crédito doméstico, como también a hechos de carácter estructural y de largo plazo, relacionado con la reestructuración que sufre en nuestro medio, por ejemplo, la industria automotriz.
Esta última registra el desarrollo sostenido de los planes de producción e inversión de diversas firmas transnacionales, sus proveedores internacionales de partes y componentes recientemente radicados en el país para abastecer a las primeras y unas pocas empresas autopartistas locales que se están adaptando a los nuevos requerimientos de las terminales.
Este proceso configura un fenómeno de largo plazo que probablemente ha de continuar al margen de la coyuntura.

2. Considero que es tanto posible como necesario instrumentar políticas industriales activas.
Por un lado, porque las mismas se están, en los hechos, implementando en la vida cotidiana a través de resoluciones de la Secretaría de Industria más allá de que en el debate ideológico se siga discutiendo si dichas políticas tienen que ser utilizadas o no.
Por otro lado, es obvio que existen fallas de mercado que impiden un correcto proceso de adaptación a las nuevas reglas del juego por parte de las empresas pequeñas y medianas, muchas veces de carácter familiar, que tienen dificultad para acceder a créditos, tecnología o recursos humanos calificados.
Dichas fallas de mercado favorecen el aumento de la heterogeneidad estructural e inducen una tasa de fracaso empresario mayor que la que sería socialmente adecuada en la presente coyuntura.
La política industrial estaría llamada a corregir fallas de mercado y a inducir un más rápido ritmo de mejora tecnológica y de aumento de productividad.

3. La respuesta dada a la pregunta anterior, revela claramente el papel que asigno al desarrollo tecnológico y a la formación de recursos humanos como determinantes centrales del ritmo de aumento de la productividad industrial.
Por tratarse de insumos críticos de la producción bajo los cuales subyacen externalidades, inapropiabilidades y sinergias de todo tipo, entiendo que las señales de precios son particularmente ineficientes en este campo y reclaman formas específicas de intervención por parte del sector público.
Sin embargo, esto no me lleva a negar la presencia de beneficios derivados de la acción colectiva entre firmas y otras instituciones del ámbito privado, como pueden ser universidades, institutos tecnológicos, etc., lo cual me lleva a suponer que también aquí pueden plantearse formas novedosas de interacción público privadas digno de ser exploradas.
La diversidad de políticas de este tipo que maneja, por ejemplo, la Comunidad Económica Europea, me lleva a afirmar, sin lugar a duda, que éste es el camino correcto que siguen distintos tipos de capitalismo alrededor del planeta.


Lic. Bernardo Kosacoff

1. Considero que el incremento de la producción industrial que se está verificando manifiesta algunas de las transformaciones de la estructura industrial, asociado simultáneamente a condiciones coyunturales de la economía.
En ese sentido, la recuperación del sector de la construcción impulsa la recuperación de las industrias proveedoras de insumos para esa actividad.
Asimismo, el crecimiento de la industria automotriz, apoyado en su dinámica exportadora hacia Brasil, está fundado en las profundas transformaciones e incremento de la capacidad de producción de este sector, que ha contado con políticas de apoyo específicas.
Por último, se verifica la plena utilización de las plantas de insumos difundidos (acero, aluminio, petroquímica, etc.) - dado por la competitividad alcanzada por estas plantas en las últimas dos décadas- y los avances permanentes en los complejos agroindustriales.
En gran parte del resto de las actividades la situación no es tan alentadora e indica que aún quedan muchos problemas por resolver.

2. Las nuevas condiciones de la Argentina, en particular en el marco de la estabilización y de la apertura de su economía, son aceptadas como necesarias, pero no suficientes para el sustento del desarrollo de largo plazo, que requiere de respuestas de crecimiento y de una nueva especialización del país.
El reconocimiento de la existencia de mercados imperfectos y de la debilidad de las “instituciones” para inducir el desarrollo de ventajas comparativas dinámicas, generó un replanteo de las políticas industriales, que difícilmente encuentre una respuesta en la reproducción de los instrumentos y el marco institucional de la etapa de sustitución de importaciones.
El desafío es el mismo del pasado, pero las condiciones internacionales y domésticas tienen una historia y un punto de partida diferente.

De esta forma, la definición de políticas industriales para una economía en transformación de tamaño relativamente pequeño y con la necesidad de restablecer el funcionamiento del sistema económico, que requiere que los procesos de estabilización se fundamenten en los cambios estructurales, será sin lugar a dudas muy distinta a la del modelo sustitutivo.
La misma será mucho más compleja, con requerimientos sectoriales, regionales y empresariales mucho más específicos y el diseño de una ingeniería institucional que debe “aggiornarse” a los cambios domésticos e internacionales señalados.
Uno de sus principales objetivos debería ser reducir la incertidumbre, para permitir una mejor evaluación de los agentes económicos - en particular la PyME- de los escenarios en los cuales deben desplegar sus estrategias.

Un régimen de política industrial provee mecanismos de coordinación faltantes en una economía de mercados libres.
Como mecanismo de coordinación, la política industrial puede ser más eficiente en un contexto donde la interdependencia y la especificidad de los activos es importante.
La lógica de la política industrial puede ser considerada separando el rol que juega dentro de dos dimensiones distintas: una dimensión estática y otra dinámica.
En ambos casos la función de la política industrial es la misma: evitar fallas de coordinación.

