Las propuestas del nuevo gobierno
En el plano estrictamente económico, los referentes del nuevo gobierno han planteado que los dos principales problemas están vinculados con el desequilibrio fiscal, por un lado, y con la pérdida de competitividad de la economía argentina, por el otro. Sin embargo y teniendo en cuenta la necesidad de aprobar perentoriamente el presupuesto nacional para el año 2000, la prioridad ha sido otorgada, casi con exclusividad, a la cuestión fiscal.En tal sentido, los cálculos que se efectúan indican que, de no mediar acciones concretas tanto del lado del gasto como de los ingresos, el déficit presupuestario para el próximo año podría rondar una suma cercana a los $ 10.000 millones (más de 3 puntos del PBI).
Dicho nivel parte del reconocimiento oficial de un desequilibrio del orden de los $ 5.800 millones para el corriente año, suma que podría ser superior según algunas estimaciones privadas. A ello se agregan mayores erogaciones previstas para el año 2000 en concepto de intereses de la deuda pública y menores ingresos, tanto por la rebaja de aportes patronales jubilatorios como por la no percepción de ingresos extraordinarios -venta de acciones de YPF, licitación de telefonía celular- que sí se registraron en 1999.
Por otro lado, de acuerdo a la recientemente sancionada Ley de Solvencia Fiscal, el déficit de las cuentas públicas no debería exceder los $ 4.500 millones en el año 2000. Para alcanzar dichas cifras, en consecuencia, se requieren acciones muy potentes sobre los gastos y los ingresos, tema que es el eje del debate actual.
En el proyecto de presupuesto para el año 2000 enviado por el PEN al Congreso y con el propósito de respetar el déficit máximo de $ 4.500 millones, se plantea la eliminación de los fondos específicos -FONAVI, eléctrico, tabaco, conurbano bonaerense- que benefician a jurisdicciones provinciales. En las negociaciones posteriores, sin embargo, podría acordarse la no eliminación de tales fondos, a cambio de fijar una suma máxima mensual para las provincias en concepto de coparticipación impositiva. Adicionalmente, se establecería el compromiso de acordar un nuevo régimen de coparticipación federal de impuestos que regiría a partir del año 2001.
Otra de las acciones puntuales previstas consiste en posponer la reducción adicional de aportes patronales, que debía instrumentarse a partir de diciembre de 1999, con un costo fiscal para el próximo año de aproximadamente $ 900 millones. De todos modos, también cabe señalar que la no reducción de aportes patronales afecta la cuestión de la competitividad, tema que como fue indicado al principio genera profunda inquietud.
En cuanto a las posibilidades de incrementar los recursos tributarios, el análisis se orientaría, entre otras, en las siguientes direcciones: 1) eliminar deter-minadas exenciones en el IVA, 2) reducir el mínimo no imponible en el Impuesto a las Ganancias, 3) incrementar impuestos internos sobre ciertos consumos suntuarios y 4) gravar impositivamente las jubilaciones más elevadas.
También hay que tener en cuenta que la mayoría de las proyecciones macroeconó-micas indica que la economía argentina podría experimentar un crecimiento, aunque ciertamente moderado, durante el año próximo. Ello, en consecuencia, impulsaría una mayor recaudación impositiva que podría oscilar entre $ 1.000 y 1.500 millones, según estimaciones todavía muy preliminares.
El conjunto de acciones propuestas en el plano fiscal tiene por objetivo, como ya fue señalado, encuadrar el desequilibrio presupuestario dentro de ciertos límites, con el propósito de inducir una reducción de la tasa de riesgo país y un mejor acceso al financiamiento internacional.
El contexto internacional
Las características de la economía argentina hacen que su desenvolvimiento sea particularmente sensible a los movimientos de ciertas variables externas.
En primer lugar, resulta clave el ingreso de capitales del exterior para financiar el déficit de la cuenta corriente del balance de pagos, es decir, acceder a un volumen de ahorro externo que complemente el ahorro interno escaso en relación con el nivel de inversión. Así, el flujo de capital externo determina básicamente -a través de la tasa de interés, principalmente- el nivel de actividad económica.
En este aspecto, en general se considera probable que en los próximos meses la Reserva Federal estadounidense no incremente las tasas de interés -luego del aumento dispuesto el 16 de noviembre-, si bien persistirían las dudas para más adelante en función de las presiones inflacionarias que presente la economía de Estados Unidos.
Otra variable externa relevante está dada por los precios internacionales de nuestros principales bienes de exportación, que son productos básicos agrícolas o de origen agrícola (granos y subproductos), además del petróleo. Durante el corriente año dichos precios han presentado altibajos diversos, predominando una tendencia a la baja en octubre y principios de noviembre, momento éste en que los precios de los productos principales -exceptuando el petróleo, que prácticamente duplicó su precio en lo que va del año- se ubicaban por debajo de los niveles promedio de 1997 y de 1998.
Si bien en esta materia resultan difíciles las estimaciones para el corto plazo, dados los variables factores climáticos, recientes evaluaciones efectuadas en la Secretaría de Agricultura sobre los precios de los granos de la campaña 1999/2000, apuntan a un cuasi mantenimiento de los bajos niveles actuales e incluso algunas posibles reducciones. Esto se debería fundamentalmente a la abundante oferta mundial y una lenta recuperación de la respectiva demanda.
Por otra parte, también reviste una particular importancia la evolución de la economía brasileña, básicamente en dos aspectos. Por un lado, la firme tendencia descendente que desde agosto presenta su tasa de riesgo-país y el comportamiento de otras variables, han alejado la posibilidad de que una desestabilización de Brasil traiga un impacto negativo sobre nuestra economía.
El otro aspecto es el relativo al intercambio comercial, que se presenta favorable desde el ángulo de la colocación de productos locales en una economía que mostraría una significativa tasa de crecimiento en el 2000. Sin embargo, resta por observar los efectos comerciales -y políticas que puedan adoptarse en el ámbito del MERCOSUR- derivados de la fuerte devaluación de la moneda brasileña, más allá de una cierta erosión de la misma que podría implicar una mayor inflación interna en el corto plazo.
Dado el régimen de convertibilidad con tipo de cambio fijo respecto de la moneda estadounidense que rige en nuestra economía, la paridad del dólar frente a las restantes divisas importantes determina la paridad internacional del peso. En consecuencia, una devaluación del dólar con relación a otras monedas implica una simultánea depreciación del peso, con la consecuente mayor competitividad relativa de los productos locales en esos mercados (y en nuestro mercado interno)
Después que en 1998 el dólar se devaluara con respecto al marco alemán y al yen, durante el primer semestre del corriente año se registró la tendencia opuesta, para en los meses siguientes volver el dólar a una depreciación. Se observa así que en el período enero-noviembre la tendencia del dólar fue de apreciación frente al marco y de devaluación respecto del yen, no apareciendo como sencillo efectuar pronósticos sobre su evolución en el próximo año.
De la aproximación anterior surgiría, en síntesis, que el contexto internacional -salvo factores sorpresivos- no presentaría en principio en los meses próximos un sesgo general, respecto de la economía argentina, demasiado distinto del observado en la segunda mitad del corriente año.