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BALANCE PRELIMINAR DE LAS ECONOMIAS DE AMERICA LATINA Y EL CARIBE, 1999.
Extracto del estudio homónimo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL), Santiago de Chile, diciembre de 1999.

La crisis financiera internacional siguió siendo el factor dominante de las tendencias económicas de la región de América Latina y el Caribe por segundo año consecutivo. El brusco descenso de las entradas de capital, unido al alto volumen de pagos al exterior por concepto de intereses y dividendos, se tradujo en una transferencia neta negativa de recursos a la región por primera vez desde 1990. A la vez, el bajo precio de los productos básicos (con la excepción del petróleo), junto con la caída del comercio intrarregional en América del Sur, provocaron una disminución de los ingresos provenientes de las exportaciones en muchos países. Por lo tanto, pese a los esfuerzos de las autoridades por responder a las condiciones externas negativas, la expansión del producto interno bruto (PIB) mostró un estancamiento en 1999.

Este promedio regional encubre importantes diferencias entre los países. México y la mayoría de los países de Centroamérica y del Caribe -que mantienen estrechos vínculos con la próspera economía de los Estados Unidos a través de las transacciones relacionadas con la maquila, el comercio de otros productos manufacturados y agropecuarios, y el turismo- mostraron un crecimiento moderado e incluso alto. En cambio, los países de Sudamérica, que se caracterizan por concentrarse en la exportación de productos básicos y un importante comercio intrarregional de productos industriales, tuvieron un desempeño desfavorable. Pese a esto, incluso en el caso de estos últimos, en el cuarto trimestre del año se han observado señales de una incipiente recuperación, que muy probablemente se acelere en el año 2000.

Como era de esperar, la creación de empleos se contrajo en la mayoría de los países sudamericanos, y mostró un mayor dinamismo en México, Centroamérica y gran parte del Caribe. En la región en su conjunto, el empleo se redujo de 53,7% de la población en edad de trabajar en 1998 a 52,5% en 1999, y el desempleo aumentó de 8,0% a 8,7%; este último porcentaje representa la tasa más alta registrada desde que se dispone de información sobre un número significativo de países. La situación de los salarios reales fue más favorable que la del empleo, a lo que contribuyeron las bajas tasas de inflación. En efecto, la consolidación del proceso de estabilización de los precios sigue siendo uno de los principales logros del decenio. La inflación se mantuvo bajo control, en torno al 10%, a pesar de la depreciación de varias monedas, y en 17 de los 22 países con información disponible el alza de precios será de un solo dígito en el presente año.

El déficit comercial se redujo, sobre todo como consecuencia del descenso de las importaciones, causado por el estancamiento del ingreso que desalentaba las compras en general y la depreciación que elevaba el costo de los productos extranjeros. Las exportaciones también cayeron en muchos países; excluido México, la disminución fue de 3%. Los precios cayeron, tanto de las exportaciones como de las importaciones, y para la gran mayoría de los países los términos del intercambio acusaron un deterioro. El resultado fue un menor déficit en cuenta corriente, que pasó de 87.000 millones de dólares (equivalentes al 4,5% del PIB) en 1998 a 56.000 millones (3,2%) en 1999.

Las entradas autónomas de capital fueron la principal fuente de financiación del déficit en cuenta corriente, a pesar de que se redujeron a apenas 43.500 millones de dólares, después de haber alcanzado 69.000 y 83.000 millones en 1998 y 1997, respectivamente. El resto del déficit se cubrió con flujos compensatorios y reservas internacionales. Continuando con la tendencia observada en los últimos años, la inversión extranjera directa (IED) siguó siendo el principal componente de la cuenta de capitales; tanto es así que en 1999 esta inversión, que ascendió a 70.000 millones de dólares, superó con creces el total de entradas, dado que los rubros de préstamos bancarios, compras de capital accionario y errores y omisiones arrojaron un saldo negativo. Las emisiones internacionales de bonos ascendieron a más de 40.000 millones de dólares, pero se destinaron en su mayor parte a operaciones de amortización y refinanciación de deudas vencidas. El acceso al mercado de bonos fue irregular, y los términos de las nuevas emisiones -tanto los plazos de vencimiento como las tasas de interés- sufrieron un significativo deterioro en comparación con el período anterior a la crisis.

En sus intentos por hacer frente a la crisis internacional, de una duración y gravedad no previstas, las autoridades macroeconómicas adoptaron una actitud menos contractiva que en 1998, especialmente durante el segundo semestre. De hecho, en muchos casos, no se redujeron los gastos fiscales para compensar la declinación de los ingresos, por lo que el déficit promedio de la región superará el 3% del PIB, el nivel más alto del decenio. Hacia fines de año disminuyeron las tasas de interés nominal, mientras la adopción de tipos de cambio flexibles en varios países otorgaba a la política monetaria un ámbito más amplio de influencia. El caso más destacado de modificación del régimen cambiario fue el de Brasil, aunque también se realizaron cambios similares en Chile, Colombia y Ecuador.

El escaso crecimiento, los efectos retardados de las altas tasas de interés y la depreciación de la moneda tuvieron repercusiones negativas en el sector financiero de muchos países. La cartera morosa aumentó considerablemente, lo que en varios casos se tradujo en crisis bancarias. Los préstamos en divisas plantearon mayores problemas, debido a que el costo equivalente en moneda nacional se incrementó a consecuencia de las devaluaciones. En general, el proceso de reforma se desaceleró debido a la postergación de ciertas privatizaciones y, en algunos casos, se recurrió al aumento de los aranceles para solucionar situaciones temporales de emergencia. Aunque se siguió avanzando en las negociaciones institucionales intrarregionales, el comercio entre agrupaciones regionales mostró una marcada contracción y surgieron ciertos conflictos derivados de las diferencias de posición en materia de política económica.