En una situación en la cual los problemas económicos se unen con la fragilidad institucional, no es necesario “retornar al mercado” sino “construir el mercado”.
Esto significa, actuar sobre las instituciones de la vida colectiva y proveer las capacidades que permitan a la mayoría de los sujetos tomar parte en forma efectiva de la misma.
Asimismo, las políticas públicas para el desarrollo industrial deben estar orientadas no sólo a favorecer un cambio en el contexto institucional en el cual las firmas realizan sus operaciones, sino también hacia acciones específicas que favorezcan el desarrollo de la cooperación industrial entre las firmas para permitir la especialización individual en un contexto de complementariedad y extensión del mercado.

3. La Argentina, en los últimos 20 años, ha desarrollado más sus recursos naturales y ha logrado una gran capacidad en la producción de sus industrias básicas.
Empero, el escenario internacional muestra que este tipo de industrias hoy resulta insuficiente para competir, esto es, que no es suficiente esta especialización.
Hay que avanzar, a partir de estas producciones, hacia las cadenas de mayor valor agregado, que permitan pasar de los productos estandarizados a los productos diferenciados y altamente especializados; de los productos con bajo valor agregado a los productos con alto valor agregado (por ejemplo, del trigo a la galletita diferenciada, del acero a la autoparte mecanizada que pueda insertarse en los procesos de globalización o del cuero al producto de marroquinería con alto diseño).
Ello requiere contar, básicamente, con un sistema innovativo nacional, con una fuerte capacidad tecnológica y, fundamentalmente, con una fuerte inversión en recursos humanos.
Argentina, como país intermedio dispone todavía de un stock de recursos humanos calificados relativamente importante, a pesar del deterioro que ha sufrido en los últimos años.
Al mismo tiempo se sabe que la Argentina tiene más de un siglo de industrialización; que la misma presentaba deficiencias a nivel microeconómico en términos de tamaño de plantas y escasas capacidades de especialización; que hubo desequilibrios ma- croeconómicos muy fuertes en términos de la posición deficitaria del sector externo o de fuertes costos fiscales asociados con el desarrollo de la industrialización.
Pero, a pesar de todos esos problemas, se fue generando simultáneamente con la producción de bienes industriales una gran cantidad de capacidades tecnológicas que, evidentemente, constituyen un punto de partida que pocas sociedades pueden exhibir.

Es a partir de esta historia, con sus marchas y contramarchas, que la Argentina tiene por delante el desafío de pasar a las cadenas de mayor valor agregado.
Avanzar en esta dirección puede brindar la posibilidad de fortalecer la capacidad productiva ampliando los mercados.
Se podrá modernizar la industria, automatizarla, robotizarla y, al mismo tiempo, generar nuevos puestos de trabajo que, sin lugar a dudas, requieren de fuertes inversiones en capacitación de los recursos humanos.
Significa en síntesis, articular, en una estrategia competitiva, las redes entre las empresas, entre las distintas instituciones, entre el sistema educativo y la universidad en particular, entre el sector público y el privado.


Dip. Nac. Claudio A. Sebastiani

1. La economía argentina inició una etapa de crecimiento a partir del segundo trimestre de 1996, que permitió superar la recesión que nuestro país atravesara durante 1995.
Esta recuperación del nivel de actividad puede transformarse en un proceso de crecimiento sostenido si se toman las medidas adecuadas en materia financiera, impositiva, de administración del comercio exterior y de política laboral que favorezcan el desarrollo de la industria.

En particular, debe priorizarse una fuerte reducción de las tasas de interés que pagan las PyMEs, un mayor acceso al crédito para la producción, una acción eficaz contra la competencia desleal de las importaciones y una legislación laboral moderna.
De concretarse conjuntamente estas medidas, producirían un shock de confianza en el sector productivo que se reflejaría rápidamente en el aumento del nivel de actividad, de la recaudación impositiva y del empleo.
Así comenzaríamos a aplicar un modelo de desarrollo industrial que respalde y complemente el proceso de apertura comercial, de privatizaciones y de inserción en los mercados financieros internacionales que, con éxito, se iniciara en la década del ’90.

2. El actual ordenamiento macroeconómico genera un marco favorable de previsibilidad para la actividad industrial.
Para consolidar la estabilidad de las variables macroeconómicas es necesario un mayor dinamismo de la actividad productiva, que se lograría si se aplicaran políticas activas que apoyen a la industria.

La competencia en los mercados internacionales no sólo se da entre empresas, sino también entre países.
La competitividad del sistema económico de cada país está expresada en las condiciones de producción de las empresas.
Por tanto, políticas activas para la industria no sólo son posibles sino indispensables para generar un proceso de desarrollo regionalmente equilibrado y con un incremento significativo de las exportaciones.

3. El desarrollo científico y tecnológico, conjuntamente con la formación de recursos humanos, es un factor de importancia para ganar competitividad y lograr así mayor inserción en los mercados externos.

La Argentina debe priorizar la producción de bienes con alto valor agregado y contenido tecnológico, definiendo así un perfil productivo.
El desarrollo tecnológico de las empresas debe orientarse con políticas públicas de apoyo tecnológico.

Para lograr este objetivo debe profundizarse la utilización del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y de los programas de apoyo como el FONTAR (Fondo Tecnológico Argentino) y los créditos blandos para innovación tecnológica (establecidos por la ley 23.877).
A su vez, es prioritario difundir y hacer llegar a las PyMEs los servicios de consultoría pública y los programas existentes de promoción tecnológica, trabajando articuladamente con los laboratorios públicos de investigación, las asociaciones industriales y las universidades.

En términos económicos deben establecerse estímulos impositivos para que las empresas, tanto las grandes como las PyMEs, destinen mayores fondos a investigación científica y desarrollo tecnológico.