La situación actual y las proyecciones de corto plazo

Las fuertes turbulencias generadas por la crisis asiática parecen perder intensidad en las últimas semanas, sin que ello signifique que la situación haya sido superada definitivamente.
En realidad, el fuerte apoyo financiero que, en las últimas semanas, tanto el FMI como los Estados Unidos e inclusive Japón otorgaron a los países asiáticos con más dificultades, lograron calmar las corridas especulativas contra sus respectivas monedas y sistemas bancarios.
Sin embargo, subyace -por detrás de la calma aparente- un problema más estructural, vinculado con la solvencia del modelo de desarrollo de los países asiáticos y sus posibilidades de continuar mostrando tasas de crecimiento tan elevadas como en el pasado reciente.
En tal sentido, la crisis ha demostrado que la globalización -si bien se expresa prioritariamente en el campo financiero- también afecta la estructura productiva y los flujos del comercio internacional, a través de su impacto sobre los tipos de cambio, las tasas de interés y los niveles de inversión.
Esta crisis ha demostrado, entonces, los riesgos sistémicos que la globalización impone a la economía real.
En el caso argentino, también es de vital importancia monitorear la evolución de la economía brasileña, por dos razones preponderantes: 1) por el riesgo de que una crisis en Brasil afecte a toda la región latinoamericana y 2) porque Brasil absorbe un tercio de nuestras exportaciones y especialmente las de mayor valor agregado.
Uno de los principales problemas del Estado brasileño es su endeudamiento de corto plazo -que equivale, aproximadamente, a 30 % del PIB- y los intereses que debe abonar por ella.
En las primeras semanas de la crisis asiática, el Banco Central subió la tasa de interés al 43,4 % anual, para evitar corridas especulativas contra el real pero soportando una carga financiera desmedida.
Recientemente, disminuyó dicha tasa al 34,5 %, reducción insuficiente pero que señala el camino a un descenso gradual de la misma.
Por otro lado, Brasil -cuya situación sigue siendo de todos modos frágil- tiene pendiente un significativo proceso de privatizaciones, que constituye un cierto resguardo frente a eventuales problemas de financiamiento externo.
En el contexto internacional apuntado, la Argentina suscribió definitivamente el Acuerdo de Facilidades Ampliadas con el FMI que, antes que otra cosa, significa un aval frente a la comunidad financiera internacional, a tal punto que los u$s 2.800 millones involucrados en el Acuerdo, sólo se harán efectivos en caso de que la Argentina tuviera dificultades para obtener financiamiento externo voluntario.
El Acuerdo impone un límite máximo de u$s 5.000 millones al déficit de la balanza comercial -calculado cada mes sobre los últimos doce meses- y de $ 3.500 millones al déficit fiscal, excluidas las privatizaciones.
Ambos déficit guardan relación con el crecimiento del PIB del 5,8 % estimado para el corriente año.
Si, como se prevé, aun cuando se diluyera sin nuevas consecuencias la crisis asiática, la tasa de expansión de la economía resulta inferior, sería más factible acotar el déficit comercial dentro del tope previsto que el déficit de las cuentas públicas.
En consecuencia, la cuestión fiscal estará, otra vez, permanentemente en el centro del debate económico, máxime teniendo en cuenta que el propio Acuerdo con el FMI prevé, para el presente año, la presentación al Congreso de un proyecto de reforma impositiva.
En última instancia, la economía argentina puede transitar los próximos meses sin mayores sobresaltos, siempre y cuando no se alteren negativamente los flujos de financiamiento externo, teniendo en cuenta nuestro persistente déficit en la cuenta corriente del balance de pagos (previsto oficialmente en unos u$s 10.500 millones para 1998).
A más largo plazo, sin embargo, está claro que la economía argentina enfrenta un problema de competitividad, en especial después de las devaluaciones europeas antes y asiáticas ahora.
Con precios en baja de nuestros principales productos de exportación -básicamente primarios-, se requeriría de un fuerte esfuerzo adicional para ganar competitividad en los bienes con mayor grado de elaboración.

