Perspectivas del Mercosur en el contexto de la crisis económica internacional

Cuestionario

1. Frente a las dificultades, tanto en el plano financiero como real, que enfrentan los países integrantes del MERCOSUR como consecuencia de la crisis internacional, ¿considera usted que ello fortalecerá o debilitará el proceso de integración subregional?

2. Ante dicha crisis, ¿entiende que puede verificarse un cambio en el ritmo y modalidades previstos para la conformación de la Asociación de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y ello afectar al MERCOSUR?

3. ¿Cómo observa las negociaciones por el nuevo régimen automotriz entre la Argentina y el Brasil?


Lic. Alejandro Mayoral

1. Es ya un lugar común que dentro de los ideogramas chinos, crisis y oportunidad se escriban de la misma forma.

Lo mismo puede decirse de la crisis internacional y sus efectos sobre el fortalecimiento o debilitamiento del proceso de integración del MERCOSUR.

Sin ninguna duda los países del MERCOSUR deberán en mayor o menor medida llevar adelante políticas que indefectiblemente pueden chocar con pautas acordadas o con tareas a realizarse.

Si los países del MERCOSUR ponen más énfasis en las urgencias de corto plazo sin comunicarle sus intenciones a sus socios, tal como ha ocurrido con la imposición de licencias de importación, la consecuencia será el debilitamiento.

Asimismo, si las urgencias sustituyen a las armonizaciones; también habrá debilitamiento; lo mismo puede decirse de la situación de menor nivel de actividad que se avecina.

Si por el contrario los gobiernos incorporan la dimensión MERCOSUR a sus políticas, estrechan la cooperación e instalan una gimnasia de resolución de problemas conjuntos, el MERCOSUR saldrá favorecido.
Hay tareas indispensables de cada país para que el MERCOSUR subsista, y es mantener el orden macroeconómico, pero también es indispensable incrementar la cooperación.
Las autoridades y las sociedades de nuestros países deberán decidir cuál es el camino que quieren seguir.

2. El ritmo de las negociaciones de libre comercio ha disminuido.
En parte por efecto de la crisis, pero más porque los motores de esta integración que son los Estados Unidos y el MERCOSUR, por distintas razones, tienen otras prioridades en el corto plazo.
Es decir, el proceso continuará inexorablemente pero se hará más lento hasta tanto vuelva a ser una prioridad política.

3. El régimen automotriz en el MERCOSUR tiene que estar basado en tres principios: arancel externo común, libre comercio y ausencia de subsidios dentro del comercio regional.
Sobre los dos primeros puntos, parece no haber discrepancia.
Sobre el tercero, existen muy diferentes opiniones en nuestro país y en el Brasil.
Por otra parte, los sectores automotores han elevado propuestas que son una base razonable de donde partir.

Los resultados parecen demorarse más de lo previsto.


Lic. Arturo O’Connell

1. La abrupta caída de los precios de los productos primarios constituye una de las características más graves de la crisis internacional actual.
El comercio intra-MERCOSUR se caracteriza por un mayor contenido de productos manufacturados que el comercio exterior global de sus integrantes, lo que se verifica muy claramente en el caso de la Argentina.
En consecuencia, se fortalecerá el proceso de integración regional al aumentar el valor relativo de este otro tipo de exportaciones no tan afectados por la crisis.

Adicionalmente, en la medida en que los países más afectados del Sudeste y Este de Asia vayan reconstituyendo sus cadenas de financiamiento externo, crecerá la competencia a nivel mundial por los distintos mercados de productos manufacturados como los que esos países exportan.
El contar con mercados con un acceso preferencial para productos sujetos a esa competencia fortalecerá las corrientes de comercio internas al MERCOSUR.

Por el contrario, la crisis al poner límites estrictos a las disponibilidades de financiamiento externo, va a generar intentos de disminuir los déficit de comercio exterior que han caracterizado a los procesos de “apertura” de los años 90.
El MERCOSUR puede llegar a experimentar tensiones, al ser afectados sus socios por medidas que cada país tome en esa dirección.

Por último, las crisis de “contagio” financieras, de llegar a afectar profun-damente a algunos de los socios, pueden desatar problemas de balance de pagos que resulten en devaluaciones de algunas de las monedas de los países miembros.
Una eventualidad tal puede poner en jaque el progreso alcanzado hasta el momento.
Sin embargo, una vez más la profundidad de lo construido deberá primar por sobre los efectos inmediatos y generar soluciones pragmáticas que resguarden un futuro promisorio.
Por ejemplo, es indudable que la Argentina se ha beneficiado durante estos últimos años de la sobrevaluación del real acaecida desde su implantación.

Una posible devaluación –no se trata de un pronóstico sino de un ejercicio hipotético- debería ser encarada con medidas que tomen en cuenta que hubo y habrá fases diferentes en las relaciones comerciales de los dos socios más importantes del MERCOSUR.

Dos principios deberían, por lo tanto, conducir las iniciativas futuras, tanto desde los agentes privados -los protagonistas principales de esta etapa en la que se concluyeron las negociaciones fundacionales-como de los gubernamentales.
El primero, la conciencia de la importancia reforzada del MERCOSUR ante la crisis.
Y, el segundo, la necesidad de una actitud eminentemente pragmática que deje de lado dogmatismos y calendarios rígidos que ningún proceso de integración ha logrado cumplir.

2. La crisis va a agudizar un creciente malestar con las consecuencias indeseadas del proceso de “globalización”, más especí-ficamente, en los Estados Unidos, el gran conductor del proceso del ALCA.
Los resultados crecientemente negativos de su balanza comercial no harán sino dar mayor respaldo a ese sentimiento que se ha manifestado en las recientes elecciones.
Y si bien es técnicamente cierto que se puede negociar sin disponer de la "vía rápida" o "fast track", es indudable que esta carencia y, más todavía, la presencia de un clima de opinión crecientemente adverso, no va a favorecer el progreso de esas negociaciones.

