La Crisis Asiática y la Economía Argentina

El derrumbe de las bolsas y las monedas asiáticas iniciado a fines de octubre del año pasado ha generado una situación de fuerte incertidumbre en el mundo entero, en el contexto del proceso de globalización financiera que hoy se impone.
En primer lugar, se ha creado una situación de desconfianza en los mercados financieros, sobre la posible evolución de las economías emergentes.
En tal caso, adquieren relevancia los análisis puntuales sobre el comportamiento del sector externo, las cuentas fiscales y la solidez bancaria de cada uno de los países, por un lado.
Pero también existe una percepción negativa generalizada poco inclinada a diferenciar las situaciones particulares, por el otro.
Por otra parte, en la medida que la crisis asiática afecta también a Japón adquiere una magnitud internacional más relevante, que no sólo impacta sobre las corrientes financieras sino también sobre la economía real a través de los flujos de comercio e inversiones directas.
Con Japón inmerso en la crisis, el bloque asiático no encuentra el factor compensatorio que dicha potencia económica ha jugado históricamente en esa región, promoviendo inversiones en los países de menor envergadura y acompañando su desarrollo exportador.
En consecuencia, los países asiáticos tienden a realizar devaluaciones competitivas como parte de una agresiva política exportadora, limitando, al mismo tiempo, sus compras en el exterior, circunstancia que afecta los volúmenes y precios de exportación de muchas economías emergentes e inclusive Estados Unidos y Europa no escapan, en última instancia, a esta realidad.
Al respecto, un caso que suscita crecientes preocupaciones es el sostenimiento del valor de la moneda china –el yuan-, acosada por problemas de competitividad frente a la devaluación de la moneda japonesa con relación al dólar.
Adicionalmente, las presiones sobre el yuan pueden poner en riesgo la estabilidad monetaria en Hong Kong, quien posee un sistema de convertibilidad similar al argentino.
El cuadro de situación descripto tiene implicancias bien diferentes para los Estados Unidos, quien desde su posición de liderazgo internacional y en función del sostenido crecimiento que viene experimentando en los últimos años, se convierte en el principal polo de atracción para los capitales financieros preocupados por los efectos de la crisis asiática.
Y esta circunstancia genera un dilema para las autoridades monetarias de los Estados Unidos, quienes encuentran razones para pensar en una suba de los tipos de interés frente a eventuales presiones inflacionarias provocadas por la expansión de su economía y el consecuente descenso en los índices de desocupación laboral, pero que también saben que un alza de los tipos de interés fortalece aún más la atracción de capitales hacia ese país y aprecia el valor del dólar frente a otras divisas, agudizando el actual problema internacional.
Finalmente, cabe señalar que bajo las nuevas condiciones señaladas, la economía argentina está experimentando una moderada desaceleración de su ritmo de actividad, tal como se detalla en la página siguiente.
Sin embargo, el sólo leve aumento en la tasa de riesgo país, la obtención de financiamiento para el sector público cubriendo sus necesidades hasta el tercer trimestre del año en curso y el incremento en las reservas de divisas y en los depósitos bancarios sugieren que los efectos de la crisis son, al menos hasta el presente, de baja repercusión sobre el conjunto del sistema económico local.
El derrumbe de las bolsas y las monedas asiáticas iniciado a fines de octubre del año pasado ha generado una situación de fuerte incertidumbre en el mundo entero, en el contexto del proceso de globalización financiera que hoy se impone.
En primer lugar, se ha creado una situación de desconfianza en los mercados financieros, sobre la posible evolución de las economías emergentes.
En tal caso, adquieren relevancia los análisis puntuales sobre el comportamiento del sector externo, las cuentas fiscales y la solidez bancaria de cada uno de los países, por un lado.
Pero también existe una percepción negativa generalizada poco inclinada a diferenciar las situaciones particulares, por el otro.
Por otra parte, en la medida que la crisis asiática afecta también a Japón adquiere una magnitud internacional más relevante, que no sólo impacta sobre las corrientes financieras sino también sobre la economía real a través de los flujos de comercio e inversiones directas.
Con Japón inmerso en la crisis, el bloque asiático no encuentra el factor compensatorio que dicha potencia económica ha jugado históricamente en esa región, promoviendo inversiones en los países de menor envergadura y acompañando su desarrollo exportador.
En consecuencia, los países asiáticos tienden a realizar devaluaciones competitivas como parte de una agresiva política exportadora, limitando, al mismo tiempo, sus compras en el exterior, circunstancia que afecta los volúmenes y precios de exportación de muchas economías emergentes e inclusive Estados Unidos y Europa no escapan, en última instancia, a esta realidad.
