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Una inserción externa sostenida requiere, entre otras
cosas, de estructuras de producción que permitan competir de manera efectiva. Las
certificaciones y los estándares de calidad tienen por objeto legitimar la calidad en los
procesos productivos y, si bien no garantizan que las firmas que certifican cuenten con el
sistema de producción ideal, son indicativos de que éstas cumplen con un nivel mínimo
de calidad en la actividad que desempeñan. Asimismo, aunque la certificación no apunta
directamente a señalar atributos externos de los productos (vgr. diseño), bien puede ser
una medida aproximada de su calidad.
Una empresa puede tener distintas motivaciones a la hora de obtener una certificación. Al
interior de la firma pueden citarse como ejemplos el deseo de ganar una ventaja
competitiva (en este caso la certificación actúa como una señal que mitiga costos de
transacción asociados a asimetrías de información entre el vendedor y el comprador) o
la intención de ganar calidad en la producción (obliga a ajustar el proceso productivo a
¨sistemas de calidad total¨). Como determinantes externos a la firma suelen citarse los
requerimientos en diferentes mercados (en cuanto a compras privadas o públicas) o la
necesidad de mejorar la competitividad en determinados mercados ante la existencia de
firmas competidoras que posean un estándar de calidad.
Además, como las barreras arancelarias en los últimos años han tendido a decrecer
producto de los acuerdos de alcance multilateral y bilateral, hay un interés creciente en
el impacto que tienen las barreras no arancelarias (BNA), en particular aquellas
vinculadas a normas técnicas y estándares. Los acuerdos en la Organización Mundial de
Comercio (OMC) sobre Medidas Sanitarias y Fitosanitarias (MSF) y Barreras Técnicas al
Comercio (OTC) brindan el marco legal en el escenario multilateral. Estos acuerdos abogan,
a grandes rasgos, por limitar el uso de BNA de manera que no se restrinja arbitrariamente
el comercio, si bien se respeta cierta discrecionalidad en casos suficientemente
justificados. No obstante la vigencia de esos acuerdos multilaterales, desde la mitad de
la década de los noventa se ha incrementado el uso de estándares como forma de
protección para-arancelaria, cuestión que se refleja en el creciente número de disputas
que por ese motivo son elevadas por los miembros al órgano de solución de controversias
de la OMC.
Dinamismo
exportador
Siguiendo la tendencia global, en la Argentina la cantidad de empresas exportadoras que
han certificado calidad se ha venido incrementando de manera casi continua de diez años a
esta parte. La incorporación a la base de empresas exportadoras de firmas con ISO se
aceleró en 1998, se estancó durante la crisis de 2001-2002, y retomó el crecimiento de
ahí en adelante.
Si se discrimina según el tamaño de la empresa exportadora se encuentran también rasgos
de interés. Mientras que en un principio, entre los años 1995 y 1998, algo más del 30%
de las empresas exportadoras que certificaron calidad eran grandes exportadoras, de 1998
en adelante esta participación se reduce considerablemente hasta situarse en menos del
20%. Esto se debe a que a partir del año mencionado el incremento del total de empresas
que certificaron ISO se explicó fundamentalmente por las certificaciones de las PyMEx,
que paulatinamente desde entonces incrementaron su participación en el grupo hasta llegar
en 2005 a representar casi el 50% del total.
Consideraciones
finales
Las firmas que han certificado algún estándar de calidad
internacional muestran en conjunto un relativamente mejor desempeño en los mercados
internacionales. El fenómeno es independiente tanto del sector de que se trate como del
tamaño de la firma exportadora, aunque las PyMEx registran un relativamente mejor
desempeño.
La permanencia en los mercados internacionales está asociada al estado
de certificación (las empresas que registran certificaciones de calidad llevan más años
exportando), cuestión que se refleja con mayor fuerza en el caso de las empresas
exportadoras de productos industriales y de las PyMEx.
Las empresas que cumplen con estándares de calidad internacional se
encuentran en promedio más expandidas en el mapa exportador y tienden a registrar mayores
avances en términos de participación en los mercados de destino. Este último punto se
verifica más claramente para las PyMEx.
Pareciera que la depreciación del tipo de cambio luego de la crisis ha
tenido su impacto positivo casi exclusivamente en las firmas que han certificado calidad,
cuestión que se evidencia tanto en la diversificación de destinos como en los valores
exportados. Esto sugeriría que las empresas más aptas son las que a la vez están más
capacitadas para internalizar los beneficios de los nuevos precios relativos.
El relativamente mejor desempeño de las PyMEx vis-à-vis las grandes
empresas exportadoras en todas las dimensiones evaluadas permite pensar que la
certificación de calidad es tanto más determinante en el logro de competitividad externa
para las primeras que para las segundas. Presumiblemente, estas últimas cuentan con
maneras alternativas de transmitir calidad a los consumidores en los mercados foráneos.
Es cierto que
del análisis precedente no se puede concluir taxativamente que la certificación de
estándares de calidad internacionales es la causa última del mejor desempeño relativo
de estas empresas exportadoras. Puede deberse a que aquellas empresas más aptas, en
términos de productividad, competitividad y estructura organizacional, son las que pueden
alcanzar los requisitos de certificación y que sean en realidad esos determinantes los
que, en definitiva, están provocando el mayor dinamismo en los mercados externos.
No obstante, cualquiera de esas dos variantes nos lleva a una primera conclusión: una
inserción externa creciente y la capacidad de captar cambios positivos en las señales de
precios relativos, motivados en la mejoría en el acceso a mercados (reducción en los
aranceles) u originados en movimientos del tipo de cambio, depende positivamente de la
proporción de firmas de este ¨tipo¨ que componen la base de empresas exportadoras.
Sin desconocer el estímulo positivo sobre las exportaciones que tiene una política de
tipo de cambio competitivo, aparece como una segunda conclusión que esa condición es
necesaria pero no suficiente. Para que el proceso de inserción externa creciente que la
Argentina ha iniciado sea sustentable se requieren esfuerzos adicionales.
La permanencia de las empresas recién iniciadas en el mercado internacional exige, entre
otras cosas, avances en la competitividad que supongan actitudes positivas hacia la
inversión y las reformas organizacionales, de alguna manera aspectos vinculados a la
certificación de la calidad de procesos y productos. A su vez, las mejoras en los
aspectos anteriores constituyen una condición determinante para contrarrestar la eventual
erosión de preferencias en el mercado regional, escenario que puede tener lugar como
resultado de la proliferación de tratados de libre comercio a los que estamos asistiendo.
Por otro lado, también parecen ser fundamentales a los efectos de expandir
geográficamente la oferta de exportaciones, sobre todo la de productos industriales no
tradicionales, a mercados más exigentes en términos de calidad.
(1) Extracto del estudio de Tomás Castagnino, publicado en ¨Revista de
Comercio Exterior e Integración¨, Nº 7, Centro de Economía Internacional (CEI),
Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, Buenos Aires,
diciembre de 2006. |
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