Problemas institucionales y efectos económicos

Si bien el deficiente funcionamiento de las instituciones y su efecto negativo sobre el desarrollo de la economía no es una novedad en la Argentina, el tema ha tomado mayor relevancia en los últimos tiempos, a tal punto que inclusive instituciones internacionales -como el FMI o el Banco Mundial- han señalado el problema reiteradamente.

Las razones que motivan el énfasis puesto en la actualidad sobre la cuestión institucional son múltiples, pero existen, al menos, tres factores que inciden de manera significativa, a saber:

hasta la década actual, los desajustes macroeconómicos -en particular la inflación- relegaban a un segundo plano las consideraciones económicas sobre las deficiencias institucionales;

en los últimos años se ha verificado un deterioro adicional en el funcionamiento institucional, como lo prueban los recurrentes problemas vinculados con la administración de justicia, la corrupción, la evasión fiscal, la debilidad de los entes de control o la disminución en la calidad de los servicios de educación y salud, y

el Estado experimentó una primera serie de reformas -expresadas fundamentalmente por las privatizaciones- pero no se han concretado las reformas llamadas de segunda generación, o sea aquellas destinadas a configurar un Estado con capacidad de diseño y gestión de las políticas públicas, más eficiente y transparente en última instancia.

Por cierto, los problemas asociados a lo que podría denominarse incertidumbre institucional afectan, por incremento de los costos y por pérdida de eficiencia, la competitividad de la economía, por un lado, y en la medida que también inciden sobre la determinación de la tasa de riesgo-país, afectan el volumen y la calidad de las inversiones, por el otro.
Con mayor razón aún cuando las calificadoras de riesgo, a nivel internacional, no sólo consideran estos aspectos institucionales para evaluar la calidad de los títulos públicos, sino también, cada vez más, los que colocan las empresas privadas en el mercado financiero mundial.

La cuestión de la incertidumbre institucional también tiene una incidencia determinante sobre la orientación de las inversiones en el aparato productivo.
Y esto es así, porque las dudas de los inversores sobre la estabilidad y transparencia de las reglas de juego, tienden a hacer preferibles las inversiones en aquellas actividades menos expuestas a la discrecionalidad de agentes públicos o a la conflictividad con otros agentes privados.

En tal sentido, entonces, cuando el medio ambiente institucional no es el adecuado, las inversiones se orientan con mayor probabilidad hacia actividades más simples, con menos densidad contractual y, por lo tanto, en perjuicio de las ramas productivas con procesos más complejos, con mayor valor agregado y con requerimientos más intensos de tecnología y mano de obra calificada.

En consecuencia, para la conformación de la estructura productiva argentina frente al desafío de la competitividad y la inserción internacional, la calidad institucional es uno de los factores decisivos para generar la conformación de redes productivas con alto valor agregado, a partir de la utilización de los abundantes recursos naturales que la Argentina posee.
En caso contrario será relevante sólo la producción y exportación de bienes primarios con bajo o nulo nivel de elaboración, agudizando el problema de la concentración, el desempleo y sus consecuencias sociales.

Revaluación del peso frente a diversas monedas

Durante julio y principios de agosto se aceleró la apreciación del dólar frente al marco -y a otras monedas europeas- y al yen, revirtiéndose la tendencia sólo levemente hacia mediados de agosto.

La presente fase alcista del dólar viene registrándose desde mayo de 1995 con relación al yen y desde enero de 1996 frente al marco.
Cabe recordar que desde la declaración de inconvertibilidad del dólar en oro y de su libre paridad cambiaria, decidida en 1971, la moneda estadounidense había mostrado -salvo una interrupción a principios de los años 80- una persistente tendencia devaluatoria frente al marco hasta fines de 1995.

En el persistente retorno del denominado “superdólar” estarían actuando diversos factores:

el sostenido crecimiento económico de Estados Unidos, ya en su séptimo año consecutivo, y la confianza general de que el mismo continuará por más tiempo;

las tasas de interés estadounidenses a corto plazo, de 5 %, están ubicadas 2 puntos porcentuales por encima de las tasas de Alemania y 4,5 puntos por sobre las de Japón, países a los que no interesa elevar sus bajos rendimientos, a fin de poder estimular su escaso ritmo de crecimiento;

las expectativas de que la moneda única europea, el euro, será menos fuerte que la divisa alemana, a raíz de que podrían ingresar a la unión monetaria -tema aún no definido- algunos países con una menor disciplina fiscal que Alemania;

la reciente crisis en varias economías del sudeste asiático incluyó un gran retiro de capitales, los cuales en gran medida se convirtieron en dólares, incrementando así la demanda de la moneda estadounidense.

Para nuestro país, dada la paridad fija del peso con el dólar, la apreciación de la moneda estadounidense frente a la mayoría de las divisas europeas y al yen, ha implicado una simultánea revaluación del peso con relación a esas divisas.
Adicionalmente, la reciente apreciación del dólar respecto de las monedas de varios países del sudeste asiático ha reforzado -si bien en una baja proporción- esa revaluación de nuestra moneda.

Este creciente proceso de apreciación del peso ha tenido el efecto de reducir la competitividad de los productos argentinos con relación a los bienes de esos países europeos y asiáticos en los diversos mercados de concurrencia -real o potencial- de los productos de ambos orígenes.
Cabe especificar que este efecto no se presenta en el caso de los productos básicos o “commodities”, cuyos precios internacionales se expresan en dólares.

En primer lugar, por el lado de las exportaciones, dado que sólo un 25 % de las mismas se destina a áreas no ligadas al dólar -como la Unión Europea y el sudeste asiático- y que deben excluirse de esa proporción los productos básicos, se deduce que solamente una parte reducida de nuestras ventas externas se encuentra directamente afectada, si bien debe destacarse que esa parte corresponde a productos industrializados.

Por el lado de las importaciones, el menor precio en dólares de las provenientes de la Unión Europea y el sudeste asiático, presenta potencialmente al menos un doble efecto.
Por una parte, abarata la importación de bienes no producidos localmente, pero por otra, también lo hace con bienes producidos -o de producción planeada- en el país, con lo cual puede llegar a reducir la actividad interna.

En tercer lugar, no deben descartarse los efectos desalentadores de la revaluación de la moneda estadounidense sobre la compra de nuestros productos por parte de países del área del dólar que se verían estimulados a importar más baratos esos bienes desde aquellos países -europeos y del sudeste asiático- cuya moneda se ha de- valuado.
En este sentido, debe atenderse especialmente a las exportaciones argentinas de manufacturas de origen industrial al MERCOSUR y otros países sudamericanos.

Finalmente, importará muy en especial observar la reacción brasileña ante la pérdida de competitividad de sus exportaciones a Europa (27 % del total) y a los países asiáticos (16 %), así como la menor competitividad de sus ventas a Estados Unidos (20 %) frente a los productos procedentes de Europa y Asia.
Esta observación debe hacerse en el contexto del atraso cambiario del Brasil y de su persistente déficit del balance comercial.