Análisis Global Las perspectivas de la economía argentina

Desde mediados de 1997 el sistema financiero internacional se encuentra convulsionado por sucesivas crisis, que tuvieron su primera expresión en los países del sudeste asiático y su última manifestación, hasta el momento, en Brasil.

Como consecuencia de tales crisis, la economía argentina comenzó a evidenciar ciertos problemas, que determinaron una fuerte desaceleración en su nivel de crecimiento a lo largo del año 1998. Así, por ejemplo, de una tasa de expansión del PBI -siempre en comparación con igual período del año anterior- del 7,2% en el I trimestre de 1998 se pasó a una variación estimada que sería inferior al 1% en el IV trimestre de dicho año.

Las razones principales que explicaron tal comportamiento se vinculan con el menor acceso al financiamiento internacional, por un lado, y con la caída de los precios en el mercado mundial de varios de los principales rubros de exportación de nuestro país -cereales, oleaginosas, petróleo, productos siderúrgicos, etc.-, por el otro.

Esta situación experimentada durante 1998 ya hacía prever la existencia de restricciones importantes, que podían incidir limitando el crecimiento de nuestra economía durante el corriente año. Y tales perspectivas, a no dudar, han sufrido un nuevo impacto negativo a partir del reconocimiento de la crisis brasileña desde mediados del pasado mes de enero, cuando las autoridades de dicho país dispusieron la libre flotación del tipo de cambio.

Brasil presenta una situación de desequilibrio que va más allá del efecto contagio sobre las economías emergentes, provocado por las crisis del sudeste asiático y el “default” ruso. Los principales problemas se focalizan en el déficit fiscal -equivalente a 8 puntos del PBI-, en el resultado negativo de la cuenta corriente del balance de pagos -4,5% del PBI- y en la existencia de una deuda pública interna considerable -del orden de los 350 mil millones de reales- con vencimiento promedio de muy corto plazo.

Este endeudamiento, más la fuerte pérdida de reservas internacionales de divisas que Brasil experimentó en los últimos meses -de u$s 75 mil millones en abril ´98 a un nivel aproximado de u$s 36 mil millones a fines de enero último- determinaron la necesidad de elevar la tasa de interés a valores extremadamente altos, circunstancia que explica, entre otros efectos, la magnitud del déficit fiscal.

Hasta el momento es imposible prever la duración de la crisis brasileña, su impacto en términos de nivel de actividad económica y sus efectos en los flujos de comercio exterior. Es innegable, por un lado, que la liberación del tipo de cambio no ha restaurado la confianza de los operadores financieros internacionales. Por el otro, que la situación exige un ajuste de considera-ble magnitud, tanto en las cuentas fiscales como en el sector externo, incluyendo también alguna solución con respecto al endeudamiento público interno.

De todas maneras, está claro que la economía de Brasil convivirá durante un cierto tiempo con fuertes desequilibrios macroeconómicos y que sufrirá un profundo impacto recesivo, cuyas consecuencias serán percibidas también por la economía argentina.

Los motivos que permiten prever consecuencias para nuestro país son, principalmente, las siguientes: 1) persistirán las restricciones de acceso al financiamiento internacional y mayores tasas de riesgo-país; 2) disminuirá el flujo de exportaciones hacia Brasil, tema especialmente importante para ciertos sectores y regiones de nuestro país, y 3) serán demoradas algunas inversiones proyectadas en función de abastecer al mercado subregional (MERCOSUR). Con respecto a las importaciones desde Brasil -relativamente más competitivas después de la devaluación del real-, se están buscando soluciones con-sensuadas que impidan daños exagerados sobre determinadas actividades locales y que, al mismo tiempo, no debiliten la construcción del MERCOSUR.

En definitiva, las principales dificultades se percibirán en la economía real y en el cierre de las cuentas fiscales, ya que la estabilidad monetaria y la mayor solidez del sistema bancario preservan a la economía de eventuales shocks especulativos, tal como se señala más detalladamente a continuación.

El comportamiento del sector financiero

Uno de los rasgos principales que presenta la economía argentina para enfrentar la presente crisis y que es reconocido en los diversos círculos, es la significativa fortaleza de su sistema monetario y financiero.

Por el lado del régimen monetario, si bien no constituye un reaseguro total frente a una eventual corrida cambiaria, la estabilidad de la relación de “respaldo de la convertibilidad” (reservas internacionales líquidas y oro/pasivos financieros del BCRA) en aproximadamente 100% hasta principios de febrero, constituye un factor claramente positivo.

A su vez, el sistema financiero presenta un nivel de liquidez elevado y estable, el cual continuaba manteniéndose a fines de enero y principios de febrero en torno a 25/26% en la relación de requisitos de liquidez/depósitos, esto es, por encima de las exigencias del BCRA en tal sentido.

A lo anterior debe agregarse la existencia de un mayor grado de depuración en el conjunto de entidades financieras, la fuerte concentración y extranjerización bancaria, los fondos disponibles de liquidez anticrisis y la vigencia de un régimen de garantía de depósitos, factores que constituyen una fuerte defensa frente a la posibilidad de enfrentar corridas bancarias e interrupciones en las cadenas de pagos comerciales.

En cuanto a los agregados monetarios, el más amplio de recursos bimonetarios presentaba a principios de febrero un leve incremento respecto al nivel previo a la devaluación brasileña.

Asimismo, los depósitos totales mostraban un pequeño aumento, integrado por un suave pasaje de imposiciones en pesos a las efectuadas en dólares.

Por otra parte, la crisis brasileña ha reducido el ingreso de capitales e incrementado significativamente la tasa de riesgo-país, incluido el componente de riesgo cambiario.

Esta evolución previsible se ha traducido localmente en sensibles aumentos de las tasas de interés, tanto activas como pasivas, a la vez que en un comportamiento más restrictivo y cauteloso por parte de las entidades financieras, en cuanto a la evaluación del riesgo crediticio e incluso cambiario en su operatoria de préstamos.

Resulta claro que esa conducta bancaria obedece a la crítica e inestable situación externa y a la fase recesiva del ciclo económico interno.

Es interesante señalar que del panorama brevemente expuesto se deduce una doble tendencia al desplazamiento en el acceso al crédito: