Sector Agropecuario
Situación
La negada propagación de la aftosa
Mientras
en Europa el rebrote de la “vaca loca” provocaba estragos en la tranquilidad
de la población, que caía presa del pánico de haber ingerido animales contaminados
con el mal, en la Argentina recrudecía el proceso de propagación de la aftosa,
negada una y otra vez por las autoridades en una actitud ampliamente criticada
en diversos ámbitos.
En rigor de verdad, se estima que hubo un cierto pacto de silencio entre las
autoridades del sector y las entidades que lo representan, en un afán de evitar
la pérdida de mercados que la declaración de la enfermedad implica, esperando
subsanar el mal sin necesidad de darlo a conocer.
Esta situación tuvo origen en agosto del año 2000, cuando se advirtió
el ingreso de animales enfermos desde Paraguay. En esa oportunidad el Gobierno
reconoció el hecho, al tiempo que ordenaba el sacrificio de 3.000 animales.
La reacción de Estados Unidos y Canadá fue por entonces la de cerrar sus mercados
a las carnes argentinas, con un costo para el país estimado en u$s 75 millones.
Sin embargo, ante la afirmación de las autoridades sanitarias de que el problema
estaba superado, esos mercados se reabrieron en el mes de diciembre. La táctica
de negación del mal pareció funcionar.
El SENASA procuró combatir el problema con medidas parciales, buscando
aislar a los animales con serología positiva, en el intento de resguardar el
status de país libre sin vacunación. A lo largo de los meses fue adoptando distintas
actitudes ante el crecimiento del flagelo. En una etapa inicial, el SENASA
vacunaba clandestinamente, negando el hecho ante denuncias de los productores
con el mismo énfasis que negaba la existencia del rebrote.
En un segundo momento aceptó el hecho de la vacunación con el argumento de que
se trataba de “vacunación preventiva” encuadrada en un plan u operativo de prevención
cuyo costo ascendería a $ 22 millones, 8 aportados por el SENASA, 5 por el Ministerio
de Economía y el resto a determinar. Se estableció una doble vacunación a 13,5
millones de cabezas, 12 millones en las áreas de engorde (el centro oeste de
Buenos Aires, el sur de Córdoba, el sur de Santa Fe y parte de La Pampa) y 1,5
millones en las zonas llamadas “buffer” (las fronterizas con Brasil, Paraguay
y Bolivia). Habría también una zona de vigilancia fronteriza para evitar el
ingreso ilegal de animales vivos y otra zona de vigilancia rodeando las áreas
de vacunación para impedir la salida de animales de esas zonas al resto del
país.
Retroceso en la calificación internacional
Munidos del argumento de la vacunación preventiva, las autoridades
del SENASA viajaron a Canadá y Estados Unidos -países que concentran el 25%
de las exportaciones argentinas de carne- y lograron evitar el cierre de esos
mercados, a diferencia de lo que había ocurrido cuando el problema tuvo inicio,
en el mes de agosto.
De hecho, lo ocurrido significa para el país la pérdida del status de país
libre de aftosa sin vacunación, para retroceder al de igual condición pero
con vacunación. Pero la resistencia a aceptar la existencia de focos
aún a sabiendas de que los dos principales países seguirían adquiriendo el producto,
que desosado o cocido no transporta el virus, se explicaría por las exigencias
de la OIE, que implican la inmediata exclusión de las exportaciones a todos
los destinos. Mientras tanto, CARBAP, una de las entidades representativas
del sector, denunciaba la aparición de 350 casos de aftosa en la provincia
de Buenos Aires, que se agregaban a los ya denunciados por los productores y
se hacía inminente la visita de autoridades sanitarias estadounidenses.
Mientras tanto se presentaron brotes de aftosa en Inglaterra, que fueron
denunciados ante la comunidad internacional. Las autoridades prohibieron el
transporte interno de ganado y la matanza de un gran número de animales, por
cuya destrucción los productores recibieron compensaciones financieras.
Por su parte, la Unión Europea adoptó drásticas medidas destinadas a
no perder el status de libre de aftosa sin vacunación obtenido en 1996, ante
la amenaza de ingreso del mal en el continente europeo, dada la enorme facilidad
de propagación del virus. Allí el problema se agrega al de la “vaca loca”, de
gravedad muy superior.
Pérdidas económicas y de credibilidad
Con la asunción de las nuevas autoridades la estrategia parece haber cambiado.
El 12 de marzo la Argentina decidió dejar de exportar carnes frescas y congeladas
a los países del circuito no aftósico, básicamente Estados Unidos, Canadá y
Chile, argumentando la sospecha de un foco de fiebre aftosa en el partido de
Rivadavia, provincia de Buenos Aires.
Las consecuencias serían el retroceso de la Argentina de un casillero adicional,
perdiendo, transitoriamente, su calidad de país libre de aftosa. Las pérdidas
económicas serán importantes, sin duda, pero menores que las derivadas de la
pérdida de credibilidad del país en materia sanitaria.
No queda claro todavía si el cambio adoptado incluye también modificaciones
en el plan trazado por el SENASA para aislar la enfermedad y combatirla,
sobre todo habiendo sido recientemente intervenido el organismo rector en la
materia.
Perspectivas