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El año 2008, en que el crecimiento de América Latina y el
Caribe se proyecta en un 4,6%, será el sexto año consecutivo de expansión en la
región, pero al mismo tiempo marca el final de un período con escasos precedentes en su
historia económica. Entre 2003 y 2008, la región creció a una tasa media cercana al 5%
anual, que implica un crecimiento del PIB por habitante superior al 3% anual.
Este crecimiento estuvo acompañado por una mejora de los indicadores del mercado de
trabajo y una disminución de la pobreza en la región.
Otra característica singular de este período es que la mayoría de los países, al
formular sus políticas, dieron prioridad al mantenimiento de los equilibrios
macroeconómicos, lo cual llevó a la generación de sendos superávit en las cuentas
externas y en las fiscales, hecho al que también contribuyó el muy favorable contexto
externo de los últimos años.
Pero estos resultados no se repetirán en 2009. La tasa de crecimiento prevista para el
próximo año será sumamente inferior a la del período que finaliza, de manera que los
gobiernos de la región deberán desplegar todo el potencial con que cuenten, en términos
de políticas contracíclicas, a fin de evitar un deterioro mayor. Se espera que la tasa
de crecimiento de América Latina y el Caribe sea de 1,9%, lo cual supone una evolución
relativamente optimista de la crisis.
Para completar el contraste con el período 2003-2008, la tasa de crecimiento proyectada
para la región permite prever un aumento de la tasa de desempleo regional, que pasaría
de 7,5% estimado para 2008 a un nivel de entre 7,8% y 8,1%, según la evolución de la
participación laboral, en el contesto de un aumento de la informalidad.
En cambio, la evolución de los precios internacionales de los alimentos y los
combustibles apunta a una marcada desaceleración de la inflación, que podría caer de
8,5% en 2008 a alrededor de 6% en 2009.
Lo que comenzó a mediados de 2007 como un problema del mercado de hipotecas de alto
riesgo de los Estados Unidos se transformó, al cabo de poco más de un año, en una
crisis sistémica, que afectó enormemente a los mercados de crédito de los países
desarrollados, por lo que cabe esperar que su impacto en la economía real sea sumamente
negativo, aun cuando no haya, a fines de 2008, una idea precisa de su magnitud.
La profundidad y duración de la recesión dependerán de la eficacia de las medidas de
estímulo de la demanda implementadas para compensar la caída del gasto privado, así
como de la vuelta a la normalidad de los mercados de créditos.
En este sentido, cabe esperar que el conjunto de iniciativas aplicadas por la Reserva
Federal de los Estados Unidos y otros bancos centrales consigan contener el riesgo
sistémico y que, de la mano de la recuperación de sus sistemas financieros y de las
medidas de la política fiscal, las economías desarrolladas comiencen a superar la fase
más profunda de la crisis a partir de la segunda mitad de 2009. Este es el escenario
relativamente optimista utilizado para las proyecciones del crecimiento regional en 2009.
Aunque la región está mejor preparada que en crisis anteriores, hay varios canales a
través de los cuales cabe esperar que las economías de América Latina y el Caribe se
vean afectadas. En primer lugar, la desaceleración global provocará una reducción del
volumen y el precio de las exportaciones, la caída de las remesas y la baja de la
inversión extranjera directa y de la demanda de servicios de turismo. Por otro lado, los
países enfrentarán mayores dificultades de acceso y un mayor costo del financiamiento
externo.
Para 2009 se espera un crecimiento de 1,9%. Esta estimación se establece sobre la base de
un escenario de lenta y paulatina recuperación de la economía mundial en general y de la
región en particular, a partir del segundo semestre del año. Esta tasa de crecimiento,
que resulta de la comparación de niveles medios de 2009 con niveles medios de 2008,
implica una marcada desaceleración y responde en gran medida a un efecto estadístico.
No puede descartarse, sin embargo, un escenario más pesimista, en el cual la recesión
continúe y aún se profundice y la restricción crediticia también se prolongue. En este
escenario, obviamente, los problemas señalados se agudizarían y la tasa de crecimiento
sería inferior a la prevista.
El deterioro de los indicadores del mercado de trabajo y la caída de las remesas tendrán
un impacto distributivo negativo, por lo que, en las circunstancias actuales, las
políticas públicas no sólo enfrentan el reto de estabilizar el crecimiento económico
con políticas anticíclicas, sino también el de desarrollar instrumentos para proteger a
la población más vulnerable de los efectos de la crisis.
El espacio fiscal para financiar medidas en esta dirección varía sobremanera entre los
países de la región, aunque en general habrá una mayor presión sobre las finanzas
públicas, dada la caída esperada de los ingresos fiscales.
(1) Resumen del estudio realizado por la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL-ONU), Santiago de Chile, diciembre de 2008. |
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