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LA COMPETITIVIDAD DE LA INDUSTRIA MANUFACTURERA ARGENTINA DURANTE LOS NOVENTA (1)

Si bien la renegociación de la deuda externa, la acuciante situación fiscal y la obstinada resistencia del nivel de actividad económica a salir del estancamiento han sido los temas dominantes de discusión en la Argentina recientemente, a la agenda económica se ha incorporado otro tema de debate importante como es el de la capacidad competitiva de la economía argentina, especialmente de la industria manufacturera.

El desempeño exportador, así como los resultados del balance comercial, están evidenciando una cierta falencia competitiva de la economía argentina, particularmente de la industria manufacturera. Esta constatación adquiere particular relevancia al considerar que la Argentina ha seguido una estrategia de apertura comercial irrestricta y de integración plena a la economía mundial, en la cual, las reglas impuestas por la Organización Mundial de Comercio implican el renunciamiento a la utilización de un conjunto amplio de instrumentos de política comercial. Este nuevo ordenamiento del comercio mundial, con menos restricciones y mecanismos de promoción, impone una conducta competitiva más exigente.

Entre 1990 y 2000, las exportaciones se duplicaron, tanto en valor como en volumen, ya que los precios -en promedio- se mantuvieron prácticamente constantes, con una fuerte suba del precio de los combustibles y una leve caída del de las manufacturas de origen agropecuario. El desempeño más destacado durante el período considerado ha sido el de los combustibles, cuyo volumen físico se multiplicó por 3,5, en tanto que las manufacturas de origen industrial crecieron entre ambos años un 160%, mientras que los productos primarios y las manufacturas de origen agropecuario registraron incrementos más modestos.

El dinamismo de las exportaciones manufactureras ha descansado -esencial-mente- en el crecimiento de las exportaciones de la industria automotriz y en la ampliación del mercado del Mercosur. La expansión de las exportaciones a terceros mercados ha sido extremadamente débil.

Aquí se analiza la competitividad de la industria manufacturera argentina para el período 1990-2000, utilizando como indicador el costo laboral unitario y comparándolo con el desempeño que tuvo este indicador en Brasil, Estados Unidos, los países industrializados y los países emergentes. La conclusión del trabajo es que la Argentina ha perdido competitividad -de manera significativa- con Brasil y los países emergentes durante la década del noventa, en tanto que respecto de EE.UU. y de los países industrializados prácticamente se encuentra en el mismo nivel que a principios de los noventa.


A modo de conclusión: examinando alternativas

Si se asume que la apertura comercial es un objetivo prioritario de la estrategia económica y que las exportaciones deberían constituirse en el motor de crecimiento de la economía argentina, no cabe duda que el mejoramiento de la competitividad se convierte en un desafío prioritario. Como se mencionaba en la introducción de estas notas, el grado de apertura de la economía argentina es aún bajo, lo cual implica que el impacto multiplicador que pueden tener las exportaciones sobre el nivel de actividad, en lo inmediato será débil. Sólo un esfuerzo de incremento de las exportaciones persistente a lo largo del tiempo dará sus frutos en el mediano plazo. De esta manera, para la economía argentina, afrontar un programa de mejoramiento de la competitividad de largo plazo es un imperativo ineludible.

A lo largo de las páginas anteriores se ha identificado cuáles son las variables relevantes a considerar. Un primer instrumento a examinar del conjunto de variables utilizadas en el análisis de competitividad es el tipo de cambio. El corsé impuesto por la convertibilidad impediría recurrir al mismo como mecanismo de mejora de la competitividad. Sin embargo, ante el reconocimiento generalizado de un cierto atraso cambiario resulta conveniente el examen de alternativas para la alteración del mismo.

La política comercial es una poderosa herramienta para modificar el tipo de cambio efectivo. ¿Cuáles son las alternativas que brinda la misma? En este caso, también se presentan algunas restricciones. En primer término, la integración de la Argentina en el Mercosur impone dos limitaciones:

. Los instrumentos de política comercial pueden ser utilizados hacia terceros países.

. Las modificaciones de la política comercial deben ser acordadas con los socios, especialmente Brasil.

Una unión aduanera, como la del Mercosur, se caracteriza por una política comercial externa consensuada, entre lo que se destaca la determinación del arancel de importación desde terceros países. Además, una unión aduanera requiere de la ausencia de restricciones e incentivos en el comercio intra-regional. Si bien el Mercosur muestra aún un conjunto significativo de imperfecciones en lo que se refiere al libre comercio intra-zona, las decisiones en materia de política comercial no son plenamente autónomas y deben ser acordadas entre los socios. En consecuencia, a través de los instrumentos de política comercial no se podría mejorar la competitividad de la industria argentina respecto de los países del Mercosur.

