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La economía argentina se ha caracterizado en
el último quinquenio por exhibir altas tasas de crecimiento; las cuales, por lo menos
hasta el año 2005 inclusive, no generaron presiones inflacionarias relevantes. La
creciente utilización de capacidad instalada ociosa y de mano de obra desocupada
permitió estimular el incremento del consumo, sin provocar tensiones importantes en la
respuesta del aparato productivo.
Sin embargo, a partir del año 2006 y muy especialmente en 2007, el consumo privado se
expandió a un ritmo muy significativo -inclusive por encima del aumento del producto
interno bruto (PIB)-, provocando en muchos casos presiones al alza de los precios
ante la falta de respuesta adecuada de la oferta respectiva.
Otro elemento que también está impactando en el comportamiento de los precios, es la
suba de las cotizaciones internacionales de nuestros principales productos de
exportación, en particular los correspondientes al rubro alimenticio. De acuerdo con el
Indice de Precios de las Materias Primas (IPMP) que elabora el Banco Central, los
incrementos interanuales a marzo del corriente año eran de 121% en el caso del trigo,
104% en el aceite de soja, 79% en el poroto de soja y 38% en el maíz.
Frente a este panorama, el Gobierno ha instrumentado diversas medidas para
contener los precios internos, tales como un aumento de las retenciones a la
exportación -en especial para soja y girasol-, restricciones cuantitativas a la
exportación, compensaciones, acuerdos de precios, etc., todo lo cual ha generado una
situación conflictiva con el sector agropecuario. Los puntos salientes del conflicto
guardan vinculación con el problema inflacionario, con la rentabilidad del sector y, más
a mediado plazo, con la instrumentación de una política agroalimenticia que tenga por
objetivo satisfacer, simultáneamente, los requerimientos del mercado interno a precios
accesibles y los de la demanda mundial con cotizaciones en ascenso.
Otro elemento que también requiere una consideración especial, es la trayectoria
seguida por el tipo de cambio real y su impacto sobre la competitividad de la economía
argentina. Distintas son las conclusiones a las que se arriba, por cierto, si la
paridad cambiaria se deflaciona por la evolución de los precios al consumidor difundida
oficialmente a través del Indec, que si se lo hace con precios creciendo bien por encima
de la inflación oficial, tal como estiman la mayoría de los analistas privados y es, en
general, la percepción de los consumidores.
En el primer caso, el tipo de cambio real multilateral -es decir, ponderado por la
participación de nuestros socios comerciales- continúa en ascenso, ayudado también por
la apreciación de la moneda de socios importantes, como son, por ejemplo, Brasil y los
países integrantes de la zona del euro. Distinta es la situación, sin duda, si la
inflación efectiva es mayor a la oficial, en cuyo caso estaríamos en presencia de un
deterioro creciente del tipo de cambio real.
Si el escenario fuera este último, la economía argentina estaría perdiendo
competitividad, circunstancia más difícil de observar en los flujos de exportación -por
la suba de los precios internacionales-, pero más visible en el comportamiento de las
importaciones, que crecieron 19% en 2006, 31% en 2007 y 51% interanual en el primer
bimestre del año en curso.
De todas maneras y dado que el proceso de depreciación cambiaria real se estaría
verificando por la aceleración inflacionaria y no por una caída del tipo de cambio
nominal, los instrumentos más adecuados para evitar la continuidad del mismo, se vinculan
más con la aplicación de una política antiinflacionaria que con la devaluación de la
moneda local. Es más, esta última opción podría ejercer una presión adicional al alza
de los precios en el mercado interno.
En última instancia, el modo más razonable de compatibilizar el combate a la
inflación y simultáneamente, mejorar la competitividad de la economía en un
contexto de depreciación de la paridad cambiaria real, es a través de un mayor
flujo de inversiones, en particular en aquellos sectores o ramas de la actividad
que presentan restricciones más sensibles para lograr aumentos de producción. En tal
sentido, el planteo oficial de analizar y diagnosticar la situación de las principales
cadenas productivas de nuestra economía, resulta un mecanismo válido cuya aplicación
debería ser profundizada. |
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De acuerdo a las estimaciones del Indec, en
el año 2007 la cuenta corriente del balance de pagos presentó un
superávit de u$s 7.210 millones, monto inferior en 6% al obtenido el año precedente.
Cabe señalar que a partir de 2002 -inversamente a los años anteriores- la cuenta
corriente ha arrojado saldo positivo, siendo esto relevante por ser un indicador básico
de la solvencia de un país.
La evolución del saldo de la cuenta corriente reflejó las siguientes variaciones
principales respecto del año anterior:
una reducción de 4% en el superávit comercial
-cuenta mercancías-, el cual fue de u$s 13.340 millones;
un incremento de 8% en el déficit de servicios, el que
ascendió a u$s 861 millones, y
una disminución de 5 % en el déficit de rentas, que
alcanzó a u$s 5.602 millones.
La baja del
superávit comercial respondió a una suba de las importaciones de 31% (principalmente por
mayores volúmenes), juntamente con un alza de las exportaciones de 20% (principalmente
por mayores precios).
Dentro del déficit de servicios, cabe señalar los egresos netos en concepto de
transportes, regalías y seguros, así como los ingresos netos de la cuenta viajes,
impulsados por el rubro de turismo.
El menor déficit de rentas se explica por un egreso neto de intereses menor en 44%,
acompañado por una salida neta de utilidades y dividendos mayor en 5%. Desde el canje de
deuda de 2005 y la cancelación de la deuda con el FMI en enero de 2006, se ha invertido
el peso relativo de los componentes del rubro, retrocediendo los intereses y aumentando
las utilidades y dividendos, representando estos últimos en 2007 un 87% del saldo total
de rentas.
Por otro lado, la cuenta financiera registró ingresos netos por u$s
5.515 millones, computando básicamente ingresos por 3.885 millones del sector público y
de 2.010 millones del sector privado.
El sector privado no financiero arrojó en 2007 un ingreso neto de u$s
1.556 millones, inferior en 10% al registrado en 2006. Dicho ingreso responde a los
ingresos de inversión extranjera directa y de préstamos comerciales y financieros,
compensados parcialmente por la formación de activos externos por parte de residentes.
Esta formación fue importante en el segundo semestre de 2007, concurrentemente con el
desencadenamiento de la crisis financiera internacional.
Como resultado de todas las transacciones realizadas (incluyendo el rubro de errores y
omisiones), durante 2007 el Banco Central aumentó sus tenencias de reservas
internacionales en u$s 13.098 millones. A fin de 2007, las mismas totalizaron u$s
46.176 millones.
BALANCE DE PAGOS (en
millones de dólares) |
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2006 |
2007 |
Cuenta corriente |
7.691 |
7.210 |
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Mercancías |
13.872 |
13.340 |
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Servicios |
- 798 |
- 861 |
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Rentas |
- 5.872 |
- 5.602 |
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Transferencias corrientes |
489 |
332 |
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Cuenta capital y financiera |
- 5.564 |
5.627 |
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Cuenta capital |
97 |
112 |
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Cuenta financiera |
- 5.661 |
5.515 |
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Sector Bancario |
- 10.521 |
1.468 |
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Sector Público no Financiero |
3.132 |
2.491 |
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Sector Privado no Financiero |
1.728 |
1.556 |
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Errores y Omisiones Netos |
1.403 |
261 |
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Variación de Reservas Internacionales |
3.530 |
13.098 |
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Fuente:
INDEC. |
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