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Con raras excepciones, las teorías suelen avanzar al ritmo
que le marcan los eventos que no pueden explicar. El intenso crecimiento experimentado por
una nueva rama de la economía, conocida como ¨economía espacial¨ por su vinculación
al territorio, es una prueba de este desarrollo. El hecho enfrentado con la teoría que
estimuló el auge de este nuevo enfoque tuvo un punto de partida en Italia, cuando las
grandes empresas siderúrgicas, automotrices y químicas, especialmente del noroeste
(Piemonte -Milán-, Lombardía -Turín- y Liguria -Génova-), no sólo comenzaron a perder
el impulso que tuvieron en los 60s sino que quedaron muy rezagadas frente a la región del
noreste conocida como la Terza Italia (Veneto, Emilia-Romagna, Trento y otras regiones
vecinas), donde la base manufacturera predominante, de pequeñas y medianas empresas,
triplicó el avance del noroeste. Este hecho es difícil de explicar bajo el marco de la
teoría microeconómica convencional, para la que el ¨tamaño¨, es decir, la abundancia
de capital, está en la raíz de la competitividad internacional. Así nace esta rama de
la economía y un nuevo e importante concepto, el de ¨Distrito Industrial¨ (DI), que en
cierta medida ¨es una muy mala noticia para los países en desarrollo¨ y se entenderá
la razón al definir este concepto.
Por DI se entiende a una entidad socio-territorial caracterizada por la presencia
simultánea y en un área delimitada, de una comunidad de personas y de una población de
empresas que tienden a compenetrarse mutuamente y participan en algún encadenamiento de
una rama productiva en la cual el distrito se especializa. Con matices, el número de
empresas está relativamente atomizado, y a pesar de que compiten entre ellas en algunos
segmentos, suelen colaborar para facilitar el acceso a los factores o para expandir el
mercado final.
Las empresas que participan del DI son más competitivas frente a las que están fuera,
porque no sólo comparten servicios e infraestructuras -diluyendo los costos entre varios
participantes-, sino que disfrutan de ventajas de aglomeración derivadas de la
concentración territorial. Es decir, disfrutan de una especie de ¨atmósfera¨ proclive
a la innovación, a la transferencia de conocimientos y al mejor aprovechamiento de los
factores de producción, permitiéndoles alcanzar una mayor competitividad.
La mala noticia tiene su origen en que de acuerdo a la microeconomía convencional, el
crecimiento depende exclusivamente de la acumulación de capital, que eleva la
productividad del trabajo. Esta era una vía al desarrollo muy sencilla, aunque implicaba
asumir el gran sacrificio del ahorro. Por el contrario, según el enfoque de la nueva
economía espacial, no es suficiente con ser frugales y acumular durante unos cuantos
años, porque además debe construirse esta ¨atmósfera¨, y las herramientas para
lograrlo no son del todo conocidas.
La vertiente optimista de este enfoque es que con un mismo esfuerzo en términos de
frugalidad, puede conseguirse un impacto superior si se consigue desarrollar esta
¨atmósfera¨ facilitadora del crecimiento. Para los países escasos de ahorro, este
enfoque incluso podría ser más factible. La creación de parques industriales es un
atajo que persiguen muchas instituciones privadas, mixtas y públicas, con el propósito
de crear artificialmente esta ¨atmósfera¨. La estrategia consiste en crear un ámbito
territorial facilitador, donde se concentre la oferta de servicios a la producción, desde
electricidad hasta transporte de personal y seguridad, y también de factores, estimulando
la complementación productiva, la explotación compartida de bienes públicos y la
transferencia tecnológica inter e intra sectorial.
La realidad de los parques industriales en nuestro país es muy heterogénea y responde a
las particularidades de diversidad, desarrollo y política industrial del territorio. Los
primeros proyectos de parques industriales se remontan a la década del 60, pero casi sin
excepciones tardaron décadas en ponerse en funcionamiento, en parte, dilatados como
consecuencia de que la promoción oficial a las provincias del interior (San Juan,
Catamarca, La Rioja, San Luis y Tierra del Fuego) desplazó hacia éstas los nuevos
emprendimientos. En los 70s, fruto de este régimen, se produjo una diáspora de empresas
a los nuevos parques industriales beneficiados en las provincias. La gran expansión de
los parques industriales se inicia en la década del 80, de la mano de diversas políticas
de impulso fiscal a la industria en las regiones promocionadas, que eran precisamente las
de menor tradición manufacturera. De hecho, el rápido desarrollo de los parques en estas
provincias, señala Borello, es una consecuencia de la escasa capacidad de estas
provincias para satisfacer el crecimiento de la demanda de suelo industrial. En este
sentido, tras agotar las pocas instalaciones disponibles, la creación de nuevos parques
fue la estrategia para atender rápidamente la nueva demanda de propiedades industriales.
