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La devaluación del peso ocurrida desde mediados de enero de
2002 ha alterado fuertemente las condiciones de funcionamiento de la economía nacional
vigentes durante los diez años precedentes.
En este contexto, el nuevo -y aún incompleto- escenario de precios relativos hace que los
correspondientes a los bienes más comercializables (con el exterior) ganen terreno frente
a los menos transables.
En este marco, y a diferencia de lo sucedido a lo largo de la década pasada, los
movimientos de las variables nominales permiten efectuar ciertos ajustes reales en las
ecuaciones de ingresos y costos de algunas empresas y ramas industriales. De esta manera
comienza a observarse un cierto proceso de recomposición de los márgenes de rentabilidad
bruta en algunos sectores, fenómeno que refleja tanto la capacidad relativa de los mismos
para trasladar a precios -aunque sea en parte- el efecto de la devaluación, como el grado
de variabilidad efectiva de sus costos.
A este respecto, se ha seleccionado un conjunto de 15 sectores representativos de la
producción nacional de bienes transables, analizándose en cada caso, la evolución de
sus ingresos por ventas mayoristas internas vis a vis sus costos totales (incluyendo en
este concepto a los insumos nacionales e importados, salarios e impuestos).
De un primer análisis de dicha información (al tercer trimestre de 2002 inclusive), se
pueden identificar los siguientes grupos sectoriales:
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a)
sectores que han mejorado sustancialmente su relación ingresos-costos: cultivo
de cereales y oleaginosas, industria siderúrgica, aluminio, caucho, industria papelera y
afines, aceites vegetales.
Como puede apreciarse, se trata en todos los casos de sectores con niveles relativamente
altos de concentración en la producción y con elevados coeficientes de exportaciones (o
lo que es lo mismo, su dependencia de la demanda interna es relativa). En otras palabras,
más allá de la aplicación de retenciones a las exportaciones, la “export
parity” parece funcionar con cierta precisión. |
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b)
sectores que han visto deteriorada sus relación ingresos-costos: marroquinería,
industria textil y confecciones, vitivinícola, lácteos y carnes. A diferencia del grupo
anterior, en términos generales son sectores mucho más atomizados, con alta intensidad
de empresas pymes y en los cuales los mercados externos son -en términos generales- una
parte relativamente pequeña de sus ventas totales (o lo que es lo mismo, su dependencia
del mercado y la demanda interna sigue siendo elevada).
De este modo, pueden obtenerse dos conclusiones: 1) que más allá de las obvias
diferencias a nivel de empresas y subramas, en estos sectores el deterioro de la
rentabilidad empresarial por unidad de producto parece difícil de sostener en el tiempo
sin ocasionar daños irreparables para las firmas productoras, especialmente en un
escenario de caída de ventas totales, y 2) que no sería extraño prever en un plazo más
o menos breve un proceso de recuperación de precios (absolutos y relativos) de estos
sectores, sea como resultado de cierta recuperación del nivel de actividad y demanda
interna o bien por el efecto del incremento de las exportaciones que en algunos casos ya
comienza a hacerse efectivo (ej.: marroquinería, carnes rojas y textiles). |
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c)
sectores en los cuales precios y costos se mueven en forma bastante parecida:
refinación de petróleo, manufacturas de plástico, alimentos procesados y terminales
automotrices.
En estos cuatro casos conviven situaciones bien diferentes. En el primero de ellos
(refinación de petróleo), tanto la influencia del marco internacional -precio del crudo-
como la acción gubernamental en materia de regulación del mercado, han permitido -al
menos hasta el momento- cierto equilibrio entre precios y costos. En el caso de las
manufacturas de plástico, la fuerte dolarización de los insumos del sector
(petroquímica) ha podido ser acompañada por los precios internos, en el marco de un
sector integrado por pymes con cierta capacidad exportable.
Y en el caso de las automotrices, resulta claro que las expectativas del sector están
puestas tanto en la apertura de nuevos mercados externos (Chile, México) y la continuidad
de Brasil, amén del surgimiento de algún sistema o mecanismo (tipo plan canje) que pueda
contribuir a mejorar la escala de producción de plantas caracterizadas por un manifiesto
exceso de capacidad instalada.
Para el caso de los alimentos procesados, la trayectoria de precios y costos es casi
idéntica, lo que refleja el traslado a precios mayoristas de los aumentos de costos de
insumos transables y no transables. |
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d)
Un balance para el conjunto de las actividades productoras de bienes
A diferencia de lo sucedido a lo largo de la década pasada, en la que los ajustes
nominales estaban fuertemente restringidos por la estabilidad de los precios, los
movimientos de las variables nominales ocurridos desde la salida de la convertibilidad han
permitido efectuar ciertos ajustes en las ecuaciones de ingresos y costos de algunas
empresas y ramas industriales.
De esta manera comienza a observarse un cierto proceso de recomposición de los márgenes
de utilidad en algunos sectores, fenómeno que refleja tanto la capacidad relativa de los
mismos para trasladar a precios -aunque sea parcialmente- el efecto de la devaluación,
como el grado de variabilidad efectiva de sus costos.
Así, mientras que para el conjunto de los sectores productores de bienes los ingresos
unitarios promedio por ventas mayoristas internas han mejorado en un 115% en el año 2002,
sus costos no financieros (que incluyen insumos locales, salarios, impuestos al trabajo e
insumos importados) han crecido en un 87%. De este modo, la rentabilidad unitaria promedio
para el conjunto de los sectores productores de bienes ha mejorado en unos 28 puntos. |
(1)
Artículo publicado en “Síntesis de la economía real”,
revista del Centro de Estudios para la Producción (CEP) del Ministerio de la Producción,
Nº 39, Buenos Aires, marzo de 2003. |