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Informe Económico de Coyuntura |
Nº 281 - Diciembre 2007 - AÑO 26 |
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La política económica del nuevo gobierno |
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Concretado el triunfo electoral del
oficialismo y la confirmación de varios integrantes del actual gabinete en el nuevo
gobierno, tiende a consolidarse la percepción sobre la continuidad de las principales
políticas públicas en el futuro próximo. No obstante, el cambio en la conducción
económica plantea algunos interrogantes específicos.
El diagnóstico económico fundamental, sin embargo, es que no se visualiza una
situación de crisis o de alteración significativa de los principales
equilibrios macroeconómicos. Se observa, desde luego, la existencia de ciertos problemas
específicos que deberán ser enfrentados con decisiones e instrumentos particulares, pero
siempre en el marco de un gradualismo temporal y sin apelar a políticas de shock.
En consecuencia, la primera definición significativa se orienta a
preservar -y si es posible fortalecer- los pilares básicos del ordenamiento económico,
involucrando en ello las áreas fiscal, externa, monetaria y cambiaria. En tal sentido, el
futuro ministro de Economía ha sido reiteradamente muy enfático en señalar el daño que
la volatilidad macroeconómica ha producido a lo largo de la historia económica
argentina.
En consonancia con dicho criterio, las primeras manifestaciones oficiales se orientan a
reconocer la necesidad de incrementar el superávit fiscal, concepto que
sufrió una importante disminución -sin considerar los traspasos al sistema jubilatorio
de reparto- durante el corriente año, por la fuerte expansión del gasto público. Por
cierto, la reciente decisión de aumentar las retenciones a la exportación de soja,
maíz, trigo, petróleo y sus derivados incrementará la recaudación tributaria durante
2008, en un monto que puede estimarse en el orden de los $ 8.000/10.000 millones y
contribuirá a mejorar los números fiscales.
De todas maneras, será necesario reducir el ritmo de expansión del gasto
público a un nivel inclusive inferior al incremento de la recaudación
tributaria y en tal sentido, será importante observar la evolución de los haberes
jubilatorios, de la obra pública y de los subsidios a la energía, al transporte y a los
combustibles. En el caso de estos últimos -que crecieron alrededor de 50% en 2007- no se
prevén significativos incrementos para el próximo año, lo que estaría indicando la
posibilidad de una recomposición tarifaria.
Otro tema de indudable significación está constituído por la trayectoria y magnitud del
proceso inflacionario; esto es, por aspectos que involucran tanto a la evolución futura
de los indicadores de precios como a la confiabilidad de las cifras oficiales
suministradas por el Indec.
Al respecto, las futuras autoridades han planteado la necesidad de convocar a una mesa de
acuerdos o concertación entre el Estado y los principales actores institucionales de la
actividad económica. En dicha mesa de acuerdos la agenda temática puede incluir tanto
temas de corto como de mediano y largo plazo, pero en lo inmediato el desafío
principal consiste en acordar los mecanismos que permitan garantizar una tendencia
descendente del proceso inflacionario.
En tal sentido, la determinación de una pauta de aumento salarial nominalmente
decreciente -pero que permita mejorar el salario real- constituye un punto relevante en la
conformación de la política antiinflacionaria. Tal propósito requerirá, sin duda, de
algún acuerdo de naturaleza política, pero para ello es condición necesaria recuperar
la certidumbre sobre las mediciones oficiales de la inflación. La instalación de un
nuevo gobierno y la modificación de la base de ponderaciones para el cálculo de los
índices de precios que efectuará próximamente el Indec, pueden constituir un contexto
apropiado para despejar las dudas al respecto.
Por cierto, el crucial objetivo de garantizar el crecimiento productivo sin
presiones inflacionarias crecientes, también está asociado al incremento de la
inversión pública y privada y a mejoras en la productividad de la economía. En tal
caso, los mecanismos para promover la inversión -financieros, fiscales, etc.-, la
incorporación de tecnología y la capacitación laboral, también podrían ser parte
integrante de un eventual acuerdo social.