En esas circunstancias, a los países del MERCOSUR se les abre un promisorio espacio temporal más amplio para consolidar su propia integración, así como constituir una red de acuerdos con vistas a la constitución de un Area de Libre Comercio de América del Sud.

3. La discreción con que se manejan las negociaciones para un nuevo régimen automotriz entre la Argentina y el Brasil me impide efectuar un análisis cabal de ellas.
Pero el contexto en el que se efectúan es sumamente complejo por la situación mundial de superproducción en la que se desenvuelve esta industria y las dificultades de balance de pagos que está generando en ambos países.

EL DEBATE SOBRE LA NUEVA ECONOMIA EN EE.UU.
(1)

(1) Extracto de "Panorama de la economía internacional", Centro de Economía Internacional del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto; N° 1, Buenos Aires, octubre de 1998.

Desde hace ya algunos años, el funcionamiento del sistema económico dio pábulo a la aparición de la idea de la emergencia de una nueva economía o un nuevo paradigma de crecimiento de la economía de los Estados Unidos: aumento sostenido del PBI sin inflación.
En suma, un nuevo contexto donde desaparece el ciclo económico y los desbalances propios de sus génesis.
Sus sostenedores afirman que, de la mano de la "destrucción creativa" de Joseph Schumpeter, se asiste a una "nueva revolución", de alcances similares a las protagonizadas antaño por la agricultura y la industria, pero en este caso con base en los continuos avances de la tecnología y en nuevas formas de gerenciamiento, que interactúan dentro y con los procesos de globalización y desregulación.
La competencia "global" obliga a las empresas a aumentar su productividad reduciendo mano de obra excedente, adoptando rápidamente las nuevas tecnologías disponibles y observando conductas más competitivas.
La "globalización" también estimula y posibilita ubicar rápidamente nuevos lugares donde producir en forma más eficiente.
Más oferta y mayor competencia eliminan "poder monopólico" en el mercado de bienes y el de factores y de allí la baja en las tasas de inflación.

Al comienzo, se observa un período en el cual el desempleo y la sensación de inseguridad laboral crecen; en una fase posterior este efecto recede y el mercado de trabajo se transforma de ofrecido a muy demandado.
En este contexto, las expectativas de menor inflación contienen las subas de salarios.
La creación de empleo alcanza por igual a los de baja y a los de alta calificación, aunque se concentra más en los últimos, pero, como ocurre en Estados Unidos, la distribución del ingreso suele deteriorarse en contra del sector asalariado de menor calificación.
En estas condiciones, se asiste a un proceso de crecimiento ininterrumpido sin inflación, que tarde o temprano se extenderá a nivel mundial.

Hay muchos escépticos, que sostienen que el proceso arriba descrito no responde a una nueva dinámica con base en nuevos parámetros sino que es un resultado fortuito, fruto de la emergencia de una serie de factores -algunos ya mencionados-, muchos de ellos relacionados entre sí y de características exógenas: fuerte alza del valor internacional del dólar, bajas en el precio de las materias primas, inseguridad en mantener el empleo, menor poder sindical, agresivas políticas de disminución de costos por parte de las empresas (a efectos de poder competir en un marco de mayor apertura comercial), disminución de los gastos de salud asociados al salario y, recientemente, la crisis en los países emergentes.
Dichas circunstancias han generado una coyuntura propicia para que no emerjan presiones inflacionarias, pero dado el carácter de corto plazo de muchas de ellas la aparición del patrón tradicional es cuestión de tiempo.
Por su parte, la tasa real de crecimiento del producto sigue el patrón tradicional.

Los detractores del paradigma utilizan varios argumentos: las estadísticas disponibles sobre la evolución de los niveles de productividad no indican aumentos de sustancia; la mano de obra, en particular la calificada, tiende a adaptarse a los adelantos tecnológicos en lapsos más dila-tados de tiempo que el originalmente supuesto, el proceso para algunos es "evolucionario" y no "revolucionario"; el incremento observado en la inversión en equipos está sujeto a fenómenos ligados a obsolescencia rápida, de allí su mayor crecimiento en términos del índice de cantidad conjuntamente con la casi inexistencia de aumentos de precios.
En cambio, los adherentes sostienen que las estadísticas disponibles sobre productividad adolecen de serias fallas de medición: la producción (numerador de la ecuación) estaría subestimada, lo que indica que dado el nivel de aumento del PBI, las bajas tasas de inflación son consistentes con aumentos de productividad superiores a los que surgen de las cifras oficiales.
Este argumento implica que la propia medición del PBI está subestimada y si esto fuera así, mediciones más exactas del nivel de productividad no resolverían la presunta paradoja, debido a que el PBI y la productividad se incrementarían en igual sentido.

Para Alan Greenspan, todo se resume en dos consideraciones claves: la persistencia del avance tecnológico (que es difícil de predecir) y la confianza de los agentes económicos en la estabilidad, es decir, la perdurabilidad del sistema.
Según su opinión, el crecimiento de los últimos años se basa en expectativas favorables que interactúan con las finanzas y la producción para permitir la expansión y no la "explosión" del nivel de actividad.
El avance tecnológico genera un proceso donde la "obsolescencia laboral" es cada vez más rápida y esto es un freno al alza de salarios aún en un contexto de exceso de demanda de trabajo; no obstante, esto puede llegar a un límite y el eventual resurgimiento de la inflación acabará con dicho círculo virtuoso.