El Salario Real en la Argentina*

El salario es una de las variables de mayor relevancia macroeconómica, es la remuneración del trabajo y por ende lo que genera capacidad adquisitiva de parte de los trabajadores y es, por otro lado, un integrante central del costo de producción.
Es además un determinante central en la distribución del ingreso entre asalariados y capitalistas.

Podemos ver cómo se definen claramente cuatro períodos muy diferenciados: 1950-1959, 1960-1975, 1976-1988 y 1989-1996.

Los salarios en el período 1950-59 eran el doble que en la convertibilidad y un 112% mayores que el promedio del último año.
En los sesenta y la primera mitad de los setenta eran un 95% mayores que en el presente.
Incluso, cuando comienza el cambio del modelo de crecimiento y crisis de la deuda los salarios eran más de un 20% superiores al promedio de la convertibilidad.

Supongamos que el salario promedio para 1996 haya sido exactamente 700 pesos de 1996.
Esto significa que el salario promedio del período 1950-59 equivaldría a 1.428 pesos de nuestros días, el del período 1960-75 a 1.313 pesos y el del período 1976-88 a 848 pesos.
Se observa una tendencia marcada y profunda de caída del salario real.
Si bien se perciben movimientos de corto plazo donde el salario se escapa de su tendencia, la misma parece una marca estructural de esta economía.

La primera asociación que podemos realizar es que el aumento en los niveles medios de inflación parece tener un efecto negativo sobre la evolución del salario real.
Incluso esto se acentuaría si en vez del salario real usualmente calculado analizáramos el poder de compra del salario, que es una medida que tiene en cuenta el deterioro del valor de la moneda en el lapso entre que el trabajador cobra el salario y el momento en que lo gasta.

La pérdida de capacidad de negociación por parte de los sindicatos también parece estar asociada directamente con la evolución del salario.
Esto se inscribiría en el último período en una virtual desregulación de hecho y de derecho de las relaciones laborales.

El proceso de apertura comercial iniciado a fines de los ochenta también se asocia con una caída del salario, o al menos podemos decir que la apertura no detuvo el proceso de caída.

La caída del salario real tiene además en la Argentina una característica particular.
Ella es que el promedio refleja menos que antes cuántos trabajadores perciben salarios en torno a dicho valor, debido a que ha ocurrido un proceso de dispersión muy fuerte entre los salarios más bajos y los más altos en todas las actividades.
Sobre la base de esto, concluimos que la caída en el salario real ha sido más aguda para los sectores de menores salarios, generalmente asociados con los empleos de menor calificación.
A contrario sensu, la caída en el salario real ha sido menor o incluso no ha ocurrido en los sectores de salarios más altos (obreros calificados, técnicos, profesionales y directivos).

Se destaca la caída de 1959 y sobre todo la ocurrida en 1976.
En una visión de largo plazo, dicha caída ha sido un cambio estructural notable.
De hecho, la muestra se parte en dos períodos bien diferenciados.
Incluso se observa cómo en el período 1960-1975 los salarios reales llevaban una tendencia creciente antes de la abrupta caída ocurrida al inicio del gobierno militar.

De la última etapa correspondiente a la presidencia Menem, se destaca el nivel histórico mínimo y a partir de la convertibilidad se reduce a un mínimo la variabilidad del salario.

Vemos que hasta fines de los años cincuenta existe una fuerte correlación positiva entre salario y producto interno bruto (PIB), o sea que aumentos en el producto se asocian con aumentos en el salario.
A partir de los sesenta se hace menos nítida y aumenta la variabilidad del salario.
Para todo el período 1950-96 la correlación es de 0,22 lo que en términos técnicos implica una correlación casi nula.
Nada cambia si eliminamos a la convertibilidad de la muestra.

Desde el gobierno militar hasta el período Menem se visualiza lo que consideramos un período de ausencia de modelo.
De hecho, luego de la crisis de la deuda, el PIB prácticamente no crece.
Todas las variables están condicionadas por la restricción externa (ausencia de financiamiento externo) y la principal función de la economía fue generar saldos exportables que luego el Estado debe tratar de capturar con impuestos o con inflación para transferirlos como pagos de deuda.
Acá el salario se ajusta a esta necesidad.
Ya no es el motor de la demanda sino sólo el costo de producción más importante.
La única tentativa de revertir esta situación y volver a colocar al salario como motor fue en el período de Grinspun, que continuó la estela de los aumentos obtenidos ante el desbande del gobierno post Malvinas.
Dicha tentativa fracasó en poco tiempo.