En definitiva, cabe prever la continuidad de los principales elementos que conforman la
política económica actual y un mayor énfasis para enfrentar la problemática
inflacionaria y la recuperación de una creciente solvencia fiscal. Además, es muy
factible que adquieran mayor relevancia las políticas específicas, de sintonía
fina, más vinculadas con la microeconomía que con la macroeconomía. En tal
dirección pueden orientarse, por ejemplo, decisiones relacionadas con la financiación a
las pequeñas y medianas empresas, la conformación de cadenas productivas y la promoción
de actividades con alto contenido tecnológico. |
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Efectos de la burbuja inmobiliaria |
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La crisis financiera desatada a fines de
julio a partir del debilitamiento de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos ha
continuado desplegándose y profundizando, lo cual se evidencia a nivel internacional en
la alta volatilidad que vienen mostrando los mercados financieros
-monetarios, cambiarios, bursátiles y productos derivados a futuro- y de otros activos
como el petróleo y el oro, bajo la influencia de una fuerte incertidumbre.
En la base de esta crisis y su desarrollo, aparece como un factor explicativo la tendencia
creciente de los stocks y movimientos financieros globales hacia su
aumento, su difusión y su complejidad, en el marco de una también creciente autonomía
ante los escasos marcos regulatorios.
En este sentido, últimamente el subsecretario de Finanzas nacionales de Estados Unidos
subrayó la necesidad y la urgencia de reformar la estructura regulatoria de los mercados
financieros del país -tarea que ya habría sido encarada antes de la crisis-, para lo
cual se tratará de adaptar a la creciente complejidad de los mismos.
El anterior auge del mercado estadounidense de inmuebles, con un sostenido y fuerte
crecimiento del crédito hipotecario, de los precios de las viviendas y de su
construcción, fue conformando una burbuja inmobiliaria que
aparecía como una moderna fiebre del oro que garantizaría a los diversos
actores ganancias crecientes.
Como toda burbuja, su posterior desaceleración y reversión de la tendencia
dio paso a la crisis -prevista por muy pocos-, a cuyo desarrollo se está asistiendo
actualmente. Durante los meses recientes y hasta el presente, las tendencias
estadounidenses en materia de vivienda fueron claras, ya que disminuyeron las ventas, los
precios, los permisos de construcción y la confianza de los constructores, a la par que
se mantuvieron altos los inventarios.
En este contexto, el mercado de crédito hipotecario se viene
desenvolviendo en condiciones críticas, esperándose -para el resto de 2007 y 2008- que
continúe el alza de las tasas de interés respectivas. El consiguiente incremento de los
servicios de la deuda impulsa la consecuente suba de los niveles de morosidad y de
incobrabilidad de los préstamos -especialmente en el segmento de baja calificación
(subprime)-, lo cual derivará en la ejecución de una gran masa de deudores.
Adicionalmente y para obtener más fondos para ampliar los préstamos, las entidades
financieras habían titulizado (securitizado) sus
créditos hipotecarios, cuyos papeles eran vendidos a su vez a otras entidades o agentes
financieros, lo cual explica en buena parte la extensión de la crisis al depreciarse
fuertemente esos títulos.
Como resultado de lo expuesto, se generaron cuantiosas pérdidas en las
principales entidades financieras a nivel internacional -incrementadas por el elevado
nivel de apalancamiento-, así como una notable reducción de la liquidez
de las entidades, lo cual derivará en una significativa contracción del crédito
al menos en la economía de Estados Unidos.
Para afrontar la crisis, la Reserva Federal estadounidense y el Banco Central
Europeo vienen prestando una inmensa cantidad de fondos a las entidades
financieras, arriesgándose a ser acusados de un salvataje a quienes tomaron equivocadas
decisiones financieras.
A principios de noviembre, el titular de la Reserva Federal consideró como probable que
se intensifique la contracción del sector inmobiliario durante los próximos trimestres.
Esto tendería a agravar el declinante ritmo de actividad del sector de la construcción
residencial.
Además del negativo efecto de la elevada incertidumbre sobre el nivel de la inversión,
a nivel macroeconómico preocupa la evolución del consumo privado,
principal motor de la economía estadounidense, el cual se vería afectado por la baja del
ingreso disponible, la reducción de la riqueza acumulada, una mayor propensión al
ahorro, la contracción del crédito y también los mayores precios de los combustibles.
De todos modos, en general no se asigna la mayor probabilidad a la entrada de Estados
Unidos en una recesión económica. En este sentido, el titular de la autoridad monetaria
estima que en 2008 habrá una desaceleración, pero la tasa de
crecimiento económico tendrá signo positivo. Al respecto, la Reserva Federal ha
corregido sensiblemente a la baja sus previsiones para 2008, que ahora apuntan a una tasa
de crecimiento de entre 1,8% y 2,5%. |
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