Las
condiciones de la reactivación productiva
La agenda económica del nuevo gobierno planteó dos temas centrales: el
saneamiento fiscal, por un lado, y un programa destinado a mejorar la competitividad de la
economía argentina, por el otro. Sin embargo, ambos puntos no fueron desplegados
simultáneamente, sino en una secuencia que otorgó prioridad a la cuestión fiscal.
Las medidas adoptadas a tal efecto, en especial la reforma tributaria,
han impactado negativamente sobre las expectativas de los agentes económicos, sobre todo
en lo que se refiere a la demanda de bienes de consumo. El comportamiento de algunos
indicadores en febrero, tales como la demanda de servicios públicos, las ventas
en supermercados y hasta la recaudación del IVA y de impuestos internos,
sugieren un enfriamiento del gradual proceso de reactivación que se observa desde fines
del último año.
Por otra parte, en la medida que las señales de reactivación no son
contundentes, surgen también interrogantes sobre el efectivo cumplimiento de planes de
inversión elaborados en función de escenarios futuros más positivos.
En este sentido, cabe señalar que se está verificando una reducción de la tasa
de riesgo-país, a juzgar por las tasas de interés obtenidas en las últimas
colocaciones de bonos en moneda extranjera. Esta trayectoria del riesgo-país debería
producir teóricamente una baja generalizada de las tasas de interés internas y
una expansión de la demanda de créditos. Sin embargo, en febrero no hubo
crecimiento -es más, se registró una leve declinación- en el total de créditos
concedidos al sector privado y tampoco se observa una caída de las tasas activas de
interés.
La excepción a estas tendencias señaladas la constituye la significativa oferta
de créditos hipotecarios que se expresó desde principios de marzo, bajo
condiciones atractivas en cuanto a costos y plazos. Ello debería redundar en un incremento
de la construcción residencial -aunque siempre limitado por las expectativas a
más largo plazo-, que podría compensar la caída esperada en la obra pública
como consecuencia del ajuste fiscal.
Con respecto al tercer componente de la demanda global, o sea las
exportaciones, se observa un panorama algo más optimista, considerando
la importante producción agrícola estimada para el corriente año y las mejores
cotizaciones ya vigentes -caso del petróleo y la soja- o las subas
esperadas -caso del trigo, el maíz y el girasol- ante problemas
climáticos en Estados Unidos. Una primera expresión de lo señalado es que las
exportaciones en enero último superaron en 16% a las registradas en igual mes de 1999.
De todos modos, de la conjunción del comportamiento observado y previsto de las
varia-bles macroeconómicas hasta aquí analizadas, se desprende un panorama poco
alentador para la mayoría de los sectores productivos. De allí la creciente e insistente
demanda de tales sectores para que el gobierno instrumente medidas destinadas a potenciar
la reactivación en el corto plazo y a ganar competitividad en un horizonte temporal más
amplio.
Las medidas reclamadas para fortalecer la reactivación se vinculan, básicamente, con la
refinanciación de los pasivos bancarios, tributarios y previsionales que afectan a un
amplio espectro de empresas y con la adopción de restricciones aduaneras y
paraarancelarias que resguarden la producción nacional.
Por su parte, las medidas pro-competitividad se refieren a la baja sostenida de las tasas
de interés, de las tarifas públicas y de la presión tributaria, entre las más
salientes. Pero la cuestión de fondo, dado el régimen cambiario existente, consiste en
lograr un aumento importante y permanente de la productividad media de la economía
argentina, cuya obtención requerirá de un plazo relativamente prolongado y de un
ambiente económico con alto dinamismo productivo.
En consecuencia, la reactivación no es sólo una necesidad coyuntural, sino también una
condición necesaria para alcanzar crecientes niveles de competitividad, lo que determina
que las medidas pro-reactivación y las medidas pro-competitividad deben armonizar en sus
objetivos y en su instrumentación temporal.
Determinantes del ingreso de capitales
Dada la escasa tasa de ahorro interno y las restricciones del régimen de convertibilidad
que presenta la economía argentina, su crecimiento está condicionado fuertemente por el
ingreso de ahorro externo, es decir, la afluencia de capitales del exterior.
En este sentido, el grado de acceso a la financiación externa -y su costo- está
determinado principalmente por las tasas de interés internacionales y por la tasa de
riesgo-país.
Al respecto, resulta preocupante la reciente evolución en Estados Unidos de las tasas de
interés fijadas por su autoridad monetaria, la Reserva Fede-ral: la tasa de fondos
federales (por préstamos interbancarios a 24 horas) y la tasa de
descuento (o redescuento, por préstamos a corto plazo otorgados a las
entidades financieras por los bancos regionales de la Reserva Federal).
Desde junio de 1999 hasta el 21 de marzo último, la Reserva Federal ha incrementado cinco
veces las tasas de interés -en un cuarto de punto porcentual cada vez-, ubicándose ahora
la tasa de fondos federales en 6% y la tasa de descuento en 5,50%.
Además de incrementar el costo del stock de deuda argentina a tasa variable, la suba de
las tasas de interés estadounidenses tiende a restringir la financiación externa a los
sectores público y privado del país, a la vez que aumenta el costo del nuevo
endeudamiento. Adicionalmente, puede considerarse un efecto indirecto en la medida que el
incremento de tasas afecte a Brasil, país fuertemente endeudado.
Cuanto mayor sea el aumento de las tasas estadounidenses, mayores serán los efectos
negativos sobre la economía argentina, estimándose en general que una suba total de
hasta 1% (o 100 puntos básicos) a lo largo del presente año podría ser absorbida sin
grandes perjuicios.
Por otro lado, importa muy especialmente la tasa de riesgo-país o de riesgo soberano, que
es la sobretasa que afronta la deuda pública argentina respecto de la estadounidense,
para similares condiciones de títulos de deuda.
Desde agosto pasado se ha observado una tendencia decreciente de la tasa de riesgo-país
argentina -acompañando al resto de las economías emergentes-, que desde un casi 10%
previo se ubica a principios de marzo en torno a 5%, respecto de los bonos del Tesoro
estadounidense, según los índices del banco Morgan.
En dicho período, la menor tasa de riesgo-país no se tradujo en general en una
reducción de las tasas internas para préstamos; por ejemplo las tasas para empresas de
primera línea (a 30 días en pesos y en dólares, según BAE en base a Reuters) se
ubicaban el 15 de marzo en prácticamente los mismos niveles que en julio de 1999,
mostrando la influencia de otros factores más allá del riesgo-país.
Cabe destacar que el 9 de marzo el Gobierno colocó un bono en euros por u$s 480
millones, por lo cual afrontó una sobretasa de 3,8%, significativamente menor a las
anteriores.
Por otra parte, la reciente calificación de grado de inversión para la deuda
mexicana -si bien por parte de una sola calificadora de riesgo-, invita a hacer
comparaciones entre el comportamiento económico de nuestro país con México y también
con Chile, que ostenta dicha calificación.
Como puede observarse en el cuadro adjunto -que no agota los factores de calificación-,
las diferencias negativas que presenta nuestro país son notoriamente sustanciales y su
superación requerirá un tiempo bastante apreciable.