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Las condiciones macroeconómicas de la Argentina obligan a
pensar y planificar el desarrollo del comercio exterior de una manera más sistémica que
en el pasado, ya que la necesidad de incrementar el volumen y monto de nuestras
exportaciones, aumentar su valor agregado, diversificar mercados, resulta hoy
imprescindible.
Existen dos grandes líneas de hábitos alimentarios en el mundo: fast food,
que es en general, masiva; y la vinculada a la especialidad, a lo
regional y artesanal, más adecuada a la pequeña y mediana empresa. Trabajar con
productos de especialidades en función de un mercado cada vez más segmentado, con gustos
y con preferencias diferentes, es una de las opciones. Lo importante es la llegada del
producto como insumo intermedio o final a la góndola, y la capacidad de compra final del
consumidor. Para esto es preciso tener en cuenta hábitos de consumo y costumbres de
compra. Es decir, testear los distintos países que registran una tendencia creciente
hacia los productos naturales, frescos, sanos, que sumen algún componente en cuanto a
satisfacción de determinadas necesidades.
Respecto de las Pymes, éste es el camino más viable y para ello se requiere montar
capacidades que respondan a exigencias de mayor gerenciamiento y calidad, tanto en lo que
se refiere a procesos productivos como de comercialización. No se trata de entregar todo
al acopiador y que éste lo exporte. En general se debe ocupar todo el proceso de la
cadena de valor. Desde la Subsecretaría proveemos el proyecto de Promoción de
Exportaciones, que genera asistencia técnica, asesoramiento, investigación de mercado y
acercamiento de confrontación entre compradores y vendedores.
Varios elementos deberían servir como criterio de selección de sectores y de grupos.
Uno, es que sean bienes demandados internacionalmente y para ello se realizan estudios de
mercados, dentro de los cuales se debe focalizar, en particular y estrictamente, en la
demanda: tipos de demandas, tendencias y prospectivas de las mismas, canales
comerciales a utilizar, posicionamiento, packaging, etcétera.
Es necesario profundizar la democratización del proceso exportador. Hay una deuda
pendiente que es sumar a las PyMEs. No se trata de operar en contra de los distintos
actores. Es preciso apoyar a los exportadores y colaborar con ellos, al tiempo que se
integra a las pequeñas y medianas empresas. Las condiciones macroeconómicas de la
Argentina obligan a pensar y planificar el desarrollo del comercio exterior de una manera
más sistémica que en el pasado. Las políticas públicas actuales impartidas desde el
Estado hacia las Pymes, propician no sólo la generación de empleo, sino también un
criterio de ocupación espacial del territorio que apunta a que este desarrollo no sólo
quede vinculado a las áreas urbanas, especialmente de la Pampa Húmeda y el Gran Buenos
Aires, sino que se convierta en un gran generador de ocupación de mano de obra en todo el
país. Estas producciones pueden revitalizarse, y si bien aunque no tendrán un gran peso
de consideración en el crecimiento del PIB o en la balanza de pagos, generarán puestos
de trabajo directos e indirectos, y contribuirán a rehabilitar poblaciones que se debaten
entre el ser y no ser. Las exportaciones generadas por empresas de menor tamaño también
parecen contar con importantes ventajas relativas vis a vis las más grandes, en relación
a la creación de puestos de trabajo.
Este proceso de cambio en los mercados enfatiza la interacción entre el Estado y el
sector privado en diferentes aspectos, conformando un paquete de medidas y
acciones sinérgicas. Además, estos programas demandan recursos, planificación,
capacidad de gestión y continuidad temporal. En un mundo en continuo cambio, nunca se
llega a conquistar en forma definitiva una posición. La misma debe ser permanentemente
defendida y fortalecida.
La posibilidad de lograr este objetivo obliga a trazar un diseño bien articulado entre
las diferentes áreas e instituciones públicas y privadas, que brinde al sector
financiero la oportunidad inmejorable de tener una actitud más proactiva. Se deberá
instrumentar un conjunto de actividades para desarrollar, asistir e incrementar las
exportaciones.
En Italia y España, para tomar dos casos exitosos, el desarrollo de pequeños y medianos
emprendimientos, ha impulsado unidades de gran eficiencia productiva, de alta calidad en
sus productos, y de excelente manejo gerencial. Las PyMEs de esos países se han
especializado en nichos de mercado, dejando a las grandes empresas la
producción masiva. Asimismo, muchas de ellas se han convertido en proveedores de las
mismas.
La posibilidad de utilizar los recursos naturales y los insumos básicos en cadenas
productivas con mayor valor agregado, transitando el mundo de los productos diferenciados,
es una alternativa que permitiría insertar a las PyMEs en sectores individualizados. Este
avance sólo se puede generar a partir de una fuerte articulación entre la base primaria
y los servicios técnicos de apoyo a la producción, comercialización, distribución,
logística, transporte e industria.
La Argentina tiene mucho que trabajar en lo que a calidad y su aseguramiento se refiere ya
que, producto del post acuerdo en la Ronda Uruguay del GATT, y todas las discusiones en el
seno de la OMC para una mayor liberalización del comercio y producción agropecuaria, los
países, especialmente de la UE, han impuesto normas mucho más exigentes y estrictas
respecto a la calidad y seguridad alimentarias. Estas exigencias limitan o impiden el
acceso a los mercados. En este sentido, en la Subsecretaría estamos trabajando en todo lo
que se refiere al ordenamiento y eficiencia del Sistema Nacional de Control de Alimentos.
El sector agroalimentario participa en más del 50% de las exportaciones nacionales. Las
características especiales de los alimentos argentinos permiten construir identidad con
relación a la demanda de los consumidores del mundo. Fundamentalmente, la naturalidad,
frescura, no contaminación y la calidad se identifican con algunos productos argentinos
como, por ejemplo, carnes y vinos. La presencia del sector
agroalimentario en todo el territorio nacional, acompañado por la experiencia de mucha
gente sobre el tema y la ubicación en contraestación del hemisferio Norte, permite
construir mayor competitividad y precios para una amplia gama de productos. La necesidad
de innovación en el sector agroalimentario abarca a los productos, los procesos
productivos, comerciales, y a las políticas que llevan a la reactivación del mercado
laboral con auténticas acciones de inclusión, traducidas en cadenas de mayor trabajo,
consumo, producción y comercialización.
Incrementar las exportaciones, particularmente de productos diferenciados y con valor
agregado, no es una tarea de resultados instantáneos. Alcanzar este objetivo requiere una
acción coordinada y consensuada de todos los actores, tanto en el sector público como en
el privado.
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Extracto del artículo de Claudio Sabsay, publicado en Revista del Encuentro para un
nuevo modelo argentino, Nº 7, año 2, Buenos Aires, agosto de 2003. |
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