Informe Económico de Coyuntura

Nº 245 - Septiembre 2004 - AÑO 23

 TEMAS DE ACTUALIDAD

Argentina, el FMI y la crisis de la deuda (1)

Argentina, el FMI y la crisis de la deuda (1)

El objetivo del presente número de Análisis es evaluar críticamente la experiencia de Argentina en sus relaciones con el Fondo Monetario Internacional tras el derrumbe de la convertibilidad. Dicha evaluación se hizo sobre la base de analizar el papel del Fondo a lo largo de todo el proceso desencadenado por la crisis de la deuda y su posición en el proceso de reestructuración de las obligaciones externas de la Argentina. En particular se indagaron la puesta en práctica del llamado nuevo paradigma de usar fondos públicos para rescatar inversiones de riesgo del sector privado, los errores de pronóstico, en las recomendaciones de política y en el diagnóstico del organismo, la imposición de condicionalidad en materia de reformas estructurales por parte del FMI y la adaptación del organismo a la situación particular de cada país.

A partir de las crisis de la deuda en diversos países desde principios de los años ochenta y particularmente durante la década del 90, tanto el FMI como el Tesoro norteamericano impulsaron un rol bastante activo para las Instituciones Financieras Internacionales (IFIs) como prestamistas de última instancia, en una estrategia para minimizar los daños, que se transmitían entre países a través del efecto "contagio". Luego del año 2000 y con el fracaso de las distintas estrategias frente a la deuda, se modificó el esquema de salvatajes que había generado incentivos "perversos", siendo la Argentina el caso testigo de este nuevo enfoque.

En este nuevo contexto, el FMI y el resto de las IFIs no están prestando fondos frescos sino que además reclaman la reducción de su exposición crediticia, reduciendo significativamente el margen de maniobra disponible para llegar a un acuerdo que minimice los costos para el país y sus acreedores. Esta circunstancia, sumada a las particularidades del derrumbe de la convertibilidad, hacen que la reestructuración de la deuda tenga características mucho más restrictivas que las verificadas en otros episodios.

Resulta claro que la utilización del "nuevo paradigma" por parte de las IFIs y del Tesoro de EE.UU. no es tan generalizada como la retórica oficial reclama y que existen criterios "ad-hoc" por los cuales se favorece relativamente a algunos países. Esto no debe ser entendido como un pedido encubierto de fondos, sino que todo por el contrario, la intención actual de las autoridades argentinas consiste en reducir su exposición con el FMI en la medida que las posibilidades fiscales y financieras lo permitan.

Un importante aspecto a determinar es si la actitud del FMI frente a las negociaciones de reestructuración de deuda de la Argentina con sus acreedores privados, es constructiva en virtud de que contribuya a minimizar los costos para ambas partes. Es evidente que a un deudor soberano en problemas le conviene lograr que entre los acreedores privados haya un amplio grado de aceptación de la oferta de reestructuración de deuda. Aunque esto no debe tomarse como criterio fiable para evaluar "buena fe".

Si bien es favorable que haya un amplio grado de aceptación de la oferta de reestructuración de la deuda, esto sólo es conveniente si la oferta es consistente con la capacidad de pago del país, siendo la única solución sostenible la de llegar a un acuerdo de reestructuración que le permita al sector público del país deudor vivir con sus propios recursos durante un plazo considerable. Una propuesta de reestructuración producto de presiones y poder de negociación desigual no será compatible con la sostenibilidad de mediano y largo plazo. En este sentido, resultaría una postura contradictoria tratar de evitar que se utilicen fondos públicos para rescatar a acreedores privados y por otro lado, presionar para obtener una oferta de reestructuración de una generosidad incompatible con el progreso de un país.

Con relación a la actuación del FMI luego de acontecido el abandono formal de la convertibilidad, la evidencia empírica muestra que durante el transcurso del crítico año 2002, el organismo incurrió en una severa equivocación en el diagnóstico de la crisis, lo que lo llevó a cometer gruesos errores de pronóstico y recomendaciones de política inadecuadas.

Asimismo, y ya más con una visión de futuro, resulta altamente cuestionable que el FMI imponga condicionalidades estructurales en sus programas, exigiendo medidas que van más allá de las atribuciones del gobierno en un régimen republicano (por ejemplo, actos concretos del Congreso, las provincias o los tribunales) y cuyo resultado final puede ser opuesto al efecto que originalmente se esperaba.

Quizás la conclusión central que puede desprenderse de nuestra experiencia más reciente es que el cuerpo técnico del Fondo no parece estar totalmente preparado para hacer frente a una situación en la cual una crisis de gran magnitud haya estallado y por lo tanto, parecería necesario dar mayor margen de acción a las autoridades nacionales para formular e instrumentar las medidas de política económica necesarias para hacer frente a una crisis de gran magnitud.

(1) Resumen ejecutivo del informe homónimo del Ministerio de Economía y Producción, Buenos Aires, julio de 2004.