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Las nuevas condiciones cambiarias por las que atraviesa la
economía argentina desde mediados de 2002 han generado un mejor horizonte para la mayor
parte del sector exportador argentino, tanto en términos de productos y de empresas con
posibilidades exportadoras, como de posibles mercados de destino.
No obstante ello y aún suponiendo la estabilización del tipo de cambio real en un nivel
similar al actual (un 50/60% más alto que el promedio de los '90), es preciso tener en
cuenta que las posibilidades de una expansión sostenida y sustentable de la capacidad
exportadora se encuentran condicionadas por la dotación de recursos físicos, la oferta
de infraestructura y la existencia de factores productivos aptos para la producción de
bienes transables-exportables.
Sin perder de vista la relevancia de las cuestiones vinculadas con el ciclo de la demanda
externa y el acceso a mercados (identificación de nichos relevantes para los exportadores
argentinos, mejora en condiciones arancelarias para el ingreso a determinados mercados,
desarrollo de actividades promocionales, etc.), los temas vinculados con la mejora
cuantitativa (ampliación y modernización de la actual capacidad productiva vía
inversiones, tecnología y mejoras en la productividad) y cualitativa (mejor articulación
hacia adentro de las cadenas productivas, reducción de costos internos, incremento de la
productividad de los factores, etc.) de la oferta exportable adquieren una creciente
relevancia, tanto a los efectos de contribuir a transabilizar bienes que
actualmente son sólo potencialmente transables (entre ellos, buena parte del segmento
PyME), como para generar mayores posibilidades de inserción exportadora.
De este modo, tanto las mejoras en las condiciones de acceso a mercados externos para
productos que ya forman parte de la oferta exportable nacional, como la detección de
nuevas oportunidades de negocios vinculados con la exportación cobran especial relevancia
en tanto y en cuanto sean entendidas como medios para facilitar la atracción y el
desarrollo de nuevas inversiones en sectores transables-exportables.
En este marco y con el viento a favor que se deriva de los nuevos precios
relativos post-Convertibilidad (sustancialmente más propicios para el desarrollo de los
sectores transables y/o intensivos en trabajo que los prevalecientes a lo largo de los
'90), el actual nivel de exportaciones (u$s 25.400 millones para 2002, con una estimación
de u$s 29.000/30.000 millones para 2003, podría efectivamente incrementarse en los
próximos años a partir de la recuperación de posiciones perdidas en mercados regionales
durante la última parte de los años 90, de un mejor uso de la capacidad productiva
instalada, de la maduración plena de inversiones e innovaciones desarrolladas en años
precedentes, e incluso de un mejor aprovechamiento de algunos recursos naturales.
Pero aún en un escenario de este tipo, o suponiendo que no se produjeran cambios
importantes en los precios internacionales de las principales commodities
exportadas por Argentina, no parece muy plausible suponer que dichos factores podrían por
sí mismos inducir un despegue sustentable en las ventas externas mucho más allá de los
u$s 30.000/32.000 millones anuales.
En ese sentido, y más allá del importante aporte que el sector externo puede efectuar a
fines de acelerar y consolidar el actual proceso de reactivación económica, el mejor uso
de las capacidades productivas existentes y la recomposición del tejido microeconómico
(fortalecimiento de las redes locales de clientes y proveedores de grandes firmas,
desarrollo de eslabones ausentes de las cadenas de valor, mejora en la articulación
productiva y comercial interempresarial, etc.) la Argentina no parece tener hoy en día
muchos más bienes para exportar que los que ya exporta, cualesquiera sean el tipo de
cambio real y las políticas comerciales propias y de los principales socios comerciales.
Dicho de otro modo, si las exportaciones argentinas representan actualmente el 0,4% de los
intercambios mundiales (y aún menos en el segmento de las manufacturas), resulta por
demás evidente que las oportunidades (o los mercados potenciales) para incrementar
sustancialmente dichos montos, existen. Y que más allá de algunos
sectores y mercados específicos -fundamentalmente en el sector agropecuario-, los
obstáculos a la expansión de nuestras ventas externas están mucho más vinculados a las
restricciones o debilidades de la oferta propia, que a problemas en el lado de la demanda.
Paralelamente a ello, mientras que la existencia de rigideces del lado de la oferta limita
fuertemente la posibilidad de una expansión cuantitativamente relevante de las ventas
externas, el terreno parece presentarse más favorable en el campo de algunas ramas del
segmento PyME industrial y agroindustrial. Y si bien el impacto macroeconómico esperado
de un fenómeno de este tipo sería sin dudas limitado, su contribución al mejoramiento
cualitativo del patrón exportador nacional -tanto en términos de generación de empleos
e innovación tecnológica como de distribución del ingreso y de fortalecimiento del
tejido microeconómico- no debería ser menospreciado.
En cualquier caso, la negociación de mejoras en las condiciones de acceso a mercados
externos para productos nacionales puede ser un esfuerzo en vano, si en paralelo a ello no
se generan las capacidades productivas necesarias para poder aprovechar eficaz y
sostenidamente tales posibilidades -que por otra parte, tienen de corriente un costo
en materia de reciprocidad arancelaria o comercial-.
En ese marco, y más allá del balanceo de sus limitaciones, debilidades y fortalezas
-cuestión que ameritaría un trabajo específico-, si el saldo exportador de
mediados/fines de los '90 fue una consecuencia directa de la oleada de inversiones
generada en los años precedentes, el agotamiento de dicho impulso hacia fines de la
mencionada década genera un claro signo de interrogación respecto del futuro inmediato
del sector externo argentino, cualesquiera sean las políticas cambiaria y comercial.
En este sentido, diseñar y desarrollar políticas tendientes a generar un ambiente
propicio para la inversión y la identificación de oportunidades de negocios vinculados
con los mercados externos en nuevos o viejos sectores dinámicos,
aprovechando a tal efecto las nuevas posibilidades que se derivan tanto de los precios
relativos post-Convertibilidad como de las capacidades microeconómicas generadas a lo
largo de las décadas pasadas, aparece como el gran desafío para los próximos años, en
su carácter de condición necesaria para lograr un nuevo salto exportador.
A este respecto, pocas dudas existen acerca de que si la salida de la Convertibilidad ha
implicado algunos beneficios ex ante en materia del aumento de la
competitividad-precio para algunos sectores, las asignaturas pendientes en el plano de la
gestación de un nuevo clima favorable a la inversión, a la toma de
decisiones estratégicas por parte de los agentes, al desarrollo de redes microeconómicas
y a la innovación tecnológica, tanto en el plano macroeconómico como en los temas
vinculados a la calidad de los bienes públicos y la estabilidad de las reglas de juego
son aún numerosas.
(1)
Extracto del artículo de Gustavo Svarzman y Ricardo Rozemberg, publicado en Boletín
Informativo Techint 313. |
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