En consecuencia, en las regiones con más tradición manufacturera de Buenos Aires, Santa
Fe y Córdoba, el desarrollo de los parques industriales resultó más bien tardío.
El desplazamiento de industrias hacia las provincias promocionadas, junto a la política
de apertura económica y la crisis de la deuda durante los 80s, creó un ambiente
inapropiado para la expansión industrial, y para la puesta en funcionamiento de este
instrumento en el resto del territorio. Este marco afectaba sobre todo a la pequeña y
mediana industria, que es la que más apoya su desarrollo en las ventajas de aglomeración
que otorga la instalación en un parque industrial. Recién en la década del 90, una vez
que empezaron a caer los beneficios del régimen de promoción regional, comenzó el
crecimiento de los parques industriales en el resto del territorio. De todos modos, las
difíciles condiciones productivas del período, distanciaron la expansiva oferta
inmobiliaria de suelo industrial en los parques, de la moderada demanda de inversiones
productivas por parte de las empresas.
En la actualidad nos encontramos en una etapa de transición. La expansión de los parques
industriales ha fluido por el canal de aumentar la utilización de los mismos, más que
por el aumento en la cantidad de nuevos parques. En consecuencia, la oferta de inmuebles
industriales podría estar alcanzando un punto de saturación. La información recogida
señala que los proyectos de radicación de nuevos parques son muy numerosos,
territorialmente dispersos y encabezados por las autoridades municipales que responden
básicamente a dos objetivos. Por un lado, administrar el conflicto cada vez mayor entre
propiedad industrial y residencia urbana, y por otro, aliviar la situación para las
empresas derivada del elevado precio de la tierra, especialmente como consecuencia de la
actividad agrícola en los municipios rurales del país, por ejemplo en Santa Fe y
Córdoba, pero también en los parques industriales proyectados en las grandes capitales.
El costo de creación de un parque industrial está elevándose, haciendo indispensable la
coordinación e intervención pública.
Reflexiones
finales: a futuro...
Una de las características comunes de los parques industriales en Argentina es la gran
diversidad de sectores productivos que existen en los mismos, una realidad que contrasta
con el principio de estimular la especialización sectorial para favorecer esta
¨atmósfera¨ de los Distritos Industriales, proclive a crear ventajas de aglomeración.
En gran medida, los parques son una especie de ¨reserva¨ de territorio para uso
exclusivo de la actividad industrial, en la que se agrupan todo tipo de empresas que más
bien buscan beneficiarse de la oferta de suelo que de potenciales ventajas asociadas a la
especialización productiva del parque. Aunque de todos modos se benefician porque
comparten algunos servicios y factores que provee el parque, siguiendo el concepto del
Distrito Industrial, parece que las ventajas de aglomeración sólo podrían obtenerse
mediante una decisión de inversión concertada y cooperativa entre las firmas. O, en todo
caso, como consecuencia natural del paso de las generaciones que estimula la
especialización (como han sido los distritos italianos que en muchos casos sus orígenes
se remontan al medioevo).
De todos modos, no todas las ventajas de aglomeración requieren la especialización
sectorial de un parque industrial. La existencia de un lugar común permite generar
ventajas relacionadas con la concentración de servicios, como el transporte, energía,
comunicaciones más otros servicios a las empresas y la producción que emulan las
ventajas de especialización de los DI. En este sentido, un trabajo pendiente, es la
estimación del efecto diferencial, en términos de competitividad, que las firmas
consiguen por entrar en un parque industrial frente a la elección de mantenerse fuera.
También cabe notar, que el crecimiento demográfico y la consecuente expansión
residencial urbana con frecuencia se orienta hacia la zona industrial, que si bien fue
creada en un área distanciada del centro urbano, con el paso del tiempo resulta envuelta
por las residencias de las que inicialmente pretendió estar alejada. En muchos casos,
como en el antiguo parque de Ushuaia, la zona residencial ha envuelto completamente la
zona industrial, reflotando el clásico conflicto entre residencia e industria, hasta
desvirtuar sus características de parque. Esta situación estimula la relocalización y
las ampliaciones sólo pueden recurrir a terrenos desarticulados con el original, en un
proceso iterativo de alejamiento inicial de las industrias y acercamiento posterior de las
residencias a la zona industrial, que es socialmente costoso y sólo se explica por el
planeamiento urbanístico desordenado. En este sentido, un uso más racional del suelo,
apoyado con instrumentos legislativos como la ley del suelo que se señaló más arriba,
evitarían una sobre inversión innecesaria, y además de aumentar la competitividad vía
mejor oferta de suelo, redundaría en una mejor programación urbana.
(1)
Extracto del artículo publicado en ¨Síntesis de la Economía Real¨, Nº 58, revista
del Centro de Estudios para la Producción (CEP), Secretaría de Industria, Comercio y
PyME de la Nación, Buenos Aires, diciembre de 2008. |
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