El gobierno Menem es la puesta en marcha de la más fuerte tentativa de abrir la economía, desde el programa de Martínez de Hoz, y así privilegiar un crecimiento basado en las ventajas comparativas.
Claramente aquí el salario continúa siendo centralmente un costo a reducir para aumentar la competitividad.
Dada la imposibilidad de reducir el salario vía la inflación, se recurre a la flexibilización del mercado laboral como mecanismo que facilite el ajuste.

(*) Extracto del estudio publicado en el Informe del Instituto de Estudios Fiscales y Económicos (IEFE), Nº 68, La Plata, mayo de 1997.

Los Salarios y la Convertibilidad

La evolución trimestral del salario real promedio presenta dos momentos.
En una primera etapa hasta el primer trimestre de 1993, presenta una leve recuperación debido a que la comparación tiene como punto de partida niveles excesivamente bajos (la recuperación alcanza el 7% y principalmente este incremento deviene del comportamiento de los salarios en la construcción más que de la industria).
A partir de entonces se puede apreciar un deterioro paulatino hasta fines de 1996 que alcanza un -3%.

Una interesante paradoja que nos muestra el período 1991-96, es la evolución de los salarios en dólares.
Al tiempo que los salarios reales bajan o como máximo se mantienen constantes, el salario en dólares experimenta un fuerte incremento.
Entre 1991 y 1996 el salario en dólares creció más del 80% y si la comparación abarca un par de años atrás, el salario en dólares es cuatro veces mayor en 1996.

Durante la convertibilidad cambia el patrón de comportamiento del empleo y los salarios.
El empleo pasa de una volatilidad, medida por el desvío estándar, del 1,1% en el período 1980-1995 a una del 1,5% en la convertibilidad.
Los salarios reducen su volatilidad del 12,3% en el período 1980-95 al 5,2% en la convertiblidad.
El cambio contrapuesto observado en las dimensiones de las volatilidades nos marca el nuevo patrón de ajuste del mercado laboral, donde se pasa de correcciones vía precios a correcciones vía cantidades ante la dificultad de los salarios para caer lo suficiente, aún en un mercado altamente desregulado.

Hasta los noventa la desocupación oscila en niveles relativamente bajos (vistos desde la convertibilidad).
La oscilación era muy acotada porque ante cualquier tipo de shock que afectaba al mercado laboral el salario real aumentaba o caía en consonancia, siendo muy baja la reactivación de la ocupación.
Tiene que ver con que existía un mercado laboral más regulado, una mayor intensidad de mano de obra y una mayor capacidad sindical de terciar en la puja distributiva.

La correlación empleo-PIB es alta pero no llega a la de EE.UU.
Se atribuye esto a la inflexibilidad del sistema de contrataciones; sin embargo, dicha correlación tiene un cambio sustancial cuando se pasa del período 1980-90 al período 1991-95, lo que debe ser interpretado por el cambio en el régimen nominal de la economía y por la desregulación de hecho y de derecho ocurrida durante el actual gobierno.

Otro aspecto interesante que surge al agregar los salarios al análisis es el pasaje de una correlación positiva entre salario y producto en los ochenta a una correlación negativa en los noventa.
O sea, caídas en los salarios están asociadas con aumentos del producto.
En la mayoría de los países de la OCDE esta correlación es fuerte, positiva y contemporánea.

La relación entre los salarios reales y el sector externo, presenta aspectos interesantes: crecimientos en las exportaciones están asociados con caídas en el salario real, tanto del promedio de la economía como del salario en la industria y la construcción.
Esta observación reforzaría la idea de la debilidad de las exportaciones como influyentes en el mercado laboral: incrementos de las exportaciones estarían asociados con aumentos en la desocupación y disminuciones en el salario real.

Con respecto a la relación con el grado de apertura de la economía ([expo + impo]/2), la asociación con el salario real sigue siendo negativa y presenta un mejor ajuste y mayor elasticidad para los salarios de la industria y construcción que para los salarios promedios.
Esta correlación negativa se condice con la idea que cuando una economía está orientada hacia el mercado interno, los asalariados constituyen la principal fuente de demanda y, por consiguiente, se requiere que sus ingresos sean lo suficientemente altos para satisfacerla.
En una economía orientada hacia el mercado externo, ese requerimiento desaparece debido a la posibilidad de reorientar la oferta hacia el exterior.

(*) Extracto del estudio publicado en el Informe del Instituto de Estudios Fiscales y Económicos (IEFE), Nº 68, La Plata, mayo de 1997.