La crisis mundial y el caso brasileño

La crísis financiera iniciada en 1997 en el sudeste asiático y luego diseminada hacia otras latitudes -en particular sobre Rusia- tiene en la actualidad un actor significativo en Brasil.

Los problemas centrales de la economía brasileña se expresan, particularmente, en fuertes desequilibrios macroeconómicos, tanto en la cuenta corriente del balance de pagos -alrededor de unos 4 puntos del PBI-, como en las cuentas públicas -unos 7 puntos del PBI- situación a la que cabe adicionar una conside-

rable deuda interna -equivalente a casi un tercio del PBI-, en su mayor parte con vencimientos en el corto plazo.

En consecuencia, los problemas actuales de la economía brasileña no se derivan sólo de una desconfianza generalizada con respecto a los países emergentes, sino también de una situación objetiva que, por cierto, agudiza dicha descon-fianza.

En las últimas semanas, Brasil ha visto disminuír aceleradamente su posición de reservas internacionales, al tiempo que se decidió una considerable suba de las tasas de interés, precisamente para contener el drenaje de divisas y poder financiar los vencimientos de la deuda interna.
El alza de las tasas de interés se consideró la medida menos traumática en el corto plazo, dado el contexto preelectoral que se vivió hasta principios de octubre.

Verificada la reelección del presidente Cardoso, parece quedar en claro que se inicia una nueva etapa, signada por la redefinición de las cuentas fiscales y la obtención de financiamiento para afrontar el endeudamiento interno y externo.
La cuestión fiscal involucra tanto una caída del gasto público como un incremento de la presión impositiva, mientras que el apoyo financiero provendría de instituciones multilaterales de crédito lideradas por el FMI.

En principio, las medidas tendrían más un carácter gradualista que de shock y sin alteraciones del régimen cambiario, si bien las urgencias de Brasil no permiten descartar de plano -si el gradualismo fuera ineficaz- la instauración de algún esquema de control de cambios y/o la adopción de ciertos mecanismos de protección comercial.

De cualquier manera, es indudable que la economía brasileña se introduce en un período de fuerte desaceleración del nivel de actividad económica, circunstancia que ya está afectando -y lo hará con más fuerza en el futuro próximo- el volumen de las exportaciones argentinas.
Al respecto, cabe recordar que Brasil es el principal mercado para la colocación externa de productos argentinos -alrededor de un tercio de las exportaciones totales- y que esta producción alcanza niveles más considerables aún para ciertos sectores y regiones de nuestro país.

Adicionalmente, cabe prever también que ciertas acciones del gobierno brasileño pondrán en tensión el proceso de integración regional del Mercosur, frente a lo cual es importante que queden preservados los intereses del emprendimiento conjunto.
En tal sentido, las decisiones en materia de política comercial externa parecen prioritarias.

En los primeros ocho meses del año, según cifras provisionales, el valor de las exportaciones de mercancías aumentó 2% respecto del mismo lapso de 1997, mientras que las importaciones se incrementaron 10%.
Cabe señalar que en cuatro de los ocho meses considerados las exportaciones resultaron inferiores a las de iguales períodos del año anterior, en tanto que las importaciones fueron mayores en todos los meses.
En junio y julio se alcanzaron sucesivos máximos históricos para el valor de las importaciones, que totalizaron unos u$s 3.000 millones en el mes de julio.

El saldo del balance comercial en los ocho primeros meses fue deficitario en u$s 3.395 millones, casi el doble del déficit alcanzado en el mismo período de 1997.

Con relación a las exportaciones, su escaso dinamismo es explicable por ciertos factores tales como la caída de los precios internacionales de productos básicos, que afectaron especialmente nuestras colocaciones de granos y derivados y de petróleo, generando un menor ingreso, estimado oficialmente para el primer semestre en u$s 1.260 millones.

También debe incluirse el escaso crecimiento de la demanda brasileña, apreciable en el monto de las exportaciones al Mercosur por u$s 6.240 millones en los primeros ocho meses, que aumentaron así sólo 2%, reflejando inclusive el deterioro de precios en la colocación de productos básicos.

Otro factor que afectó el crecimiento de las ventas externas fue la revaluación internacional del dólar estadounidense y por ende del peso -dado el vínculo existente por la convertibilidad-, tendiendo así a encarecer nuestras exportaciones a países del área no-dólar.

Por otro lado, el fuerte crecimiento de las importaciones reconoce sus principales causas en el proceso de inversión interna que demanda bienes de capital, el aumento de la actividad económica y la sostenida demanda de bienes de consumo importados.

Hacia el final del tercer trimestre, han aparecido ya claramene nuevos factores que afectarán significativamente la evolución del balance comercial:

una sensible desaceleración, al menos, de la demanda y la actividad económica interna, tendencia que se desplegaría en los meses próximos y que se reflejaría en menores importaciones;

una disminución adicional y significativa de la demanda brasileña, que reducirá nuestras exportaciones a ese país, especialmente de aquellas manufacturas cuya demanda es más elástica respecto del ingreso (automotores, neumáticos y autocompo-nentes, lácteos, productos textiles, calzado);

una devaluación del dólar frente a las restantes monedas principales -reversión de la tendencia anterior que favorece a nuestras exportaciones-, observándose que entre fines de agosto y el 12 de octubre el dólar se depreció 8,3% en términos del marco alemán y 18,5% en yenes.

Considerando que en el muy corto plazo la influencia principal provendrá de los primeros dos factores mencionados, cabe esperar una reducción del intercambio comercial por la vía de menores exportaciones al Brasil y menores importaciones por la desaceleración productiva interna.

En cambio, dado que en principio resulta difícil estimar cuantitativamente dichas reducciones del comercio de signo opuesto, el efecto neto de estos cambios sobre el saldo del balance comercial es aún escasamente predecible.