Recurrir a los aranceles o a los reintegros a las exportaciones es una alternativa para mejorar la competitividad respecto de terceros países. Sin embargo, la utilización de estos instrumentos presenta también algunas limitaciones:

. El aumento del arancel externo común tiene un techo del 35% -en la medida que los socios del Mercosur lo acuerden-, teniendo en consideración los niveles arancelarios consolidados ante la Organización Mundial de Comercio (OMC).

. El aumento de los reintegros a las exportaciones enfrenta dos restricciones: una de carácter fiscal y la otra que cualquier retoque ascendente de los reintegros deberá enfrentar la oposición de la OMC, ya que aún son difíciles de justificar los niveles actuales de los reintegros al superar largamente la devolución de los impuestos internos.

En consecuencia, tanto el tipo de cambio como la política comercial presentan algunas dificultades para ser utilizados como instrumentos para lograr el mejoramiento de la competitividad. Por otro lado, otra varia-ble a la que se podría recurrir para mejorar la competitividad es el salario. Esta alternativa ha sido largamente debatida, tanto en lo que se refiere a los aportes patronales y la flexibilización laboral y su discusión excede los límites de este trabajo, aunque vale la pena destacar que el salario medio de la industria manufacturera mostró una tendencia levemente decreciente estos últimos años.

Indudablemente, encarar un programa de crecimiento de la productividad emerge como el instrumento más idóneo para el mejoramiento de la competitividad de la industria manufacturera. Ahora bien, este emprendimiento exige de un esfuerzo singular. Una idea de la magnitud del mismo lo da el hecho de que para haber mantenido en el año 2000 el nivel de competitividad que la Argentina registraba con los países emergentes en 1991, la tasa de crecimiento de la productivdad prácticamente se tendría que haber duplicado. Mientras que la productividad de la industria manufacturera argentina creció al 1,3% trimestral, la tasa debería haber alcanzado durante la década un valor de 2,3% -alrededor del 10% anual- a fin de mantener el nivel de competitividad de principios de la década. Como puede constatarse, no resulta un esfuerzo menor.

La discusión de los contenidos de una política industrial que acelere el ritmo de crecimiento de la productividad de la industria manufacturera es una tarea compleja y ardua y que requeriría de la elaboración de un documento ad-hoc. La literatura económica acerca de las fuentes de crecimiento de la productividad es muy vasta. En estas notas sólo se pretende destacar algunas cuestiones relevantes.

El aumento de la productividad está íntimamente asociado al ritmo de incorporación del progreso tecnológico. Pero este último es, también, un concepto bastante amplio. Parte de este progreso técnico está incorporado en los bienes de capital y, en consecuencia, íntimamente ligado al proceso de inversión. En otros casos el proceso innovativo no está asociado o incorporado en los bienes de capital, sino que implica significativos cambios en los procesos de producción, de organización de la producción o del desarrollo de nuevos productos. Más recientemente, la literatura ha enfatizado el papel preponderatne que ocupa la acumulación de capital humano en las mejoras de productividad.

Un programa que tienda a dinamizar el aumento de productividad debe contemplar la facilitación de incorporación de tecnologías de frontera, creando las condiciones para que las firmas manufactureras aumenten significativamente sus esfuerzos domésticos en I & D, especialmente en aquellos sectores en los cuales emergerían ventajas comparativas. Hay que tener en cuenta que una parte considerable de las ganancias de productividad derivan de la especialización de la producción, fenómeno que facilitaría el acceso a mejores tecnologías.

En este aspecto, la participación del sector público resulta relevante. Debería tomar a su cargo la generación de conocimientos y la formación de recursos humanos calificados en campos básicos de ciertas disciplinas con el objetivo de brindar externalidades al sector privado, a fin de que éste se haga cargo de los gastos de I & D más próximos a la explotación comercial de las nuevas tecnologías. El gasto interno en actividades de I & D debería aumentar significativamente, introduciendo un amplio menú de incentivos para ampliar el número de firmas que realizan esfuerzos en la materia.

Un programa de estas características tiene la ventaja de que en el caso de las actividades de I & D, aquellos subsidios que se otorguen de manera general -sin discriminar por actividades- y sin que estén dirigidos específicamente a la producción de exportaciones, se considerarían permitidos en el marco del Código sobre Subvenciones y Medidas Compensatorias del Acuerdo General de la Ronda Uruguay sobre el tratamiento de este tipo de medidas. Las ayudas estatales (subsidios) destinadas a mejorar la capacidad tecnológica de las firmas -exenciones para las compras de equipamiento de laboratorios, por ejemplo-, capacitación de recursos humanos o estudios destinados a la investigación de mercados externos estarían encuadrados en este conjunto de subvenciones permitidas. Todos los incentivos destinados a favorecer la difusión de información no serían motivo de censura por parte de la OMC, ya que constituyen casos palpables donde las imperfecciones de mercado impiden que la inversión privada sea óptima.