Una perspectiva sobre el balance comercial de 1998

Una perspectiva sobre el comportamiento del balance comercial en 1998 resulta especialmente difícil, debido a la inestabilidad de los factores exógenos que influyen decisivamente sobre la economía argentina, derivados básicamente de la crisis asiática en evolución.
Por el lado de las exportaciones de bienes existen algunos aspectos favorables, como el máximo histórico previsto para la cosecha de la presente campaña, a raíz de un fuerte incremento de los rendimientos -favorecidos por los factores climáticos- que superaría ampliamente el efecto del descenso del área sembrada.
También será positivo el nuevo comportamiento de las exportaciones mineras, que aportarían entre u$s 650 y 700 millones.
Al mismo tiempo, existen otros factores que influirían negativamente sobre las ventas externas, destacándose la tendencia decreciente que en general vienen presentando los precios de los productos básicos en los mercados internacionales y que impactarían sobre gran parte de las exportaciones del país.
En particular, esa tendencia se verifica en los granos, cuyos menores precios externos podrían llegar a anular todo el efecto positivo de la mayor cosecha.
Además, el menor precio del petróleo crudo -dada la oferta excedente mundial- hace prever a nivel oficial que los ingresos por exportaciones de combustibles disminuyan en unos u$s 400 millones respecto del año anterior.
En segundo lugar, aunque el gobierno del Brasil no disponga una devaluación del real, se observará una desaceleración de la actividad económica -oficialmente se prevé una contracción en el primer cuatrimestre del año-que afectará las exportaciones argentinas a ese importante mercado.
Considerando que los productos básicos podrían ser destinados a otros mercados, las actividades más perjudicadas serían entre otras la automotriz y sus proveedoras, lácteos, calzados y textiles.
Asimismo, se estima que en general las empresas más afectadas serían las pequeñas y medianas exportadoras, debido a la menor diversificación de mercados que poseen.
Por otra parte, resultará un factor desfavorable para la competitividad de nuestras exportaciones -así como incentivador de las importaciones- la sostenida tendencia a la revaluación del peso, derivada -por el régimen de convertibilidad- de la amplia apreciación del dólar estadounidense con relación a la mayoría de las monedas europeas, a las asiáticas e incluso a la moneda chilena.
Las exportaciones argentinas se verían también afectadas por una menor demanda de las mismas por parte del resto del mundo, al participar en alguna medida de la menor tasa de aumento de las exportaciones-importaciones globales, derivada de la prevista desaceleración del crecimiento económico mundial, a raíz de la crisis asiática.
En este contexto, cabe prever una intensificación de la competencia exportadora a nivel mundial, particularmente por parte de las economías del sudeste asiático que -tras sus fuertes devaluaciones- incrementarían sus ventas externas y reducirían sus importaciones.
Probablemente esta evolución se verifique en forma progresiva, ya que actualmente esas economías se ven en general afectadas por elevadas tasas de interés, reordenamiento de sus sistemas financieros y restricciones crediticias externas.
Por el lado de las importaciones, considerando que en 1997 su incremento triplicó aproximadamente la expansión del producto interno bruto, las previsiones dependen de la tasa de crecimiento económico que se estima para el año.
Si ésta respondiera a las previsiones oficiales (5,8 %), el aumento de las importaciones podría acercarse a un 18 % con respecto a 1997.
El aumento de las exportaciones sería -tanto en estimaciones oficiales como privadas- significativamente inferior a dicho crecimiento de las importaciones, con lo cual el déficit del balance comercial se incrementaría sustancialmente con relación al registrado en 1997.
Cabe señalar que el ritmo de crecimiento que presente la economía argentina en 1998 dependerá principalmente del ingreso de capitales externos, cuyo monto estará sujeto en gran medida -al menos, para los capitales de muy corto plazo- a la evolución de los mercados financieros internacionales y de la economía brasileña.
De allí el carácter precario que lamentablemente afecta a toda previsión sobre el balance comercial.