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Con la modificación en la paridad cambiaria y el impulso de
la demanda internacional de los productos exportados por la Argentina -que se tradujeron
en una mayor competitividad precio de la economía-, nuestro país evidenció en los
últimos años un proceso de fuerte crecimiento económico que devino en una sensible
generación de empleo y reducción de la pobreza.
Sin embargo, el diagnóstico "estructural" no se ha modificado en el nuevo
contexto: como saldo de décadas de apreciación cambiaria, liberalización y apertura, la
Argentina ha tendido a desarticular su aparato productivo y su vinculación comercial con
el resto del mundo, exportando fundamentalmente productos primarios e insumos básicos e
importando bienes de medio-alto y alto contenido tecnológico.
Bajo el nuevo esquema macroeconómico se han ganado importantes grados de libertad para la
instrumentación de políticas económicas, estableciéndose en parte las condiciones
necesarias, aunque no suficientes, para avanzar en un sendero de desarrollo industrial e
integrado.
Las características del crecimiento actual y la estabilidad del entorno macroeconómico
previsto en el mediano plazo instan a combinar el proceso de crecimiento con la
rearticulación productiva y la conformación de una sociedad integrada social y
regionalmente. Este desafío involucra necesariamente el diseño e instrumentación de un
plan estratégico, y en pos de aportar al mismo, se entiende que la elección de ciertos
sectores como motores del crecimiento resulta fundamental.
El eje en la competitividad puesto en el trabajo, encuentra su razón en el hecho de que
modificar la canasta exportadora hacia bienes con mayor contenido tecnológico y valor
agregado, diversificando productos y destinos, es considerada una condición sine qua non
para avanzar en senderos de crecimiento de todos los sectores, sin toparse con la brecha
externa, provocando efectos positivos sobre el resto de la economía que superen
ampliamente al beneficio de los sectores exportadores.
Además, en un contexto de apertura en los mercados, obtener ganancias de competitividad
puede permitir profundizar procesos de sustitución de importaciones, mejorando las
capacidades para enfrentar a la competencia importada por atributos no precio (marcas,
servicios post-venta y calidad, entre otros).
De este modo, concentrándonos en la actividad industrial, identificamos en un primer
grupo a aquellos rubros en los que el país ya es competitivo, los cuales se
basan fundamentalmente en la explotación de recursos naturales y presentan escaso
dinamismo tecnológico (alimentos, cueros, madera, combustibles y productos de hierro y
acero). En este caso, consideramos que los esfuerzos de política pública deberían
orientarse a incrementar el valor agregado mediante la diferenciación de producto, los
encadenamientos y las externalidades generados por estas actividades fronteras adentro,
procurando maximizar los efectos de tracción derivados de su éxito competitivo.
A su vez, identificamos en un segundo grupo a ciertos rubros que
incorporan un mayor contenido tecnológico que los incluidos en el agregado anterior, y
que, aunque aún no son competitivos en términos internacionales, han avanzado en este
terreno desde la devaluación (Sustancias químicas básicas y gases industriales,
Agroquímicos, Papel y productos de papel, Impresión y servicios conexos, Productos de
plástico, de minerales no metálicos y de caucho). Aún en ausencia de políticas
industriales relevantes que incidieran en las rentabilidades relativas -las cuales se
incrementaron en algunos casos gracias a la protección y, en otros, al estímulo a la
exportación que significó el sostenimiento del tipo de cambio-, estos rubros mejoraron
en términos de ventajas comparativas reveladas y de productividad genuina (la que deriva
del crecimiento de la producción mayor al del empleo, con creación neta de puestos de
trabajo).
El hecho de que estas actividades hayan evidenciado mejoras en materia comercial y
productiva en el nuevo contexto, insta a prever que, de instrumentarse acciones de
política industrial específicas, podrían obtenerse resultados positivos en el corto y
mediano aplazo en cuanto a desempeño en mercados de exportación, como así también
ganar capacidad de enfrentar a la competencia externa.
En tercer lugar, diferenciamos a aquellos rubros que no sólo no son
competitivos en términos de ventajas comparativas reveladas, sino que incluso empeoraron
su desempeño en este terreno en los últimos años. Aquí se incluyen el grueso de los
rubros de mayor contenido tecnológico, tales como maquinaria y bienes de capital,
aquéllos de consumo durable y la producción de vehículos.
Sin embargo, no debe derivarse de esta evidencia la postergación del impulso de ciertas
actividades de este agregado -máxime la dinámica productiva que han presentado muchas de
las mismas en los últimos años-, sino reconocerse que su desarrollo competitivo exige la
instrumentación de políticas más profundas y a mayor plazo, al tiempo que la
incertidumbre y las economías de escala que caracterizan a muchos de estos rubros exigen
una selectividad atenta.
Finalmente, reconocemos la necesidad de impulsar nuevas actividades, en
una estructura productiva como la argentina que ha sufrido una fuerte desarticulación y
desaparición de sectores, aunque el desarrollo de rubros inexistentes en el país exige
considerar las importantes inversiones necesarias para su impulso y la incertidumbre sobre
su evolución, la compatibilidad entre el tiempo requerido para avanzar en la curva de
aprendizaje para la producción de estos bienes con el ciclo de vida de los mismos, la
relación costos/beneficios sociales, entre otras; cuestiones fundamentales a considerar
al momento de elegir hacia qué nuevas actividades orientar los esfuerzos públicos.
En este sentido, es necesario complementar la identificación de rubros industriales a
promocionar de acuerdo a los indicadores de desempeño productivo interno y comercial
recientes, con otros aspectos estratégicos que procuren incorporar la mirada prospectiva
respecto de "hacia dónde va el mundo" en materia de actividades nacientes.
(1)
Extracto del trabajo de María Agustina Briner, Ariana Sacroisky y Magdalena Bustos
Zavala, del Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina (CEFID-AR),
Documento de Trabajo Nº 16, publicado en "LeoPyme", revista de la Asociación
de Bancos Públicos y Privados de la República Argentina (ABAPPRA); Buenos Aires,
agosto-septiembre 2007. |
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