Al respecto, un caso que suscita crecientes preocupaciones es el sostenimiento del valor de la moneda china –el yuan-, acosada por problemas de competitividad frente a la devaluación de la moneda japonesa con relación al dólar.
Adicionalmente, las presiones sobre el yuan pueden poner en riesgo la estabilidad monetaria en Hong Kong, quien posee un sistema de convertibilidad similar al argentino.
El cuadro de situación descripto tiene implicancias bien diferentes para los Estados Unidos, quien desde su posición de liderazgo internacional y en función del sostenido crecimiento que viene experimentando en los últimos años, se convierte en el principal polo de atracción para los capitales financieros preocupados por los efectos de la crisis asiática.
Y esta circunstancia genera un dilema para las autoridades monetarias de los Estados Unidos, quienes encuentran razones para pensar en una suba de los tipos de interés frente a eventuales presiones inflacionarias provocadas por la expansión de su economía y el consecuente descenso en los índices de desocupación laboral, pero que también saben que un alza de los tipos de interés fortalece aún más la atracción de capitales hacia ese país y aprecia el valor del dólar frente a otras divisas, agudizando el actual problema internacional.
Finalmente, cabe señalar que bajo las nuevas condiciones señaladas, la economía argentina está experimentando una moderada desaceleración de su ritmo de actividad, tal como se detalla en la página siguiente.
Sin embargo, el sólo leve aumento en la tasa de riesgo país, la obtención de financiamiento para el sector público cubriendo sus necesidades hasta el tercer trimestre del año en curso y el incremento en las reservas de divisas y en los depósitos bancarios sugieren que los efectos de la crisis son, al menos hasta el presente, de baja repercusión sobre el conjunto del sistema económico local.
Evolución de las cuentas nacionales Las recientes estimaciones oficiales sobre la oferta y demanda global de bienes y servicios indican que el producto interno bruto (PIB) aumentó 6,9% en el primer trimestre del año, respecto de igual lapso de 1997.
Los sectores productores de bienes continuaron creciendo (8,5%) a un mayor ritmo que los de servicios (5,6%).
Puede apreciarse una reducción del ritmo de crecimiento a partir del último trimestre de 1997 –en las variaciones interanuales-, después de la elevada tasa alcanzada en el tercer trimestre, de casi 10%.
De todos modos, el incremento del PIB en el primer trimestre del año se ubica todavía por encima de la previsión de crecimiento anual incluida en el presupuesto de 1998 (5,8%).
Si bien también presentó un ritmo decreciente, la inversión fue el componente más dinámico entre las variables globales, con una alta tasa de 21,5%, la cual habría reflejado en parte la autorización -que estaba retrasada- a grandes empresas para la instalación de plantas llave en mano.
Así, la inversión en equipo durable de producción aumentó en el primer trimestre 27,5%, mientras que la correspondiente a construcción lo hizo en 15,5%.
Importa señalar que el consumo –que estadísticamente incluye la variación de existencias-- continuó aumentando a un ritmo muy cercano (6,6%) al del PIB, que podría considerarse demasiado cercano como para permitir un incremento significativo de la tasa de ahorro respecto del PIB, la cual constituye un deter- rminante crucial para la disminución de la vulnerabilidad externa de la economía.
Los componentes del intercambio comercial acentuaron su tendencia de trimestres anteriores a la desaceleración, especialmente las im- portaciones, que por otra parte, prosiguen presentando una evolución muy inestable en su elasticidad con relación al PIB.
A su vez, las exportaciones mostraron un preocupante descenso de 4,7%, después de un escaso aumento de 2,4%en el cuarto trimestre de 1997.
En el marco de la demanda global --de origen interno y externo--, prosiguió la tendencia observada desde mitad de 1997, que incluye una suba en la participación de la inversión y una reducción en el peso relativo del consumo y de las exportaciones.
Con relación al sector externo, cabe esperar en principio que de mantenerse la mencionada desaceleración del PIB, debería verificarse paralelamente una reducción del déficit del balance comercial, principalmente por la vía de menores importaciones, además de generarse mayores saldos exportables.
Por otro lado, cabe mencionar que las estimaciones de oferta y demanda global continúan aún realizándose tomando como año base a 1986, cuestión que se agrega a otras y lleva a albergar dudas sobre el grado de precisión de las respectivas estadísticas.
Al respecto, se espera que próximamente pueda conocerse una nueva revisión del PIB, en la cual se viene trabajando hace bastante tiempo y que tendría como año de referencia a 1993.
Se podría disponer así de estimaciones basadas en estructuras más actualizadas de producción y de precios relativos, así como también en una mayor cobertura de la información requerida en las diversas actividades económicas.