El año 1999 se cierra con señales positivas para el futuro próximo. La economía de los Estados Unidos sigue creciendo a una tasa relativamente alta, a la misma vez que Europa también crece y Japón y el resto de Asia están en recuperación. También los mercados financieros internacionales están tornándose más favorables para los países de la región, y los precios de los bienes primarios están repuntando. Todo esto permite suponer que la situación mejorará en casi todos los países durante el año 2000. Los pronósticos de la CEPAL apuntan a una tasa de crecimiento regional de un 3,6%. Es probable que éste sea más alto en México y Centroamérica (4,5% y 4,7%, respectivamente), seguidos de Brasil (3,5%), el Cono Sur (2,9%), y los países andinos (2,8%).

Por segundo año consecutivo, la crisis internacional dejó su huella en el sector externo de la región, que se resintió por la falta de dinamismo de los capitales extranjeros y la continua caída de los precios de los productos básicos no combustibles. A diferencia del año anterior, sin embargo, el severo ajuste que la situación internacional impuso en las economías hizo que se interrumpiera la tendencia hacia la ampliación del déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos regional, de manera que éste se contrajo del equivalente de 4,5% del PIB en 1998 a 3,2% en 1999.

La notable reducción del déficit se explica principalmente por la disminución del déficit de la balanza comercial, a su vez determinada por la aguda reducción de las importaciones, que superó la caída o la desaceleración de las exportaciones experimentada por la mayoría de los países, en particular los sudamericanos. En cambio, el déficit de la cuenta de renta de los factores nuevamente aumentó de manera moderada.

Las ganancias de competitividad derivadas de las devaluaciones aplicadas en América Latina y las caídas en la absorción interna no se tradujeron en mayores ingresos procedentes de las exportaciones, por dos razones. En primer lugar, las economías de la región, y especialmente las sudamericanas, siguen siendo importantes proveedoras de productos básicos y, en el corto plazo, la oferta de estos productos es inelástica respecto del precio. Además, las ventas de los mismos (salvo los hidrocarburos) padecieron de su continuo abaratamiento en los mercados mundiales, en especial los productos agrícolas, ya que se mantuvo la tendencia a la baja de los precios de los productos básicos no combustibles.

Durante el año la política macroeconómica ha experimentado una evolución cargada de contrastes. El alza del déficit fiscal ha permitido compensar parcialmente la caída de la demanda interna privada, mientras la política monetaria conservó hasta finales del primer semestre una clara postura de austeridad. Sin embargo, esta tonalidad se relajó un poco a partir de entonces, con una leve reducción de las tasas de interés real. Se flexibilizó también durante el año la conducta de la política cambiaria. La situación de los sectores bancarios siguió siendo inquietante en varios de los países; se deprimió la colocación de nuevos créditos y la calidad de la cartera crediticia del sistema bancario se deterioró.

El cuadro recesivo que afectó a la región impactó desfavorablemente a los ingresos fiscales en la región, en un contexto en el cual varios de los países habían programado un aumento de los gastos públicos en su presupuesto 1999. El objetivo predominante durante el año fue de preservar en la medida de lo posible el nivel presupuestado de los programas de inversiones públicas y de gastos en el área social, pese a contar con ingresos menores que los inicialmente previstos. Así, por primera vez en los años noventa, la política fiscal en la mayoría de los países de la región no fue procíclica. En consecuencia, el déficit del sector público no financiero subió a 3,2% del promedio del PIB de los países, su nivel más alto del decenio.

El manejo de los tipos de cambio mostró una mayor flexibilidad. Cuatro países (Brasil, Colombia, Chile y Ecuador) abandonaron el esquema de banda cambiaria para dejar que su moneda flote, régimen que ahora es el más común en la región. El sistema de bandas cambiarias, muy instrumental en los programas de estabilización basados en un ancla del tipo de cambio nominal, ha sido crecientemente criticado por su vulnerabilidad ante ataques especulativos.

Perspectivas

La economía de América Latina se recuperará en el 2000, después del estancamiento en 1999. Según estimaciones de la CEPAL, el crecimiento será de 3,6%, lo cual permitirá cerrar la década de 1990 con una tasa promedio de 3,2%. Ese panorama, bastante alentador, se basa en las buenas perspectivas de la economía internacional, que en los países desarrollados muestra un crecimiento significativo, una inflación muy reducida y tasas de interés bajas. A la vez, en varios países de la región se espera una mejoría del sector externo a raíz del alza de los tipos de cambio reales, que impulsaría las exportaciones y mantendría bajas las importaciones. Este escenario supone, a su vez, que se consolide la normalización de los mercados internacionales de capitales, permitiendo una mayor afluencia de los mismos. En México y los países de Centroamérica y el Caribe, que en 1999 exhibieron los mejores comportamientos de la región, las tasas de crecimiento se incrementarían en el próximo año. En los países de América del Sur se espera una recuperación, después del pobre desempeño de 1999. En Brasil ya hay señales de reactivación, la cual ayudaría a los países vecinos.