Análisis Global

El comportamiento de la inversión

El comportamiento recesivo de la economía argentina en 1999, con todos los efectos señalados en las sucesivas entregas del Informe Económico de coyuntura, cerrará una década marcadamente cíclica.

La declinación del nivel de actividad, que ya había comenzado a evidenciarse hacia fines del año 1998, se hizo más profunda durante el presente año con caídas del producto bruto interno (PIB) del 3% y del 4,9 % en el primer y segundo trimestre, respectivamente.

En ese contexto y como no podía ser de otra manera, la inversión bruta interna (IBI) expuso también un comportamiento declinante. Es más -como ya fue señalado-, si la economía argentina se ha caracterizado, durante la década de los noventa, por una trayectoria marcadamente cíclica, la IBI ha agudizado tal comportamiento en cada fase del ciclo. Esta circunstancia explica la caída de la IBI como proporción del PIB durante la primera mitad de 1999, tal como puede observarse en el cuadro adjunto.

Los factores explicativos del debilitamiento del proceso de inversiones son varios, pero cabe destacar en primer lugar la suba de las tasas de interés en el mercado local y el escaso o nulo acceso al financiamiento internacional por parte del sector privado argentino.

En segundo lugar, también hay que considerar el efecto negativo sobre los planes de inversión que ejerce la significativa disminución de la demanda interna de bienes de consumo, por un lado, y la pérdida de atracción para incrementar la oferta exportable ante la caída de los precios internacionales, por el otro. En este último caso seguramente la crisis brasileña está provocando un impacto importante, ya que un porcentaje significativo de la ampliación de la capacidad instalada de producción se ha efectuado, en los últimos años, considerando el abastecimiento a dicho país.

Los datos concretos indican que la IBI disminuyó un 11,4% en el primer trimestre del año en curso y un 10,8% en el segundo trimestre, en ambos casos con relación a igual período del año anterior. A su vez, cuando se analiza la evolución de los componentes de la IBI se verifica que la caída ha sido mucho más marcada en Equipo Durable de Producción -que comprende tanto maquinarias y equipos como material de transporte- que en el rubro Construcción, evidenciando que la crisis actual tiene como epicentro al aparato productivo más que al sistema financiero.

Finalmente, un comentario adicional merece la inversión extranjera directa, que ha continuado con un importante dinamismo durante el corriente año, especialmente en lo que respecta a la fusión o absorción de empresas nacionales. Estas operaciones no implican, en sí mismas, una inversión en el sentido de ampliar la capacidad instalada de producción sino una transferencia en la propiedad de las firmas, pero evidencian el interés del capital extranjero por posicionarse en el mercado local o bien, desde el país, proyectarse al mercado regional o global.

Evolución del balance comercial

En los primeros siete meses del año -según cifras preliminares del INDEC-, el valor de las exportaciones de bienes fue de u$s 13.448 millones, con una reducción de 16% respecto de igual lapso de 1998, mientras que las importaciones, por 14.147 millones, cayeron 25%.

El resultado fue un déficit de u$s 699 millones, inferior en 75,4% al saldo negativo de 2.838 millones obtenido en el mismo período del año precedente. De los siete meses considerados, en sólo dos -abril y mayo- el balance comercial presentó superávit.

Descomponiendo las variaciones en ambos lados del balance:

la baja del valor de las exportaciones en 16% resulta fundamentalmente de una caída de los precios (-15%), pues los volúmenes físicos casi no variaron (-1%);

la disminución del valor de las importaciones en 25%, respondió a sendas reducciones de las cantidades (-19%) y de los precios (-7%).

Como puede observarse, la mayor caída de los precios de exportación que los de importación provocó un nuevo deterioro de los términos de intercambio del país.

Tradicionalmente, hay una relación entre el ciclo económdico y el ciclo comercial del país, que evidencia -cabe apuntar- una de sus mayores vulnerabilidades externas: una fase de expansión productiva tiende a estar acompañada por un déficit del balance comercial, en tanto que una contracción económica lleva a saldos comerciales positivos. Esto último se verificó claramente con la recesión de 1995.

En cambio, en la presente fase recesiva se aprecia -si bien en menor escala- un saldo comercial deficitario (a pesar incluso de una sensible baja de los precios de importación). La explicación de este comportamiento atípico radica básicamente en la presencia de dos factores (que tienen ahora una tendencia inversa a la registrada en 1995):

una fuerte reducción de los precios de exportación, ya que si hubieran permanecido los vigentes en los primeros siete meses de 1998, el valor de las ventas externas hubiera sido superior en u$s 2.356 millones;

una importante baja de las exportaciones a Brasil -principal mercado exterior-, como puede estimarse aproximadamente observando que en el período bajo análisis las ventas argentinas a los socios del MERCOSUR disminuyeron en u$s 1.556 millones.

En el cuadro adjunto se aprecian los efectos de estos dos factores entre ambos períodos de 1998 y 1999. Las menores exportaciones a Brasil son bastante generalizadas, predominando la baja en los automotores. En cuanto a la caída de precios, cabe mencionar los casos del maíz (-6%), trigo (-8%), petróleo (-6%), harinas y pellets de soja (-19%) y aceite de soja (-30%).

Si bien existe una considerable incertidumbre sobre la evolución de los precios de los productos básicos en el mediano y largo plazo, en agosto y setiembre se ha apreciado una tendencia a la suba de los mismos, persistiendo además el aumento del precio del petróleo, verificado desde principios del año.

Dicha tendencia al alza está determinada por un mayor ritmo de crecimiento económico mundial, especialmente en los países asiáticos y, en el caso de los granos, la decisiva influencia de factores climáticos adversos sobre las cosechas en Estados Unidos.

A ello se ha agregado en los últimos dos meses una tendencia a la depreciación del dólar -y por tanto, del peso, al cual éste está fijado- con respecto a otras de las monedas principales, tendiendo a favorecer la competitividad de nuestras exportaciones.