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Conclusiones y recomendaciones de política
Resumiendo la evidencia aquí presentada, podemos decir que ella no sugiere que la
inversión extranjera directa (IED) sea una panacea para el crecimiento ni para mejorar
generalizadamente el desempeño empresario en la Argentina, tal como tendían a suponer,
explícita o implícitamente, los sostenedores del llamado Consenso de Washington, que
inspiró la ola de reformas de los '90. Sin embargo, tampoco avala la percepción
mayoritariamente negativa hacia la IED que se ha extendido en los últimos años.
Los impactos macroeconómicos de la IED no han sido significativos, ya que su efecto sobre
el crecimiento del PBI no fue positivo ni negativo. Esto no sorprende a la luz del hecho
de que muchos de los estudios más recientes realizados sobre el tema por diversos autores
para otros países/regiones apuntan en la misma dirección. En contraste, los impactos
microeconómicos y sociales de la IED parecen haber sido más fuertes, aunque con signos
heterogéneos, tal como surge del siguiente resumen de la evidencia discutida en este
trabajo.
1. Las filiales de empresas transnacionales (ET) son más
productivas y comercian más (tanto en valores absolutos como en proporción a las ventas)
que las firmas locales.
2. Las adquisiciones de empresas locales por parte de firmas extranjeras no
tuvieron efectos sobre el nivel de gastos en investigación y desarrollo (I&D) de las
firmas adquiridas, pero aumentaron la probabilidad de que estas últimas introduzcan
nuevos productos y/o procesos.
3. La IED no ha generado derrames, ni positivos ni negativos, para las
firmas locales, con dos excepciones: a) las firmas locales con altas capacidades de
absorción recibieron derrames positivos de la presencia de ET en su mismo sector; b) las
firmas proveedoras de sectores en donde se ha profundizado la presencia extranjera
incrementan su probabilidad de lanzar nuevos productos o procesos al mercado. Ello puede
ser interpretado en el sentido de que las firmas locales necesitan mejorar sus activos
tecnológicos para poder convertirse en proveedores de las ET.
4. Contrariamente a lo que muchas veces se supone en la Argentina, no se
encuentra evidencia de que el empleo total haya aumentado (o disminuido) como resultado de
la adquisición de una firma doméstica por parte de inversores extranjeros. Lo mismo
ocurre con los salarios. Sin embargo, estas adquisiciones tuvieron un impacto en la
composición del empleo, ya que incrementan la participación del empleo calificado en el
empleo total.
5. La presencia de IED tuvo un impacto positivo en el diferencial salarial
para los trabajadores calificados, por lo cual contribuyó a incrementar la brecha con los
ingresos de los trabajadores no calificados.
En resumen,
estos resultados parecieran sugerir que los inversores extranjeros han transferido inputs
(como tecnologías de organización y producción) a las firmas adquiridas, lo cual les
permitió lanzar nuevos productos, incrementar su productividad laboral y comerciar más
con el exterior, para lo cual no fue necesario incrementar el nivel de las actividades de
I&D en las empresas compradas, ya que las filiales de ET pueden acceder a las
tecnologías disponibles en sus respectivas corporaciones. Los derrames de estos procesos
hacia las firmas locales, en tanto, han sido limitados y heterogéneos, dependiendo
fundamentalmente de las capacidades de esas firmas y sus posibilidades de vincularse con
las filiales extranjeras.
A su vez, la IED no parece haber generado per se desempleo, aunque sí puede haber
contribuido al incremento en la desigualdad de la distribución del ingreso. Sin embargo,
es probable que el impacto de la IED sobre la inequidad haya sido inferior al de otros
factores, tales como la liberalización comercial, el desigual acceso a la educación o el
desempleo.
Nuestra lectura de lo hasta aquí discutido puede resumirse del siguiente modo: la
Argentina perdió la oportunidad de obtener mayores beneficios del masivo ingreso de IED
durante la última década y media. Es indudable que mayores estudios son necesarios para
precisar mejor nuestra comprensión de los impactos de la IED, y en particular para
analizar en qué medida ellos son diferentes a los aquí comentados una vez que el
panorama macroeconómico del presente es muy distinto del de los '90.
