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La economía mundial continúa mostrando indicios de
recuperación, no sólo ya en las economías emergentes sino también en los países
desarrollados. Los datos sobre la evolución del producto interno bruto (PIB) a lo largo
del tercer trimestre del año en curso, muestran que tanto en Estados Unidos como en la
Eurozona y en Japón los guarismos comienzan a ser positivos, indicando que la
fase contractiva del ciclo habría quedado atrás.
Sin embargo y dado que el desempleo laboral continúa creciendo, las autoridades mantienen
las políticas de estímulo a la demanda, basadas en bajísimas tasas de interés de
referencia y en paquetes de apoyo de naturaleza fiscal y monetaria, tal como quedó
ratificado en la reciente reunión del Grupo de los 20 (G-20) realizada en Escocia. Ante
tal panorama y frente a un contexto de menor aversión al riesgo, la debilidad del dólar
a escala mundial podría extenderse por varios meses, hasta bien entrado el año 2010.
Con la debilidad del dólar, a su vez, mejoran las cotizaciones de los productos básicos
-incluyendo los de origen agrícola-, y si a ello se agrega la señalada recuperación de
las economías avanzadas y las mejores perspectivas todavía para el crecimiento de
países como China, Brasil y hasta Chile -todos mercados importantes para nuestras ventas
externas-, puede generarse un impulso al nivel de actividad productiva local a
través de las exportaciones.
El mayor flujo esperado de exportaciones seguramente será también acompañado por un
incremento en el nivel de las importaciones, todo lo cual, entre otros factores, puede
contribuir a una mejora de la recaudación impositiva vinculada con el comercio exterior,
aspecto que fue severamente afectado durante el corriente año por la crisis
internacional, el menor nivel de actividad interna y la contracción de la cosecha
agrícola por la sequía.
Una expansión de los ingresos tributarios en el próximo año es un tema relevante, si se
considera que el deterioro de las cuentas públicas durante el año en curso ha
llevado a una abrupta caída del superávit fiscal primario y a terreno
deficitario al resultado financiero, o sea después del pago de intereses de la deuda
pública. El caso resulta todavía más complejo en las jurisdicciones provinciales, para
las cuales se modificó la Ley de Responsabilidad Fiscal en el sentido de permitir un
mayor nivel de endeudamiento y el pago de erogaciones corrientes -básicamente sueldos-
con la venta de activos fijos y/o el redireccionamiento de gastos de capital.
Por otra parte, se anunció la instrumentación de un subsidio de $ 180 mensuales por hijo
menor de 18 años cuyos padres se encuentren desempleados o tengan un trabajo informal por
el cual perciban una retribución inferior al salario mínimo ($ 1.500 desde enero de
2010). La medida, de alta significación dadas las condiciones sociales imperantes en el
país, podría alcanzar un costo fiscal del orden de los $ 10.000 millones anuales,
equivalente a poco más de 60% del superávit fiscal primario proyectado para 2010 según
el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central.
El deterioro de la situación fiscal, por otro lado, constituye un elemento
impulsor de la búsqueda de financiación externa, a fin de evitar que el ajuste
del gasto público deba ser más intenso en el futuro próximo para cubrir las necesidades
derivadas del endeudamiento estatal. En tal sentido, la propuesta de reestructuración de
la deuda externa para quienes no aceptaron el canje de 2005 (holdouts) es la primera
manifestación al respecto. Eventuales negociaciones con el FMI y el Club de París, aún
con sus dificultades políticas, también se orientan en igual sentido.
Lo cierto es que el solo anuncio de una apertura a la financiación externa ha
distendido positivamente el escenario financiero local, expresado en la
culminación del proceso de fuga de capitales y en la apreciación del valor de los
títulos públicos o, lo que es su contratara, en la disminución de la tasa de riesgo
país.
Adicionalmente y en un contexto de monetización de la economía, se observa una tendencia
al incremento de los depósitos bancarios, que debería preanunciar una mayor oferta
crediticia. Sin embargo, esta última circunstancia no se corresponde con firmeza en la
propensión a tomar crédito por parte de las empresas. Ello podría estar señalando, por
un lado, que el incipiente proceso de reactivación productiva se alimenta de una
significativa porción de autofinanciación y por otro, que las decisiones de inversión
en bienes de capital se encuentran demoradas dado el clima de incertidumbre imperante. |
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Desde 2001 el Indec viene presentando información
específica sobre las ventas externas de un conjunto de complejos productivos
seleccionados, los cuales concentraron 80,6% del valor total de las
exportaciones argentinas en el primer semestre del corriente año, lo cual evidencia la
alta representatividad de los mismos.
Cabe tener en cuenta que luego de una firme tendencia creciente de las exportaciones en
los años anteriores, en la primera mitad de 2009 se observó una marcada baja interanual
de las mismas, tanto en las totales (-18,7%) como en las de los complejos mencionados
(-20,8%), debido principalmente a la menor demanda externa por la recesión internacional
y a la sequía local.
Considerando la estructura o composición relativa del conjunto,
sobresale en primer lugar el complejo oleaginoso, con 28,8% de las
exportaciones totales del país en ese período, encontrándose integrado fundamentalmente
por el subcomplejo soja (26,6%), el que ha ocupado cómodamente ese lugar
en los últimos años, con una cierta tendencia creciente de su participación. En
términos desagregados, los productos de mayor valor exportado en el período fueron
harinas y pellets de soja, con 59% del total, seguidoa por aceite (26%) y porotos (16%).
El complejo petrolero-petroquímico se ubicó en el segundo puesto, con
12,0%, compuesto principalmente por el subcomplejo petróleo y gas, con
9,3%. Del valor total exportado, 48,3% correspondió a petróleo crudo, 22,3% a gas y
29,4% a productos procesados (gasolinas, naftas y fuel oil).
Sigue en importancia relativa el complejo cerealero con 8,9% de las
exportaciones totales, integrado principalmente por el maíz (4,0%) y el trigo
(3,4%). En ambos casos la gran mayoría de las colocaciones correspondió a granos,
estando compuesto el resto por harinas y otros productos.
A continuación se situó el complejo automotor, con una participación
de 8,3%. En su composición se destacaron los automóviles (42,8%), vehículos de carga y
ómnibus (28,0%), cajas de cambio (8,3%) y motores (4,9%).
De lo expuesto se desprende un alto grado de concentración, ya que por
una parte, solamente uno -soja- de los 28 subcomplejos o actividades considerados
comprende más de una cuarta parte del total de exportaciones.
Por otra parte, se aprecia que sólo cinco actividades (soja, petróleo y gas, maíz,
trigo y automotriz) concentran en conjunto más de la mitad del total (51,6%).
Por otro lado, se puede aproximar a la dinámica o evolución del
conjunto observando las variaciones relativas del valor exportado en el último quinquenio
(primeros semestres 2009 vs. 2005).
Atendiendo a los subcomplejos o actividades con mayor valor absoluto, se destaca en un
primer grupo -por su rango de variación- solamente el de soja, con 78,8% de aumento.
En un segundo grupo cabe mencionar a las actividades de maíz (50,7%), frutícola (37,5%)
y carne bovina (32,4%).
Con menores incrementos, un tercer grupo incluye a las actividades de siderurgia (21,2%) y
de pesca (9,4%).
En otro orden, en la primera mitad del presente año los destinos principales
de las exportaciones del conjunto de complejos seleccionados fueron los siguientes: China,
Corea, Asean, Japón e India (20,3%), Mercosur (20,2%), Nafta (18,6%), Chile (8,4%),
Unión Europea (6,0%) y resto de Aladi (5,9%). |