En este punto, es interesante señalar que, a diferencia de lo que ocurría en los años
'90, donde las políticas para promover la competitividad y la innovación habían sido
relegadas a un plano secundario (o se suponía que se identificaban con las reformas
estructurales de aquella década), en años recientes se observa un saludable retorno de
la discusión acerca de si dicho tipo de instrumentos tiene un lugar en la agenda de los
países en desarrollo.
En primer lugar, diremos que los impactos de la IED dependen en buena medida de las
capacidades de las firmas locales para competir con las filiales extranjeras, beneficiarse
de los derrames que ellas puedan generar o vincularse con dichas filiales como proveedoras
o subcontratistas. En consecuencia, las políticas tendientes a fortalecer las
competencias de las empresas locales -en particular las PyMEs- y ayudarlas a vincularse
con las filiales de las ET son una parte importante de la agenda tendiente a aumentar los
beneficios percibidos por el país a partir de la masiva presencia de IED en el
territorio.
En segundo lugar, los esfuerzos de política en materia de atracción de IED deben
focalizarse no tanto en la cantidad como en la calidad de las inversiones. Por ejemplo, en
los '90 la IED fue mayoritariamente market-seeking y se materializó predominantemente a
través de FyA. Al presente, sería necesario que las actividades de promoción de la IED
se dirijan a atraer más inversión greenfield y a que las filiales extranjeras en el
territorio argentino no sólo apunten a explotar el mercado local, sino también a
integrarse en cadenas de valor globales y a formar parte de estrategias corporativas
buscadoras de eficiencia -sin descuidar, para no asemejarse a las operaciones de maquila o
similares típicas de México o América Central, los vínculos con proveedores,
universidades y otros agentes locales-.
Para que este objetivo último se cumpla, es importante pensar en instrumentos tales como
programas de desarrollo de proveedores, que permitan incrementar el contenido local de la
producción de las filiales extranjeras sin que dicha producción pierda competitividad.
Incluso, algunos de esos proveedores locales podrían convertirse en global suppliers de
las respectivas corporaciones. En tanto, también sería relevante estimular a las
filiales de ET a desarrollar más actividades de innovación a nivel local, tanto in house
como en vinculación con universidades, laboratorios, etc. -para esto, por ejemplo,
podría pensarse en una política de incentivos fiscales, tal como existe en algunos otros
países (un caso cercano es Brasil)-.
Finalmente, debe quedar claro que las ET no son un substituto de una clase empresarial
local poderosa. Hay muy pocos casos de estrategias exitosas de desarrollo lideradas por
las ET (Singapur, Irlanda), y esos éxitos se dieron bajo circunstancias muy específicas
y difíciles de replicar. Los grandes grupos empresarios argentinos, salvo algunas
excepciones, recorrieron una trayectoria de achicamiento en los últimos años, lo cual
llama a la necesidad de generar las condiciones para que surja una nueva elite empresaria
doméstica, la cual, como muestran muchos casos de desarrollo industrial tardío (e.g.
Corea, Japón) puede jugar un rol crucial en materia de desarrollo tecnológico,
generación de eslabonamientos o inversiones en nuevos sectores. Nivelar el campo de juego
con las filiales de las ET puede ser un primer paso para la construcción de esa nueva
elite. Esto podría lograrse, por ejemplo, mediante la introducción de mecanismos de
crédito o financiamiento hoy no disponibles localmente. Si bien éste es un tema para
otro artículo, el mensaje final sería entonces que además de potenciar los impactos
positivos de la IED, y aminorar sus costos, la agenda incluye la necesidad de estimular la
consolidación de un grupo de grandes firmas locales que puedan co-liderar el tránsito
hacia un sendero de desarrollo sostenible en el tiempo para nuestro país.
(1) Extracto del estudio de Andrés López y Eugenia Orlicki, publicado en
Boletín Informativo Techint Nº 323, Buenos Aires, mayo-agosto 2007. |
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